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Las obras del Museo de Antioquia… una visita guiada |
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Máter dolorosa (Ed. 363) Es a partir de la economía de elementos que Botero logra, precisamente, todo su impacto
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Por: Carlos Arturo Fernández U., miembro del Grupo de Investigación en Teoría e Historia del Arte en Colombia, de la Universidad de Antioquia. Profesor de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia.
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Hasta finales de los años noventa, la obra de Fernando Botero había enfrentado el dolor de una manera contenida, con el equilibrio propio de los momentos clásicos. Incluso alrededor de la trágica muerte de su hijo Pedrito en 1974, el artista despliega una dolorosa serenidad que no se desborda en dramatismo. Por eso es tan impactante, dentro de la producción de Botero, la explosión de angustia y lágrimas de esta mujer desesperada, que se remonta al año de 1990. “Máter dolorosa” es un dibujo a lápiz y acuarela, de 48 por 36 centímetros, donde se genera una realidad especial. De hecho, se nos ofrecen tan pocos elementos –una mujer que llora y mira hacia arriba, junto a un tronco– que, si nos limitáramos solo a lo que aquí aparece descrito, la escena podría corresponder casi a cualquier circunstancia. Sin embargo, como en todas las situaciones de la vida humana, al arte nos aproximamos siempre provistos de un bagaje cultural: en buena medida, lo que vemos en las obras procede de conocimientos y experiencias anteriores a ellas. Por esa razón, al menos dentro de nuestro ámbito cultural, resulta evidente que la escena se ubica en el contexto de la crucifixión y muerte de Cristo, aunque la figura de la mujer no corresponda a la imagen tradicional de la Virgen María, ni el hecho de estar completamente sola a lo descrito en el texto evangélico. Tampoco vemos al crucificado, y lo único que nos permite suponerlo, además de la mirada levantada de la mujer, son las dos gruesas gotas oscuras que ruedan por el madero. El resto se limita apenas a un fondo de montañas puntiagudas. Y aparentemente nada más. En muchas oportunidades la obra de Fernando Botero se caracteriza por la abundancia de detalles. En “Máter dolorosa” ocurre lo contrario y es a partir de esa economía de elementos que logra, precisamente, todo su impacto. De hecho, lo único que vemos es el intenso dolor de esta mujer, que se centra en los rasgos de su rostro, en sus lágrimas y en las manos apretadas. El artista nos conduce a ello creando una especie de círculo más oscuro que nos obliga a mirar al centro del dibujo, mientras la parte inferior del vestido y el fondo del cielo quedan solo insinuados. Y se agregan los montes puntiagudos que contribuyen a aumentar la sensación de que toda la realidad la hiere. El resto de la historia ya lo sabíamos, pero, en su ausencia de detalles, esta podría ser una imagen de hoy o de cualquier época. Como en muchos artistas contemporáneos, el tema del Calvario se convierte en Botero en un símbolo del dolor humano. Pero no a través del cuerpo despedazado sino por medio de la imagen de la madre que, impotente, presencia angustiada la acción de la violencia brutal que le arranca lo que más ama en la vida. Y esa ya no es una historia antigua sino una catástrofe siempre actual, de nuestra historia cotidiana. |
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