Bajo la mirada de casi 400 figuras entre almas, santos, ángeles y condenados que integran el mural -de 14 por 12 metros-, ubicado detrás del altar de la Capilla Sixtina se elegirá, a partir de mañana, al sucesor de Pedro: el papa número 267.
Este lugar, considerado como cumbre del arte y la espiritualidad, fue adecuado para recibir al Colegio de Cardenales, encargado de elegir al nuevo pontífice de la Iglesia católica.
Los 133 cardenales electores tendrán una tarjeta rectangular con la inscripción Eligo in Summum Pontificem en la mitad superior, y un espacio para escribir el nombre que cada purpurado considere en la mitad inferior. La pieza de papel esta hecha de manera que se pueda doblar en dos. Todo está minuciosamente descrito en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis.
Las papeletas cardenalicias
Cada cardenal elector, por orden de precedencia, después de haber escrito y doblado su papeleta, la sostiene en alto para que sea visible, la lleva al altar, donde se encuentran los escrutadores y sobre el cual está colocado un receptáculo cubierto con un plato para recoger las papeletas.
“Pongo por testigo a Cristo Señor, que me juzgará, de que mi voto es dado a aquel que, según Dios, creo que debe ser elegido”, dice cada cardenal al momento de depositar su voto. Luego, se inclina ante el altar y vuelve a su asiento.
Los cardenales electores presentes en la Capilla Sixtina que no pueden ir al altar por estar enfermos, cuentan con la ayuda del último de los escrutadores que se acerca a ellos: pronunciado el juramento, entregan la papeleta doblada al escrutador que la lleva visiblemente al altar y, sin pronunciar el juramento, la coloca en el plato y con éste la introduce en el receptáculo.
Conteo en la urna
Una vez que todos los electores hayan depositado sus papeletas en la urna, el primer escrutador sacude el cajón varias veces para barajar las papeletas. Inmediatamente después, el último escrutador procede al recuento de las papeletas sacándolas visiblemente una a una y las deposita en otro recipiente vacío.
Si el número de papeletas no corresponde al número de votantes, deben quemarse todas y se procede inmediatamente a una segunda votación. Si, por el contrario, sí coincide con el número de votantes, se procede al recuento.
Los tres escrutadores se sientan en una mesa frente al altar: el primero, toma una papeleta, la abre, anota el nombre del elector y se la pasa al segundo, quien, una vez comprobado el nombre del elector, se la pasa al tercero, que la lee en voz alta -para que todos los electores presentes puedan marcar su voto en una hoja especial- y anota el nombre leído.
Si, durante el recuento, los escrutadores encuentran dos papeletas dobladas de forma que parezcan haber sido rellenadas por un mismo votante, si llevan el mismo nombre se contabilizarán como un solo voto; si, por el contrario, llevan dos nombres diferentes, ninguno de los dos votos será válido, pero en ninguno de los casos se anulará el voto.
Una vez terminado el recuento de las papeletas, los escrutadores suman los votos obtenidos por los distintos nombres y los anotan en una hoja aparte. El último de los escrutadores, al leer las papeletas, las pincha con una aguja en el punto donde se encuentra la palabra eligo, y las introduce en un hilo, para que se conserven con mayor seguridad.
Una vez terminada la lectura de los nombres, los extremos del hilo se atan con un nudo, y las papeletas se depositan en un receptáculo o a un lado de la cantina. En ese momento, se cuentan los votos y, después de comprobarlos, se queman en una estufa de hierro fundido que se utilizó por primera vez durante el Cónclave de 1939.
Una segunda estufa, de 2005, conectada, se utiliza para los productos químicos que deben dar el color negro en caso que no haya elección; y el color blanco, en caso de que la elección sea positiva.
El quórum necesario
Para la elección del papa se necesitan al menos dos terceras partes (2/3) de los votos. En el caso concreto del Cónclave que comenzará este miércoles 7 de mayo, serán necesarios 89 votos para elegir al Papa, siendo el número de cardenales electores 133.
Las votaciones tienen lugar todos los días, dos por la mañana y dos por la tarde, y si los cardenales electores tienen dificultades para ponerse de acuerdo sobre la persona que debe ser elegida, después de tres días sin resultado, las votaciones se suspenden durante un máximo de un día, para una pausa de oración, libre discusión entre los electores y una breve exhortación espiritual, pronunciada por el cardenal decano de la orden de los diáconos.
A continuación, se reanuda la votación. Después de siete votaciones, si la elección no ha tenido lugar, hay otra pausa para la oración, la conversación y la exhortación, impartida por el cardenal mayor de la orden de los presbíteros.
Luego, se realiza otra serie de siete votaciones y, si no se ha producido la elección, se hace una nueva pausa para la oración, la conversación y la exhortación, a cargo del cardenal mayor de la orden de los obispos. Después, se reanuda la votación, con un máximo de siete papeletas.
Si no hay elección, se reserva un día para la oración, la reflexión y el diálogo, y en la siguiente votación se debe elegir entre los dos nombres que hayan recibido más votos en la votación anterior. También en estas votaciones se requiere una mayoría cualificada de al menos dos tercios de los cardenales presentes y votantes, pero en estas votaciones no pueden votar los dos purpurados finales sobre los que recae la votación.