Narrativas simples

Qué interesante ser columnista de un periódico o revista en épocas de alta polarización como la actual. En medio de un ambiente tenso, buen número de lectores va tomando posiciones claras y firmes frente a los temas y espera que sus columnistas favoritos las reflejen.
En el caso concreto colombiano, hay un muy alto número de columnistas, o incluso periódicos completos, que han tomado una posición uribista radical, la cual no admite puntos medios. Se han fijado la consigna de defender a Uribe (y a Antioquia) con todo, pues hay muchos ingratos que nos están atacando demasiado.
Se basan en una narrativa muy simple: Gracias a Uribe, todo estaba bien hace dos años. Y lo poco que no estaba bien, pronto iba a estarlo, solo que por pura política no lo dejaron seguir, a pesar de que todos lo queríamos.
Pensando en que todo iba a seguir por el mismo camino, a este señor Santos, que nunca había ganado nada, se le regalaron los votos uribistas sin caer en la cuenta de que tenía alma de traidor. Ninguno de esos nueve millones de votos que sacó era propio. Gracias a esa traición hemos dado un giro de 180 grados y gradualmente estamos perdiendo todo lo bueno que teníamos hace dos años. Y debido a esto regresó el terrorismo, que estaba erradicado.
A medida que el tiempo de Uribe se aleja, sus hazañas se van volviendo cada vez más heroicas y definitivas y sus errores o fracasos se van olvidando. No hay nada que pueda moverlos a pensar que, tal vez, las cosas no estaban tan bien en ese momento. Y menos hay algo que les permita aceptar que hoy haya cosas que se estén haciendo mejor que antes. Ah, y es impresionante la persecución que existe contra funcionarios honestos de sus gobiernos que solo buscaban hacer bien su trabajo.
En el campo opuesto la situación es similar. Su narrativa es también muy simple, pero al revés: Uribe se valió, según ellos, de los trucos más sucios para lograr sus objetivos, vea cómo sus funcionarios van cayendo uno por uno en manos de la justicia, eso prueba la corrupción sin límites de esos años.
Los pecados de Uribe y de sus gobiernos se van magnificando y es como si sus aciertos no hubieran existido…
Si bien en un principio es de suponer que cada persona va tomando partido de manera concienzuda y cerebral, llega un momento en que el cerebro es desplazado por el corazón. “A Uribe no me lo toquen”, decía recientemente una destacada dirigente gremial de Medellín, añadiendo a continuación que lo quería como a un padre. Frente a un miembro de la familia, frente a alguien que se quiere de manera ciega, ¿qué objetividad o independencia puede pedirse?
Y cuando a la polarización política se le mezcla el ingrediente regional, las situaciones son lamentables. Caso muy diciente el de Autopistas de la Prosperidad. ¿Cuántos columnistas de Antioquia han aceptado que Santos le está dando una ayuda grande al proyecto, y por consiguiente a la región, y que sin ese empujón el proyecto se enredaría de manera definitiva? ¿Cuántos han destacado con gallardía que se trata del aporte más grande que jamás ha hecho la Nación para proyecto alguno?
Pues no, incluso ese tema, que debería ser positivo, queda sumergido en un mar de desprecio. A ese señor que hoy es “el ocupante de la Casa de Nariño”, y que “no sale de los cocteles bogotanos” a diferencia de Uribe que sí se untaba de pueblo, no se le puede reconocer absolutamente nada.
Puestos a escoger, ¡ellos prefieren que pierda Bogotá a que gane Antioquia!
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