Lo que los gerentes de empresas no podemos olvidar del caso de Jurgen Klopp.
Soy hincha del Medellín y soy hincha del Liverpool F.C., supongo que soy de esas personas que les gusta darse mala vida sin explicación alguna. Y aunque para muchos pareciera obvia la relación entre el título de esta columna y mis decisiones de preferencias futbolísticas, no fui yo quien pronunció estas palabras…aún.
Se trata precisamente del actual técnico del Liverpool F.C., Jurgen Klopp, quien, sorprendentemente, a finales del mes de enero comunicó que esta sería su última temporada al frente del equipo a pesar de tener todavía contrato vigente hasta junio del 2026.
En el mundo del fútbol y los deportes en general esto no tiene mucho sentido. Normalmente a los técnicos los echan, a los que fracasan y a los que tienen éxito y después fracasan. Son pocos los casos en los que los que los directores técnicos se van por su propia decisión; sobre todo si estás dirigiendo un club grande, en el que no tienes hacia dónde más crecer en términos del tamaño de los clubes. Muchas personas dirían que Klopp tenía el trabajo soñado y aún así un poco más de 8 años después ha reconocido no tener las energías para volver a iniciar otra temporada.
¿Qué tiene que ver esto con gerenciar o con emprender? Sin duda, absolutamente todo. En el mundo del liderazgo y de la gerencia existe un término que se conoce como “la soledad del poder”. Esta no es otra cosa que la cruda realidad que viven quienes están en la punta de un organigrama. En pequeña o gran medida cualquier líder o gerente de una organización experimenta esta sensación. Si estás al frente de un emprendimiento o empresa, o aspiras que eso suceda en algún momento de tu vida ten presente que ese camino hacia lo que muchas personas seguramente denominarían éxito está lleno de muchos sacrificios y sobre todo de mucha soledad. Situaciones que dificultarán sin duda que uno cuente siempre con la energía necesaria para estar al frente de un grupo de personas.
En otras palabras, si esto le pasa al técnico de uno de los clubes más grandes, en uno de los trabajos más deseados del mundo, ¿por qué no nos puede pasar a nosotros?.
Recientemente, con un grupo de líderes, aprendí que cuando tú lideras es porque quienes son liderados han depositado en ti no solo la confianza sino también una sensación de seguridad. Es decir, ocurre un intercambio, un gana-gana, entre ambos lados donde el líder recibe poder de decisión, autoridad y reconocimiento, mientras que el grupo de personas que es liderado recibe tranquilidad y seguridad de que serán guiados por el camino correcto que les permitirá mejorar ciertos aspectos de sus vidas. Si esto no se cumple una de las partes puede prescindir de la otra. Si quienes son liderados sienten o perciben que están siendo guiados en un camino errado, o que no están avanzando, o que están retrocediendo entonces encontrarán las maneras de reemplazar a quien lidera. Por otra parte, si el líder descubre que una o varias personas no ejecutan su visión y esto pone en peligro su autoridad o reconocimiento también el líder tendrá las herramientas para prescindir de quienes no avanzan en la materialización de su visión.
En una sociedad que no ha aprendido a abrazar la vulnerabilidad o, mejor dicho, que ve la vulnerabilidad como una debilidad, quienes lideran tradicionalmente se encuentran atrapados o atrapadas ante unos distintos stakeholders, ante quienes solo pueden usar estas tres palabras que, así no sean verdad, es lo que esperan escuchar de ti, y es: “Todo está bien“. ¿La junta te pregunta cómo va la empresa? Tienes miedo de decir que tienes problemas, porque te pueden reemplazar; entonces, dices que todo está bien. Tus empleados quieren saber si las cosas en la empresa marchan bien, no quieres perder a tus mejores empleados, y mucho menos generar pánico; entonces, les dices que todo está bien. Tus amigos o tu familia te preguntan:¿Cómo está la empresa? No los quieres preocupar, o crees que no van a entender o el ego no te permite decirles tus miedos, inseguridades o problemas; entonces, repites: “todo está bien“. Quieres levantar una ronda de inversión y tus potenciales inversionistas tienen dudas de sí eres la persona correcta, con el producto correcto, en el mercado correcto, en el momento adecuado. Es hora de decirles que ahora más que nunca: “todo está bien“.
Finalmente, quedamos atrapados en un lugar donde es difícil encontrar con quién desahogarnos, hacer catarsis, contar nuestros problemas, nuestros miedos, nuestros errores y ahí es difícil encontrar las motivaciones para seguir adelante. ¿Con quién nos podemos desahogar? ¿Quién puede entender nuestros problemas? ¿Hasta cuándo tenemos que seguir manteniendo una fachada intentando demostrar que todo está bien? No tiene sentido aspirar a ser un o una gerente con una fuente inagotable de energía equipada para recibir toda clase de malas noticias y adversidades y aún así seguir con la batería al 100 %. Como cualquier dispositivo u organismo necesitamos alimentarnos de una fuente para obtener energía, y dependiendo del uso que hagamos de la misma será más fácil o más difícil, más rápido o más demorado recargar energía en una siguiente ocasión.
Jurgen Klopp nos recuerda esto último, no importa qué tan buenos gerentes o líderes seamos, no importa qué tan soñado sea nuestro trabajo, no importa qué tanto éxito hayamos tenido en el pasado: se vale que se nos acabe la energía, se vale que a veces tengamos días en los que sentimos que no fluimos, se vale pedir ayuda, se vale descansar, se vale resaltar las limitaciones que tenemos y sobre todo, se vale renunciar incluso si eres la persona que fundó tu propia organización.
La perseverancia es una habilidad intrínseca a la hora de emprender, pero no tiene sentido hacer lo que hacemos si somos incapaces de encontrar balance en nuestra vida entre todas las dimensiones que la componen.