Está claro y no hay más que hacer, los negocios de entretenimiento, bares, discotecas, tabernas, pubs, conciertos, eventos populosos, incluso, parques de diversión, acuáticos, juegos mecánicos y obvio, restaurantes, no podrán funcionar igual a como era antes del Covid-19. Aceptémoslo de una vez por todas.
Por lo menos hasta 2021 no se verán las primeras luces de apertura de locales y eso en un 50 % de su capacidad. Si estar cerrado es la debacle, estar a medio abrir será andar en muletas sin un brazo. Pero esto puede ser que se convierta en algo a favor, sí, así como suena, este cambio obligado podrá transformar sectores de las ciudades que no estaban dispuestos a modificarse, bien desde el punto de vista de su objeto comercial o desde el mismo uso del suelo, o sea el Plan de Ordenamiento Territorial, POT.
Analicemos un caso en particular: el parque Lleras de Medellín. Quién niega que este parque, otrora, lugar familiar y hogareño, se convirtió en una papa caliente que nadie quería morder. Denuncias de tráfico de drogas, prostitución de adultos y menores, robos y riñas eran el pan de cada día… o noche. La culpa se le trasteaban entre administraciones, se señalaba a un alcalde u otro de permitir estos actos delictivos para contener olas de violencia entre combos y negociar las calles de manera que la delincuencia no se acercara a otros lugares de la ciudad donde los burgomaestres tenían intereses comerciales.
En fin, el parque era un caldero de situaciones que tenían al borde del colapso a varios empresarios honestos y trabajadores que abrieron sus locales mucho antes de la descomposición, pero que hace unos meses estaban dispuestos a vender sus puntos al mejor postor con tal de salirse de ese dolor de cabeza.
Más opiniones en Voz del lector:
- Sí Medellín me vigila ¿por qué yo no puedo vigilar?
- Ayuda para el Metro de Medellín
- Invitación a sumarse al Manifiesto por los océanos de Colombia
- Ni la corrupción, ni el clientelismo, ni la politiquería se fueron de cuarentena
- El tapabocas: recuento de un comparendo preventivo policial
- José María Córdova, aeropuerto humanitario
El parque se quedó sin vida nocturna, sin prostitutas en trajes cortos y tacones largos y sin clientes extranjeros de patas pálidas y venosas, rostros enjutos y sonrisas amarillas. Esto también redujo el tráfico de estupefacientes y por supuesto, los atracos. Al no poder este sector abrir puertas para la rumba, los locales estarán vacíos a la espera de comerciantes que repiensen el uso del suelo del parque.
Estoy convencido de que pastelerías, cafés, librerías, pequeños restaurantes, panaderías, tiendas de diseño y ojalá, muchas sillas y sombrillas en la calle para que la gente pueda sentarse al aire libre, con corrientes de aire y medidas sanitarias que reduzcan la posibilidad de contagio, serán el futuro del Lleras.
No sé, pero si todavía tuviera músculo financiero para aguantar y quisiera permanecer en el Parque Lleras con mi negocio, esperaría a que la tormenta amaine y me repensaría.
Por: Lorenzo Villegas