Nicolás Naranjo y Claudia Acosta llevan 11 años viviendo con su familia en La Ceja. Un relato que nos deja ver cómo es la vida en el Oriente cercano.
Por Juan Pablo Tettay De Fex / [email protected]
Cuando Isabela aprendió a hablar, todas las montañas que veía eran “Capiros”. Las reconocía así porque esa era la que veía todas las mañanas al mirar por la ventana y esa era la que su mamá, Claudia Acosta, le mostraba sin cesar.
Isabela fue una de las principales razones para que Claudia y Nicolás Naranjo decidieran dejar la vida en Medellín para mudarse al Oriente cercano, al municipio de La Ceja.
Nicolás es docente universitario; Claudia, consejera espiritual y ama de casa. Además de Isabela, que hoy tiene 11 años, son los padres de Sebastián, de 19, que pasó toda su adolescencia en La Ceja y hoy se encuentra en Alemania persiguiendo su sueño de ser músico.
Llevan en su casa once años de paz y tranquilidad aunque, al mismo tiempo, han visto cómo la vida, que antes tenía sus dejes rurales, ha ido cambiando y se ha vuelto más urbana. “Creo que las cosas de las que estábamos huyendo de Medellín ya han empezado a llegar acá arriba”, dicen ambos.
Y hablan, por ejemplo, de retos como el tráfico y la contaminación, dos de los grandes motivos que los llevaron a tomar la decisión de partir. “En Medellín vivíamos en La Abadía”, explica Nico, como le dice Claudia amorosamente. “Hay días en los que me demoro lo mismo desde La Frontera hasta la Universidad de Antioquia, que desde La Ceja hasta el mismo lugar”. Una hora y media de bus bajando, otra subiendo y, al final, es un tiempo similar al invertido en la ciudad.
Nicolás es, de los tres, el que hoy tiene más vínculos con Medellín. Además de ser profesor en el colegio El Triángulo, donde estudia Isabela, continúa con sus labores docentes en algunas universidades de la ciudad, por lo que debe venir continuamente. Sin embargo, ha aprendido a utilizar el tiempo de desplazamiento para labores productivas: hacer llamadas de trabajo, leer documentos o calificar trabajos de sus estudiantes.
El transporte
Claudia y Nicolás coinciden en que una de las mejores opciones que tiene La Ceja es el sistema de transporte público, tanto urbano como intermunicipal. “TransUnidos es una muy buena empresa que, además, cobra lo justo, pensando en que sus usuarios somos habitantes de La Ceja”, dice Claudia. Destacan la frecuencia de los carros y el cumplimiento. Además, de las diferentes opciones que tienen para tomar: buses, colectivos y taxis colectivos, todos a precios razonables.
También valoran la facilidad que tiene el municipio para el desplazamiento en bicicletas: “es plano, el tránsito es muy liviano y, además, los conductores suelen respetar a los ciclistas”, dice Nicolás. Por otro lado, la cercanía siempre ofrece la posibilidad del desplazamiento caminando. No es el afán el que manda.
Las compras
Y caminando es que Claudia hace la mayoría de sus vueltas. Disfruta ir de compras a la plaza de mercado de La Ceja, donde consigue frutas y verduras recién cosechadas provenientes de cultivos aledaños. Además, goza comprando en diferentes lugares, pues ya sabe dónde está, por ejemplo, la mejor carne o el mejor pan. Pero, también celebra la llegada hace unos años del centro comercial Viva que trajo un supermercado Éxito en el que hoy compra algunas cosas que solo se encontraban en Medellín. “Al principio nos preocupamos mucho, pues creíamos que el supermercado iba a afectar a otros mercados y tiendas del pueblo”, dice Claudia.
Hoy puede tener en su alacena algunos productos que antes no encontraba y eso también ocurre con la gastronomía, pues de un tiempo para acá han abierto nuevas propuestas que la han conquistado a ella, que es de buen paladar. “Nos encanta salir a comer, disfrutamos con Il Forno en Viva La Ceja o con pequeños restaurantes que hay cerca a nuestra casa”.
Servicios públicos
“Si hay algo que enorgullece a La Ceja, son sus servicios públicos”, explica Nicolás. De ese modo, el acueducto es un ejemplo para municipios de la región y cuentan también que en temas de manejo de residuos sólidos, los tienen separando en la fuente desde ya hace mucho tiempo: “si llegábamos a clasificar algo mal, nos dejaban la bolsa con una notica explicando cómo hacerlo… Y tocaba quedarse con ella hasta la semana siguiente”. Sin embargo, el crecimiento de la población ha hecho que agua y basuras sean objeto de observación detallada pues, dicen los Naranjo Acosta, “al parecer el municipio no está listo para atender la actual demanda”.
Más gente
Hace once años, cuando llegaron, la vida era la de un municipio de las afueras de Medellín. Pero hoy, el panorama ha cambiado y ya hay elementos que les dejan entender que están en algo que pronto será un suburbio de la ciudad. “En Bancolombia, por ejemplo, antes las filas eran de tres o cuatro personas, hoy tenemos que esperar hasta 80 turnos”. Y también dicen que ya hay personas en las que se ve una actitud más de ciudad, “pero, lo mejor, es que la misma gente de La Ceja los para y los invita a vivir con calma”, explican.
Destacan que en el municipio vigilan muy bien la altura de los nuevos proyectos de vivienda, a diferencia de otras localidades. Sin embargo, ya se empieza a notar el aumento del parque automotor.
Vida cultural
Una de las cosas que más les agrada es la oferta cultural de La Ceja: “conciertos, teatro… muchas oportunidades que sentimos que en Medellín ni siquiera saben que existen”. Destacan la programación del Teatro Aranzazu. También valoran, por ejemplo, que Sebastián, su hijo, encontrara un espacio para seguir con sus clases de piano sin necesidad de bajar a Medellín. “Hay vida nocturna, hay lugares para tomarse un café, una cerveza y escuchar buena música”, dice Nicolás.
Todo es cuestión de perspectiva. Encontrar el gusto y el balance de vivir en el campo a una hora de la ciudad.