“Me inspiran las imágenes”
Escritor de ficción, diseñador gráfico, ilustrador, dibujante y publicista, Pacho Lara es uno de esos talentos de Medellín que trabajan sin pausa y sin ínfulas
Pacho Lara ni es Pacho ni es Lara. Su nombre es Saúl Álvarez, pero desde niño y sin motivo su hermano mayor lo puso Pacho y hasta el sol de hoy. En cuanto al Lara, fue con este segundo apellido con el que decidió firmar sus cuadros cuando vivía en Bélgica. “Me quedaba mucho más fácil y gráficamente, era más bonito. Cuando volví a Medellín lleno de cuadros hice una exposición en la Cámara de Comercio y como todo era Lara, Lara, Lara me fui quedando así. Es como mi alter ego, como un heterónimo”. Y como en su vida todo confluye en la literatura, de inmediato recuerda al poeta portugués Fernando Pessoa, quien firmó sus escritos con 73 nombres diferentes.
¡Qué problema!
Pacho Lara es tan discreto con sus talentos que para muchos no es más que diseñador gráfico, pero lo cierto es que también es editor, publicista, pintor, ilustrador, poeta, atleta y escritor de ficción, destacado, por cierto, pues obtuvo en 2001 el premio de cuento de la Cámara de Comercio con “Recuentos” y luego se ganó la Tercera Convocatoria de los Premios Alcaldía de Medellín con la novela ¡Otra vez! En total ha publicado cuatro libros de cuentos -uno de ellos electrónico- y dos novelas. Además tiene a Marginalia, un blog de literatura, y a Ficción La Revista, una publicación digital que hace con su amigo Sergio Herbiet.
“Tengo un problema gravísimo y es que leo los textos que escribo después de un tiempo y me gustan”.
Si eso es problema, también lo es ser polifacético. “Es que los publicistas no consideran que yo sea publicista porque hago otras cosas, los pintores no consideran que yo sea pintor porque hago otras cosas, los diseñadores gráficos no consideran que yo sea diseñador gráfico por la misma cosa y los escritores tampoco, entonces yo acabo siendo nada”. Lo dice con risa y sin preocupación, fiel a ese estilo suyo en que poco lo angustia. “Para mí es más bien una ventaja. Todas esas cosas me divierte hacerlas”.
Entre trotar y crear
Para escribir siempre se ha inspirado en las imágenes. “Cuando empecé a pintar, los cuadros que hacía debían contar una historia, pinturas muy figurativas con títulos tan largos que parecían cuentos”. Precisamente sus escritos más recientes en su blog, la serie Testigos urbanos, “nacen de personajes que me encuentro en la calle, por las aceras, que están en el piso por deformaciones del cemento, del asfalto, por manchas que forman caras con expresiones; los fotografío y escribo textos alrededor de ellos, de esa personalidad que tiene el sujeto”. Así mismo, hoy escribe varios cuentos basado en las ilustraciones de un artista catalán.
Con la misma disciplina y placer que escribe, Pacho Lara también trota y corre maratones. “Escribir y trabajar en cuestiones creativas es como un ejercicio de deportistas de alto rendimiento. El atleta que para, tiene que empezar de cero para volver a coger el ritmo, la cadencia, la resistencia, y lo mismo sucede con la literatura, con la producción de imágenes. Por supuesto que uno trotando se cansa y llega un momento en que no aguanta más, pero tiene un encanto particular y es la misma exigencia que tiene escribir literatura”.
Independiente y errante
Saúl Álvarez nació en Bogotá ocho días después del bogotazo, muy cerca del lugar donde asesinaron a Gaitán, y como tenía espíritu aventurero vivió en Londres, en Bruselas y hasta en Caracas antes de asentarse en Medellín a mediados de los 80. “En mi casa había siempre una motivación para salir a conocer el mundo, mi mamá era muy viajadora y no se quedaba quieta en ninguna parte”.
Buena parte de su independencia la desarrolló en un colegio en Funza, donde estudió interno el bachillerato. “Aprendí a vivir solo y a tomar decisiones solo. En el 71 me fui solo para Europa. El mundo estaba ahí y yo quería irme a otro país”. Pero antes, a los 17 años, hizo sus primeros pinos como publicista en agencias de Medellín y Bogotá.
En Inglaterra y en Bélgica estudió inglés, francés, aprendió a hablar flamenco, fue cajero de restaurante, vendedor de ferretería, telefonista de hotel y hasta chef, de lo que no tenía ni idea; y estudió dibujo, pintó murales, ilustró revistas, vendió cuadros y trabajó en agencias de publicidad. No tenía intención alguna de regresar a Colombia y cuando ya prácticamente “me estaba volviendo belga” se enamoró de la antioqueña Luz Elena Castrillón y decidieron probar suerte en Medellín. “Si nos va bien nos quedamos y si no nos devolvemos”. Y aquí están desde el 87.
Su sueño es seguir escribiendo y hacer de sus publicaciones digitales una actividad rentable. Mientras tanto seguirá ganándose la vida como diseñador gráfico, dejando su sello y sensibilidad de artista en publicaciones que se distinguen por su buen gusto.