Entrevista con los organizadores del congreso internacional Arquitectura: Territorio y Ciudad
Por: Álvaro León Pérez S.
Durante dos días, más de 300 arquitectos de diferentes nacionalidades recorrieron Medellín, asistieron a conferencias y exposiciones, y tuvieron una oportunidad única de compartir sus experiencias.
Vivir en El Poblado entrevistó los organizadores del evento, los arquitectos Miquel Adrià y Alejandro Echeverri, quienes además son los directores de Arquine y Urbam, respectivamente.
En diálogo con este portal, ambos compartieron sus impresiones sobre lo que fue el congreso, a la vez que se refirieron a los desafíos que enfrenta Medellín como ciudad y a los cambios que se han producido en la manera de hacer arquitectura.
“Medellín es un modelo de transformación sumamente interesante”: Miquel Adrià
Miquel Adrià es un premiado arquitecto catalán, docente y conferencista en universidades españolas, estadounidenses y mexicanas.
Su trayectoria profesional incluye haber sido curador del pabellón de México en la XIII Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia. El director de Arquine es, además, autor de una treintena de libros.
¿Sus impresiones al concluir el congreso?
Ha sido la oportunidad de escuchar las voces de arquitectos de distintos países, todos comprometidos con la solución de problemas que son comunes a muchas ciudades, liderando trabajos interdisciplinares y dando pasos importantes en la construcción de un nuevo modelo de la arquitectura, que está más vinculado con la sociedad civil.
¿De qué manera se evidencia ese mayor compromiso de la arquitectura con lo social?
Estamos tratando de superar el modelo de hace años, caracterizado por la arquitectura casi exclusivamente en manos del Estado, de las instituciones o de arquitectos estrella; de edificios tremendamente icónicos que realmente no respondían a una necesidad social, que no venían de abajo hacia arriba, sino que eran casi imposiciones monumentales.
Creo que, en ese sentido, todas las voces que hemos oído de arquitectos que vienen de países como Chile, México, Colombia, Venezuela o España, nos permiten identificar claros signos de esperanza, gracias a una generación de profesionales más en contacto con las comunidades y, en general, más comprometidos con la sociedad.
¿La gente de a pie sí se involucra en estos procesos?
Gracias a la transversalidad de las redes sociales ya hay entre el público un gran conocimiento de algunas de estas iniciativas, las cuales se están reproduciendo viralmente, prácticamente en todas las ciudades del mundo. Hablo de ciudades porque creo que la cultura contemporánea se construye a partir de una red de ciudades con respuestas a veces similares a pruebas comunes, y ya no tanto de los países.
¿Cuál es su lectura de Medellín como ciudad?
Para mí, Medellín se ha convertido en un modelo de transformación tremendamente interesante, el cual hemos seguido con mucha atención desde México y Barcelona. He venido un montón de veces, viendo en cada ocasión cómo están construyendo proyectos, a veces con la excusa de la arquitectura, pero sobre todo, como respuesta a necesidades sociales.
A partir del periodo de Sergio Fajardo empezó todo un proceso de transformación que considero ejemplar y que, de algún modo, ha impactado a muchas ciudades del mundo.
¿Aspectos por mejorar?
Durante la primera fase de esa transformación se trabajó en un urbanismo táctico con intervenciones puntuales que tuvieron un impacto casi inmediato. Ahora se están planteando proyectos de carácter estratégico y mayor calado, los cuales requieren más tiempo y están más institucionalizados, por lo que pueden perder la inmediatez y la conexión con lo social.
Cuando haces un parque biblioteca, eso tiene un impacto inmediato y, aunque no es suficiente, es muy notable. Por el contrario, cuando haces un plan a veinte años para generar un parque lineal sobre el río Medellín, el impacto no es inmediato.
¿Qué opina del proyecto Parques del Río?
Yo no me atrevo a descalificar estos proyectos para nada, creo que los proyectos estratégicos que se están planteando hoy en Medellín son absolutamente necesarios. Sin embargo, hay que ser muy cuidadosos con las estrategias y los planes que se establezcan para que esas iniciativas no pierdan su conexión con lo inmediato y con lo social.
El congreso registró un lleno total, durante los dos días que duró
Mejor preguntas que respuestas
Cofundador y director del Centro de Estudios Urbanos y Ambientales, Urbam, de la Universidad Eafit, Alejandro Echeverri es un arquitecto y planeador urbano ampliamente reconocido a nivel internacional.
El palmarés de Echeverri incluye galardones tan importantes como el Premio Nacional de Arquitectura, el Premio Nacional de Urbanismo, el Premio Curry Stone Design y el Premio Verde Veronica Rudge en Diseño Urbano, entre otros.
¿Cuál es su balance del congreso Arquitectura: Territorio y Ciudad?
Fue emocionante ver la diversidad de las personas que participaron y sentir una especie de complicidad al abordar los lugares y problemas comunes que tenemos en nuestras ciudades de origen.
Los arquitectos y urbanistas trabajamos para tratar de resolver situaciones complejas, pero nos quedan muchas preguntas importantes por resolver; la academia tiene todavía pendiente la tarea de dar esas respuestas pertinentes.
Sin embargo, yo creo que es mucho mejor tener preguntas que respuestas, y me parece que, haciendo un balance del congreso, lo más valioso que queda son todas las preguntas que pueden desencadenar procesos de conocimiento, formación y nuevos diálogos.
¿Cómo dar impulso a esos procesos?
Claramente, hay que hacer trabajos mucho más colaborativos. Ya no es factible que un solo personaje, con una única percepción, haga un proyecto de arquitectura o urbanismo. Es necesario que el trabajo sea interdisciplinario y orientado a construir procesos en los que se pueda recibir información suficiente para dar verdaderas soluciones.
Tenemos que trabajar con la gente, pero no en el sentido clásico de la participación, que se ha distorsionado completamente. Ya no se trata simplemente de informar al otro sobre lo que se va a construir, sino de involucrarlo en la co creación, en la construcción de los procesos y en la obtención de la información.
¿Qué papel deberían asumir, entonces, los arquitectos de hoy?
Nosotros somos mediadores. Aunque los arquitectos y los urbanistas trabajemos en gran parte con transformaciones físicas, los espacios que creamos tienen que ser definidos mediante un trabajo que nos exige convertirnos primero en mediadores de un dialogo, para poder dar las respuestas después.
¿Por qué elegir a Medellín como sede del congreso?
En los últimos años Medellín se ha convertido en un laboratorio, no solo en relación con los temas de transformación arquitectónica o urbanística, sino también en ámbitos como el social y el político.
Adicionalmente, existe una percepción muy amplia a nivel latinoamericano, sobre la capacidad de Medellín para generar alianzas estratégicas entre el sector público, las empresas privadas, la academia y los políticos para sacar adelante proyectos e instituciones que hoy existen por esos acuerdos.
¿Por ejemplo?
Un ejemplo de ello es el Parque Explora, un proyecto que viene desde la política, y en el cual el sector privado ha sido un actor fundamental, mientras que la academia ha jugado desde el principio un papel importantísimo. Ese tipo de cosas no nos llaman la atención porque a los medellinenses eso se nos convirtió en paisaje, pero en otras partes del mundo eso no es tan normal o frecuente como uno pudiera creer.
Desde su óptica como arquitecto: ¿Cuáles son los problemas de Medellín que demandan atención prioritaria?
Estamos lejos de tener una ciudad incluyente. Medellín es una ciudad dividida en la que muchos barrios tienen carencias inmensas. Hay un problema de hábitat y de vivienda en los cinturones de la parte alta, lugares que son una tragedia con gran cantidad de personas viviendo en zonas de riesgo.
También nos queda por solucionar mucho en el tema de la movilidad porque, aunque el tema se ha abordado y el transporte público ya está en la agenda de la ciudad, todavía nos falta un camino inmenso.
Fíjate en toda la reclamación que hay de los derechos del ciclista, y, sin embargo, andar en bicicleta por Medellín sigue siendo un riesgo absoluto. Entonces, ¿cuándo vamos a tener una ciudad donde uno pueda caminar civilizadamente y en la que un niño de nueve o diez años pueda cruzar las calles, o pueda coger una bicicleta?
¿Cuánto tiempo tomaría minimizar esos problemas?
Nos faltan veinte años de trabajo intenso para eso. Lo que tenemos son unas tareas inmensas pero eso no me genera un trauma, ni me desanima, porque siempre trato de ver lo interesante de los retos que tenemos por delante.