Incertidumbre es una palabra que bien define el sentimiento generalizado hoy en El Poblado, tras la cadena de hechos desatados por el colapso de la torre 6 de la unidad residencial Space el pasado 12 de octubre. La intempestiva orden de evacuación preventiva de las dos torres del Continental Tower, conjunto residencial vecino y construido también por Lérida CDO S.A, deja claro que el problema no ha pasado. Sus dimensiones reales, en tiempo y espacio, están lejos de predecirse, así como las consecuencias que tendrá sobre la economía, en una ciudad donde la construcción y el mercado inmobiliario son motor fundamental.
Pero la incertidumbre mayor, por razones obvias, la siguen viviendo los directos afectados: las familias de las 11 personas fallecidas y de los dos sobrevivientes de la tragedia, los damnificados de las torres 5 y 6 de Space, los propietarios y habitantes de las torres 1, 2, 3 y 4 –en ascuas por completo–, y las familias evacuadas de las unidades residenciales Asensi, Olivares y ahora Continental Tower.
Aunque el acompañamiento y la solidaridad de las autoridades y la comunidad en general con ellos han sido ejemplares, la solución de su problema de fondo sólo está en unas manos: en las de Lérida CDO, la constructora responsable de lo que hoy están viviendo. No basta con que esta se dé golpes de pecho o asegure mediante comunicados que va a responder. Como decía una de las personas evacuadas de Continental Tower: “Estos casos no se tapan con el corazón sino con la devolución del dinero. Nos sentimos robados y estafados. No necesitamos que los responsables se pongan la mano en el corazón sino en el bolsillo”.
Nos preocupa que a solo tres semanas de ocurrida la tragedia y cuando esta aún concentra la atención de la ciudadanía, ya haya damnificados desconsolados con los ofrecimientos de la constructora, por considerarlos inferiores al valor real de lo perdido. Sin embargo, muchos prefieren conciliar, convencidos de que “es mejor un mal arreglo que un buen pleito”. Nos preocupa que ya haya viudas “en el aire”, pasando trabajos, sin que los responsables de que sus esposos estuvieran laborando en la torre colapsada respondan por sus decisiones. Nos preocupa que la esposa de uno de los heridos dependa de la caridad de unos pocos para poder visitarlo en la clínica y hasta para comprar los pañales que requiere hoy, debido a su estado de paraplejia. Es que no se accidentó por cuenta propia, en una moto o pasando una calle, es una víctima del desplome absurdo de un edificio en el que servía como vigilante.
¿Si estas cosas suceden ahora, qué podrá pasar entonces cuando la noticia pase a un segundo plano?
Esperamos que a la par con el desarrollo de las investigaciones y estudios para establecer las causas de la tragedia, haya autoridades y entidades de vigilancia pendientes de que los responsables de estos hechos respondan con dinero, de manera justa y pronta, por la debacle que han causado en tantos hogares antioqueños.