Mientras en la toma de decisiones en el gobierno nacional parece estar de moda el actuar primero y pensar después, sobre todo en los más recientes escándalos relacionados con el Ejército, en Medellín la descoordinación parece ser el denominador común en lo que respecta a otro caso, también escandaloso, como lo sigue siendo Space. Si bien la Alcaldía ha recibido merecidos reconocimientos por la manera acertada y responsable como desde un principio enfrentó el desastre, en las últimas semanas ha tenido algunas salidas desconcertantes que evidencian, por lo menos, descoordinación dentro del equipo de trabajo conformado tras la tragedia.
De un lado, está el continuo aplazamiento de la implosión de la torre 5, anunciada inicialmente para finales de diciembre o principios de enero, luego para mediados de enero, después para inicios de febrero, posteriormente para mediados de febrero y ahora, parece que sí, para el 27 de este mes. Estos cambios continuos en el cronograma no tuvieran nada de preocupante si no se tratara de un asunto en el que hay tantos intereses de por medio y en el que la falta de comunicación con sus principales propiciadores –la constructora Lérida CDO y la familia Villegas– ha sido la constante.
Es precisamente ese silencio de quienes desde el mismo momento del siniestro han debido dar la cara y ofrecer explicaciones a una ciudadanía necesitada de respuestas, el que deja espacios para conjeturas y suposiciones, el que propicia suspicacias sobre el verdadero motivo de los aplazamientos y lleva a preguntarse si acaso hay relación entre el deseo de la constructora de no demoler las torres 1, 2, 3 y 4 y el permanente aplazamiento de la implosión de la 5.
Es este mutismo cuestionable o, mejor, inaceptable, el que deja la vía abierta a poner en duda la casualidad de varias circunstancias. Por ejemplo, el que faltando solo seis días para la implosión anunciada por la Alcaldía para el 18 de febrero, el Área Metropolitana resultara conque esta no se podría hacer si CDO no presentaba el plan de manejo ambiental para el procedimiento. ¿Por qué el Área no advirtió a la Alcaldía con tiempo, antes de que esta anunciara la fecha? ¿Acaso no hacen parte de un mismo equipo de trabajo? Más llamativo resultó aún cuando en declaraciones a una cadena radial, el director de la entidad expresó, palabras más palabras menos, que CDO ya había presentado un plan muy serio de manejo ambiental, y que solo tenían algunas observaciones en lo relativo al manejo de la fauna, la flora, los escombros, etcétera. ¿Acaso no son justamente estos aspectos los primordiales de un plan de manejo ambiental? Pero ni modo de saber a ciencia cierta cuáles eran esos vacíos, puesto que pese a que hemos solicitado este documento en varias ocasiones, no ha sido posible obtenerlo.
Cuando ya parecía estar todo bajo control y listo para la implosión, sorprende la Fiscalía -también integrante del equipo de trabajo-, con la perla mayor: debía tomar muestras para su investigación y había que aplazar una vez más la implosión. Ante semejante incongruencia, no cualquier argumento resulta convincente, por eso queda en el fondo la sensación de que hay alguien tratando de ganar tiempo. Lo cual no sería absurdo, si tenemos en cuenta que el tiempo es oro.