Aún no he terminado de comprender el milagro que eres, pero aquí estoy, esperando ese momento en que tus brazos me den un abrazo y que, con un simple “papá”, hagas que mi mundo se pause por unos instantes.
Lea más columnas de Pedro Mejía aquí.
Y mientras espero, muchos pensamientos han inundado mi mente durante estos seis meses (bueno, en realidad cuatro, por aquello de cuándo nos enteramos), donde ha sido inevitable no pensar en el futuro, en ese futuro que, por fin, nos pondrá juntos.
He tenido muchas preguntas: ¿Cómo será ser tu padre? ¿Lo haré bien? ¿Cómo cambiarás mi vida? ¿Qué cambiará en mi vida? Emoción… ¡Mucha emoción! Algo de indiferencia también, lo acepto, pues desde este lado paternal, a veces se me olvida tu existencia. Pero justo eso me permite contarte de la profunda admiración que he sentido por tu madre y por todas las mujeres que ella representa.
Bueno… Y también he adquirido una expertise que no tenía contemplada en mi carrera. Ahora soy consultor experto en coches y cunas, y estoy a pocas horas de convertirme en doula profesional con todo lo que he escuchado y aprendido sobre amniocentesis, monitorización fetal, dinámica uterina, dilatación cervical, fase expulsiva y los distintos tipos de parto, incluyendo el manejo de placenta previa y la evaluación de la viabilidad fetal.
Lea también: El verdadero mal
Pero, de toda esta pensadera hay una reflexión, que es en verdad una confesión que quiero hacerte:
No te prometo que en mí encontrarás a la mejor persona del mundo, pues, como tantos, solo soy uno más buscando y construyendo su camino. No te prometo que siempre tomaré las mejores decisiones, porque, con total certeza, me equivocaré alguna vez. No te prometo que tendré todas las respuestas, pues muchas veces ni la pregunta me sabré. Y, sobre todo, no te prometo entregarte un mundo mejor, porque eso depende de todos.
Pero hay una promesa que sí puedo hacerte:
Haré todo lo que esté en mis manos para que tú seas una mejor persona para este mundo.
Mi compromiso no se quedará solo en amarte. Amarte ya es fácil. Mi verdadero compromiso es ser tu guía cuando lo necesites, tu compañero cuando me lo pidas y tu aprendiz cuando así la vida me lo exija. Mi compromiso es ser un papá presente, amoroso y paciente. Uno que esté siempre ahí cuando necesites ser escuchada, respaldada o simplemente abrazada. Y sí, uno que también sepa cuándo dejar ir, cuándo soltar, porque eso también es amar.
Le puede interesar: El valor de lo suficiente
Mi promesa para ti es simple: que en este proceso de ser papá e hija el mundo gane por partida doble. Que juntos nos convirtamos en mejores personas para este mundo.
Sofi, estoy lejos de ser “el mejor” (lo que sea que eso signifique). Pero te prometo que cada día trabajaré por conocerme más, por escucharme más y por amarme tal como soy. Porque, si yo estoy bien, podré ser un ejemplo, una plataforma, para que tú también lo estés.