/ Rosana Arizmendi
Vecinos, ¿sabían que en septiembre del año pasado los 193 países de la Asamblea General de la ONU aprobaron los objetivos que, de aquí al 2030, llevarán al mundo por el camino del bien? O sea, ¿por el camino del desarrollo sostenible?
Aunque sé que bastante se ha hablado de esto, me da la impresión de que no todo el mundo está familiarizado con el tema (por ejemplo, mi entorno familiar y amical – con excepciones, of course) y, por eso, los vuelvo a mencionar por aquí. Son conocidos como los ODS (por lo de Objetivos de Desarrollo Sostenible) y, como dato curioso, les cuento que Colombia fue quien inicialmente los propuso y promovió en el mundo a través de la labor de Paula Caballero, actual directora senior de medio ambiente y recursos naturales del Banco Mundial.
En total, son 17 objetivos (tranquilos, no los voy a mencionar todos) que abarcan temas tan diversos, pero, tan fundamentales y relacionados entre sí, como la educación, la pobreza, el cuidado del planeta y la solidez de las instituciones, entre otros. Releyéndolos para escribir este artículo, el objetivo 6, que es garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el saneamiento para todos, me hizo pensar en que en Medellín tenemos una de las mejores aguas de Latinoamérica y aquí, lo único que tenemos que hacer cuando tenemos sed, es abrir la canilla, llenar un vaso y cha chaaa, listo el pollo. Para nosotros es una acción tan cotidiana y tan fácil que seguramente muchos nos tomamos el agua del grifo por sentado. Sin embargo, vecinos, el agua potable es un recurso precioso y fundamental, al cual, hasta abril de este año, no tenían total acceso 29 municipios de Antioquia (ni el 16% de la población mundial).
El agua de Medellín es potable porque EPM la purifica y potabiliza después de embalsarla en las represas de Piedras Blancas, Ríogrande II y La Fe, que son las que abastecen a nuestra ciudad. Pero, ¿y de dónde sale el agua que forma estos embalses? Pues de ríos y quebradas que, lo más probable, es que hayan iniciado sus viajes en las montañas; específicamente, en los páramos (como el de Belmira).
Los páramos son ecosistemas de alta montaña (es decir, se encuentran entre los 3000 y los 4500 m sobre el nivel del mar) y solamente ocurren en 5 países en el mundo: Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Costa Rica. Colombia tiene el 60% de estos ecosistemas (tenemos tremendos paramotes) y, ¡el 70% del agua del país proviene de ellos! “¿Cómo así?” se estarán preguntando… Pues, es que resulta que los páramos tienen una vegetación (ejemplo: los frailejones) y unos suelos muy característicos que permiten que en estos ecosistemas se absorba y almacene mucha agua (hay plantas que absorben hasta 40 veces sus peso en agua) y que, por lo tanto, en ellos nazcan muchos ríos y quebradas que, después de recorrer grandes distancias y ser sometidos a tratamientos varios, van a saciar nuestra sed (y a lavar nuestra ropa, a cocinar nuestros alimentos y a limpiar nuestros dientes y nuestros pelos).
Desafortunadamente, los páramos se están deteriorando, como tantos otros ecosistemas del país. Entre el cambio climático, que está aumentando la temperatura de los lugares en los que se encuentran los páramos (y, por lo tanto, afectando a plantas y animales que viven en ellos), la minería, que está agotando los recursos y contaminando el agua, y la expansión de la frontera agrícola, que lo que hace es convertir páramos en potreros o en cultivos de papa, pronto lo que tendremos serán paramitos en vez de paramotes. Bastante alarmante la “situa” si recordamos que, ¡nuestra disponibilidad de agua depende de ellos!
Teniendo en cuenta todo lo anterior, así como el hecho de que 1 litro de agua de la que sale por la canilla, en Medellín vale 2 pesos en promedio (no, no me equivoqué, son 2 pesos), mientras que 1 litro de agua embotellada vale 2000 pesos en promedio (1000 veces más), me parece sensato que en la ciudad afirmemos todos al unísono: “¡Somos muy afortunados!”. También me parece sensato que nos esforcemos todos por conservar y proteger los ecosistemas que nos proveen agua (esto, by the way, hace parte del ODS 15: Vida de ecosistemas terrestres, el cual busca promover su uso sostenible, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y frenar la pérdida de la diversidad biológica), porque o sino, como se dice por ahí, nos vamos a quedar todos mirando pa’l páramo.
¡Salud, vecinos!