Inicio Blog Página 631

15 años de Vivir en El Poblado

0

La memoria tiene la facultad de borrar y limar las asperezas de los malos ratos. Sin embargo, pensar en esa ciudad en toque de queda y en que en medio de esa ciudad sin esperanzas, que caminaba de tumbo en tumbo haríamos un periódico con el formato y las características de Vivir en El Poblado no puede más que darnos un tremendo orgullo. Nacimos de la comunidad y de ella nutrimos nuestra opinión y nuestros contenidos. Sentimos la gratitud de los lectores y de igual manera los lectores de Vivir en El Poblado sienten en cada palabra, en cada página que publicamos el gusto y el placer que nos produce nuestro trabajo.

El periódico que entregamos cada quince días, cumple a cabalidad con varias de las premisas que esbozamos desde la primera edición y que se pueden resumir como la pertinencia y la cercanía a una comunidad. Vivir en El Poblado es el primer periódico sectorizado que se edita en Colombia de manera continua y con el interés centrado en el acontecer de una comunidad. Desde su fundación, Vivir en El Poblado se ha caracterizado por su sentido crítico e independiente lo que hace de su contenido punto de referencia para la comunidad entregándole a los ciudadanos la información necesaria para la toma de decisiones concientes, para que como miembros de una comunidad hagamos de la participación una forma de vida.

Por su periodicidad quincenal la información que publica Vivir en El Poblado tiene el tiempo para el reposo y la mesura. Para la búsqueda de otras voces que le aporten a los contenidos haciendo de la manera de escribir de Vivir en El Poblado un estilo que puede resumirse claramente en la frase ?Periodismo útil para la gente?. Esto necesariamente obliga a los periodistas de Vivir en El Poblado a pensar cada una de sus palabras en función del servicio, la cercanía, pertinencia y utilidad dependiendo de los públicos a los que se orienta cada una de las informaciones que aparecen en las páginas del periódico.

En cuanto a su agenda informativa, el periódico se ha caracterizado por hacer del seguimiento y la memoria una tarea cotidiana que le permita a los lectores enterarse de la información de actualidad en contexto, esto es, sabiendo de donde viene y para donde van las cosas. Retomar, recordar y buscar otros protagonistas no solo las fuentes oficiales. Igualmente y aunque parezca extraño, proponer temas, estar atentos a encontrar otros temas, a hacer de la cultura una preocupación constante, así como en la búsqueda permanente de nuevos escritores que tengan en las páginas de Vivir en El Poblado un espacio propicio para enfrentarse de manera real a un público exigente.

Vivir en El Poblado durante estos 15 años de trabajo constante ha creado también un espacio para que el mensaje de beneficio social, la creatividad de servicio y las propuestas para la vida se hagan realidad. Más de 15 campañas de gran impacto y recordación pública han caracterizado el trabajo del periódico atendiendo la idea de que en muchas ocasiones un mensaje requiere la redundancia y la metáfora de la creatividad publicitaria para alcanzar los objetivos de comunicación.

Especial mención debe hacerse al efecto de diálogo que muchos de los trabajos informativos que hemos hecho y que le han dado a los habitantes de El Poblado la oportunidad para conocer otras opiniones, las que muchas veces se desconocen simplemente por el prejuicio de provenir de un determinado sector de la sociedad y que en la neutralidad del espacio del periódico encuentran la oportunidad para ser oídas o ser tenidas en cuenta.

Resumir estos quince años de trabajo no es tarea fácil y menos en estos pocos renglones. Nuestro ejemplo ha ayudado y abierto el camino para que muchas otras publicaciones encuentren su propio sendero, nos sentimos sumamente halagados y orgullosos de poder presentar nuestros proyectos y nuestras ideas como una manera de hacer periodismo y de hacer comunicación con sentido de pertinencia y de cercanía, de hacer periodismo útil para la gente.


Recetario de frijoles con heráldica

0

Seguramente esa es la razón por la cual hoy mantengo un apetito desaforado por estos granos, los cuales recibo en cualquier momento y bajo la versión que me los ofrezcan. Me gustan trasnochados, recién hechos, fríos, espesos, simples, salados, chorotos, caldudos? y conste que estoy comentando sobre su consistencia, y nada he dicho de sus recetas.

Pues bien, lo que más me llama la atención de los frijoles es que sea donde sea, y sean de quien sean, siempre me saben diferentes. No es un galimatías. El asunto lo tengo pillado desde mi infancia y lo he comprobado hasta mis días presentes.

Era y es un hecho, cada vez que probaba frijoles en casa de un pariente, o en casa de una amiga, o en un restaurante de carretera o en Manizales o en Cartagena o en una finca de Támesis, los benditos me saben deliciosos, pero en cada lugar y en cada punto, aunque me saben a frijoles, me saben de manera diferente. Eso sí, cada vez que voy a la casa de mi tía Gabriela, los frijoles de su casa tienen siempre el mismo sabor, lo mismo me pasa con los del Restaurante Gloria en Envigado, y con aquellos de Pica-Pica en el Suroeste y así sucesivamente, queriendo decir que cada vez que como frijoles en estos sitios, compruebo que sus recetas son diferentes y bastante diferentes.

Hechas estas enredadas precisiones, vuelvo al asunto de mi libro: me siguen pasando los años por encima y permanentemente escucho a diestra y siniestra que en todas partes hacen frijoles, pero a la hora de la verdad en cada parte tienen en su receta una mínima diferencia. El asunto me llegó hasta el fondo, cuando en estos días tomándome un tinto en un lugar público, a mi lado se encontraban tres señoras tomando perico y hablando de frijoles. Obviamente se quitaban la palabra y sin entender lo que una le decía a la otra, logré sacar en claro que las tres hacían los frijoles casi igualito; pero al final de cuentas, resultaron completamente diferentes.

Por todo lo anterior, cada día que pasa constato más que en esto de recetas sobre frijoles no hay nada dicho y mucho menos escrito, razón por la cual tengo entre ceja y ceja un proyecto (ya tengo borradores) para recopilar en un solo libro una cantidad de recetas las cuales dividiré en tres capítulos a saber:

  • Recetas de frijoles de familias de supuesta alcurnia.
  • Recetas de frijoles de incógnitas mujeres de la ciudad y el campo.
  • Recetas de frijoles de restaurantes urbanos y de carretera con reconocida reputación frijolera.

Se trata pues de verificar la cantidad de mañas y secretos utilizados tradicionalmente por cocineras de todas las clases sociales en la elaboración de nuestra más apreciada receta. No sé si este libro tenga éxito, y debo reconocer que más de una vez me he equivocado en aventuras editoriales; sin embargo, tengo el pálpito de su buena acogida al menos entre quienes al igual que yo somos fanáticos comilones de esta papilionácea. Quede claro: se trata de la receta escueta de los frijoles y no de sus múltiples y variadas posibilidades de acompañamientos.

Permítaseme finalizar esta crónica haciendo referencia de algunas recetas que en mi periplo de catadora frijolera aún tengo en mi memoria: recuerdo con nostalgia los frijoles de la humilde ventana de Doña Martina (carretera vieja de Guarne) calados con coles y cáscaras de papa; igualmente, aquellos aromáticos de mi ya mencionada tía Gabriela, calados con sidra; más remotos son aquellos que probé cuando tenía 6 años en Angelópolis, calados con yuca; jamás olvidaré los de la casa de las Botero en el Barrio Prado, preparados con zanahoria y salsa de tomate; de antología eran los de las fincas ganaderas de los Fernández en Caucasia, calados con exuberante plátano verde y lujuriosa garra; y por encima de todos recuerdo con mayor nostalgia aquellos de Carmen Rosa, la señora que durante medio siglo trabajó en casa de mi abuela materna, y quien semanalmente los calaba con auyama.

Si algún lector quiere apoyarme en este proyecto, recibo información y datos en las oficinas del periódico y desde ya le anticipo, mis más afrijoladas gracias.