El papel da para mucho, y las declaraciones de los funcionarios sí que más. La ventaja para los servidores públicos y la desventaja para los ciudadanos de a pie, es la memoria de pollo que a veces nos caracteriza, lo que les permite a aquellos ir alegremente por el mundo prometiendo mil maravillas y a todos, en conjunto, gastar tiempo y tinta en divulgarlas, leerlas y olvidarlas. La perversidad de este manto alcahueta del olvido queda en evidencia cuando nos damos a la tarea de repasar archivos. Solo basta esculcar un poco para que salten a la vista “prometedores proyectos”, a simple vista poco viables, abortados en el camino, sin considerar el capital y tiempo invertido en su planeación e inconclusa ejecución.
Como ejemplo, no es sino leer el comparativo, presente en esta edición, de una noticia publicada en 2002 sobre lo que supuestamente sería la calle 10 en toda su extensión, entre el Olaya Herrera y Vizcaya, y la cruda realidad. De ese inmenso pulmón verde en que se convertiría, según los detalles de funcionarios de entonces, no hay ni sombra. Claramente no se han sembrado los mil árboles prometidos, al menos en estos doce años. Es inevitable reír al leer el viejo artículo, porque el asunto parece un mal chiste. Pero esa risa es amarga. Desconsuela comprobar una vez más que entre ejecutorias exitosas e innegables –valga la salvedad– también haya mucho tilín, tilín y nada de paletas, como mejor lo expresa la sabiduría popular.
Este proyectar y archivar planes de manera olímpica, convencidos de que poco importa porque las palabras se las lleva el viento y el papel puede con todo, va minando la credibilidad en las administraciones públicas y sus representantes de turno, y genera apatía y pérdida de respeto en la comunidad. Los ciudadanos también juegan un rol en este cultivo de propuestas no cumplidas, ya que unos por ingenuidad, algunos por intereses personales y muchos otros por falta de compromiso permiten que estos dudosos proyectos avancen sin cuestionamientos y un seguimiento efectivo y duradero.
Tampoco es ese Jardín del Edén que sería la 10 el único pajarito pintado en el aire en El Poblado. Otros proyectos ambiciosos, como la sede comunal del sector de El Tesoro-La Ye, van por el mismo camino, como lo hemos alertado en Vivir en El Poblado. De ahí la importancia del trabajo de las veedurías ciudadanas, de las Juntas de Acción Comunal (JAC), de la Junta Administradora Local (JAL) y de los distintos colectivos y organizaciones sociales. Siempre y cuando estén libres de intereses mezquinos y electoreros, son garantes de que los proyectos se hagan, y bien hechos, y pueden ayudar a recuperar la confianza, fundamental en la construcción de una sociedad más amable y armónica.