Observa tu vida con curiosidad

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  Por: Carolina Zuleta Maya  
  En la pared de las escaleras que llevan a los salones de la Universidad de Chicago, donde estudio, hay un letrero grande de neón, que dice: ¿Por qué estás aquí y no en otro lugar?
La pregunta es fascinante porque, pese a su aparente sencillez, en su respuesta está la verdad sobre cómo estamos viviendo. Muchas personas viven su vida en piloto automático. Se levantan, desayunan, se bañan, se van para el trabajo y se encuentran con el mismo taco de todos los días, cumplen con sus obligaciones y regresan a la casa cansados y listos para dormir. Y cuando menos piensan han pasado varios años y ni por un solo instante se han detenido a preguntarse: ¿Por qué tengo esta rutina y y no otra? ¿Por qué trabajo donde trabajo? ¿Por qué vivo donde vivo?
Antes de empezar a repartir culpas a otros, a las situaciones o al pasado, antes de empezar a juzgarte por no haber tomado una u otra decisión, reconoce que el poder está en el presente, que lo importante no es tener la respuesta perfecta sino tomarte el tiempo para preguntarte y para observar tu vida con curiosidad. Este tema trae a mí memoria una corta pero hermosa historia que nos invita precisamente a detenernos y a mirar a nuestro alrededor, desde otra perspectiva:
En algunos países europeos y en Estados Unidos es muy popular un deporte conocido como pesca con moscas. Sucede que hay lugares donde durante el amanecer las moscas bajan de las montañas y vuelan sobre los ríos o lagunas y los peces saltan fuera del agua para comérselas. La pesca con moscas consiste, entonces, en simular su vuelo pero con una carnada, deporte que requiere mucha técnica y concentración.
Resulta que un día había unos hombres pescando en un río en la parte más baja de la montaña. Todos estaban muy concentrados y cada cierto tiempo el guía les pedía levantar la cabeza. Uno de los jóvenes pescadores obedecía a cada solicitud del guía sin entender por qué lo debía hacer, pero siempre que levantaba la cabeza perdía el ritmo en lo que estaba haciendo y su carnada se enredaba. El joven comenzó a molestarse pues no entendía por qué el guía insistía en distraerlo. A la cuarta solicitud para levantar la cabeza, el muchacho se detuvo un rato para tratar de entender por qué lo debía hacer. Empezó a mirar a sus compañeros, al río y a la montaña… y entonces entendió. En ese momento el sol se asomaba por encima de una montaña rocosa, reflejando los colores más hermosos.
Estaba en el lugar más magnífico que jamás hubiese visto pero por estar concentrado pescando se estaba perdiendo ese paisaje.
Recordemos levantar la cabeza, suspender lo que estamos haciendo y ver la vida desde una nueva perspectiva, con curiosidad.

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