Al ruido de la ciudad industriosa y saturada de alarmas y sirenas se agregan en estos días los altos volúmenes de equipos de sonido en residencias y en esos autos donde son más importantes los “bafles” que día y noche perturban a peatones y habitantes. Los jóvenes viven esto de manera natural, qué podemos hacer. Si vamos al campo –mera extensión de la ciudad por los potentes “tablets”-, aprovechemos las pocas pausas de la alta noche tranquila para oír su caracola silente. Hace poco la NASA confirmó que uno de sus satélites con dedicación exclusiva había logrado el propósito: determinar las afirmaciones seculares sobre “la callada música de las esferas”. Sobre un promedio al azar de cuerpos celestes, sol, luna, tierra, otros planetas, galaxias, ya se registró que todos emiten una especie de música en frecuencias muy altas o muy bajas de acuerdo con sus dimensiones, velocidades y posiciones relativas. Música silente si se quiere pero que combinada sería como la gran sinfonía o sincronía soñada por filósofos, astrónomos, poetas. Pensemos en un músico del siglo XX que trabajó esto: Ligeti y su “Lux Aeterna”, con partes integradas a la película de Kubrick “2001 Odisea del espacio” (1968), desquiciada para su época, hoy majestuosa pieza del museo de la fantaciencia. Y Ligeti produjo antes que los sintetizadores del rock músicas planetarias despertadoras del ser cósmico que llevamos dentro, activable sin pagar minutos. Pero con el amable peligro de que el silencio anti-tablet de la “Lux Aeterna” nos lleve a la pensadera en la grandeza ardiente y divina de los mundos, aunque la sabiduría de la mayor parte de los mortales se resista a ello: ¿A dónde han ido las almas de 80 mil millones de humanos que han poblado la tierra, según se calcula? No importa. Un comercial de Sony dice: “Vive en Play”. La vida fuera de equilibrio aplasta todo atisbo de percepción, es la palabra “Koyaanisqatsi” de los antiguos pueblos Hopi la que se impone al ser lento. Ahora, en estas semanas en que algo que se parezca a lo espiritual puede darnos cosquillas en nuestro sofá de apartamento o en el jarto corredor de una finca, atendamos esa llamadita sólo por pura conexión a la extrañeza. A la puerta de mis toscos oídos toca insistente la leyenda de Jesús de Palestina, de alguna manera relacionada con los antiguos sumerios, en Persia, a donde llegaron milenios antes ciertos mensajeros, a enseñar cosas… Ese personaje de pesebre no dejó nada en letra y sólo sabemos de él por testimonios posteriores. ¿Qué pasó hace dos mil años que todavía nos deja incertidumbre de ciencia y sospecha de creación? Tampoco lo sabremos, será mejor. Historias como esa son inefables: no se puede hablar de ellas, sólo sentirlas, como el tic-tac del presente: alistemos las pelucas para el tour 2012 de los Rolling Stones donde sólo tocarán boleros y las parejas en amor danzarán leves. Los acompañaré desde casa con mi gastada dulzaina Hohner. Y hoy, deseo a la gente de “Vivir” otro año pleno de frutos. Nos quedan miles de épocas por delante. Y por muy descreídos que seamos y llueva y truene, el sol siempre saldrá para todos.
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Música de las esferas
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