Tres huertas, dos urbanas y una en el municipio de Barbosa, son una de las estrategias de la Alcaldía de Medellín para atender a los habitantes en situación de calle. El proceso de la siembra como símil del cambio que pueden dar quienes se acojan al programa.
Por Claudia Arias Villegas / [email protected]
“Yo habitaba en las calles y las calles traen muchos perjuicios, en especial la pérdida de los seres queridos. En la granja nos apoyan con sicología, trabajo social, convivencia, para aprender a vivir en comunidad, es duro, pero posible. En un proyecto como estos vemos que no es tanto lo individual, sino lo comunal, y mientras más personas hay, más aprendemos a convivir. Uno viene de la calle muy intolerante, con los ánimos bajos”.
Diego Alonso Piedrahíta tiene 38 años y cuando visitamos la granja Somos gente 1 de la Secretaría de Inclusión Social de la Alcaldía de Medellín llevaba tres meses allí. El consumo de sustancias lo tenía viviendo en la calle y apenas vio la oportunidad de tomar un rumbo diferente, no lo dudó. Es uno de los programas para la resocialización de H en situación de calle, a través de granjas agropecuarias.
Las granjas 1 y 2 están ubicadas en San Cristóbal, conocido por su vocación agrícola; la 3 está en Barbosa, entre todas tienen 350 cupos. El programa inició en 2016 con la granja 1, dirigida a hombres entre 18 y 40 años, con un modelo cerrado –50 usuarios viven y trabajan allí–; la 2 y la 3 son mixtas y reciben personas hasta los 59 años, la 2 con modelo semiabierto –los 50 participantes van durante el día y luego duermen en hoteles que les ofrece la Alcaldía–; y la 3 con modelo cerrado como la 1, tiene capacidad para 250 usuarios.
Cultivar la tierra para cultivarse a sí mismo
Juan David Montoya Mesa, coordinador general de las granjas 1 y 2, operadas por la Fundación Salvaterra, explica que el programa está basado en el concepto de ecología humana. “Usamos la siembra como una metáfora de la vida de quienes ingresan; así como ellos encuentran una tierra árida y con su trabajo se dan los frutos, lo mismo pueden hacer con sus vidas”.
Las granjas no son un centro de rehabilitación. Si bien muchos llegan con adicciones y si quieren dejar el consumo se les apoya, el programa no está enfocado en ello. Además de agricultura, allí pueden estudiar y también reciben capacitación en ebanistería, bisutería o alfabetización digital y participan en actividades deportivas.
Como les dice Juan David, todo lo que reciben es gratis, pero no regalado; están allí por su voluntad y se comprometen a asumir responsabilidades en distintos frentes: en la cocina, con los animales o en actividades culturales. Para obtener un cupo en una de las granjas los interesados deben pasar un período en Centro Día –otro de los programas de Inclusión Social–, asistir 21 días seguidos y participar en todas las actividades, luego, si resulta el cupo, pueden ingresar.
“El tiempo de estadía está previsto en unos seis meses. Hay una etapa inicial de 30 días para que cada quien determine si la propuesta se adapta a sus expectativas”, anota Juan David.
Cultivar, vender, encontrar un camino
Quizás algún lector se haya topado con una lechuga rotulada con la marca Somos gente en algún Éxito de la ciudad, pues desde hace un tiempo los productos de la granja 1 se comercializan en estos almacenes: lechuga romana, crespa, cogollo y cebolla llegan desde San Cristóbal. Más allá de un asunto económico, se pretende crear un reconocimiento sobre el programa y que exista corresponsabilidad, pues los habitantes en situación de calle no son reto exclusivo de la Alcaldía: empresa y ciudadanos pueden aportar.
Cada quince días algunos de los usuarios de la granja visitan uno de los almacenes y comparten con los clientes la procedencia de los vegetales de Somos gente, que además son orgánicos. Así mismo los huevos pueden conseguirse en los mercados campesinos de La Presidenta.
Hasta ahora cerca de 350 usuarios han pasado por la granja 1, con 168 casos de egresos exitosos, con reintegro a sus familias y opciones de trabajo. Para Juan David el balance es positivo y recoge el aprendizaje de la Alcaldía en años de atención a esta problemática: “Es una apuesta por la ecología humana y la corresponsabilidad de la persona y su familia”.
Jorge Herrera Uribe de 35 años sabe que es cierto, pues tras cinco meses en el programa, se ganó una convocatoria para quedarse como empleado en la granja 1: “Recuperar mi familia y el empleo que tengo ahora es lo mejor que me ha pasado”.
¿De calle o en calle?
Según un estudio del Centro de Estudios de Opinión de la Universidad de Antioquia, “habitante de la calle es la persona de cualquier edad, que generalmente, ha roto en forma definitiva los vínculos con su familia y hace de la calle su espacio de vida. Habitante en la calle es la persona de cualquier edad, que hace de la calle el escenario propio para su supervivencia y la de su familia”. Según el censo de la entidad (2010), el más reciente que se tiene, Medellín tiene: Habitantes de calle: 3.381. Habitantes en calle: 20.971..
“Evitar un problema mayor”
Un grupo de vecinos de El Poblado tiene un grupo de WhatsApp para trabajar unidos en la solución de problemas. Sobre los habitantes en situación de calle, sienten que a raíz de los operativos hechos en el Centro, ha habido un desplazamiento a la comuna 14.
“Queremos evitar que un problema hoy menor crezca, por eso más de 30 vecinos, trabajamos con apoyo de la Gerencia de El Poblado para atender la situación. Una de las dificultades más grandes es que por un lado está la atención de la policía, inmediata, pero puntual, y por otro la de la Secretaría de Inclusión Social, que por poco que se tarden cuando llegan ya esos habitantes de calle se han movido”, anota una de las comerciantes del grupo quien pidió reserva de su nombre.
Luz Ángela Álvarez Henao, de Inclusión Social, explica que es claro que hay zonas de la ciudad con esta problemática más acentuada, y que en El Poblado han identificado más a los recicladores, a quienes cuidan los carros y hacen alguna actividad en los semáforos.