“Me crié, crecí y me levanté en el café”

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Jóvenes y familias cafeteras de Antioquia aprenden a producir un café especial

Juan José García creció en la Loma de Ochalí, en el municipio de Yarumal, en la finca de Rigoberto García, su abuelo. En los vagos recuerdos que tiene de cuando tenía dos años, aparecen él y Diana, su madre, cogiendo café.

Se levantaban en la madrugada y ella lo llevaba al cafetal, donde todos los días trabajaba. “Cogíamos café pa’ poder conseguir la comida y de eso hemos vivido todo el tiempo”, cuenta Juan José. Su “papito”, como le dice al abuelo, fue quien le enseñó a cultivar, recolectar, despulpar, lavar, secar y todas las tareas alrededor de la cosecha del café. A sus 16 años, tiene una cosa clara: “El café no lo deja morir a uno de hambre”.

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A unos 30 minutos del municipio de Briceño, está la vereda San Mateo y allí, en medio de un cafetal, la casa de Juan José. Llegó a vivir allá hace tres años, con su hermana Érika Yuliana, de 14 años, su hermano Cristian Camilo, de 9, cuando su mamá se casó con Saúl, un caficultor que heredó una finca donde también crece yuca, plátano y maíz. Cuando empieza la cosecha de café en agosto “hasta el más chiquito recoge cuatro cocaos”, comenta.

Juan José se levanta a las 4 am y se va a la parte baja de la finca, donde están la despulpadora, la marquesina, la fosa, la trilladora y el canal.

En este último lava el café que se dejó desde el día anterior y luego lo pone a secar en la marquesina. “La marquesina es como una cama de guaduas con una tela delgada, y ahí se deja el café secando parejito”, explica Diana, quien con una voz dulce describe el descanso agradable del café sobre la tela. A las 6 am, junto a otros caficultores, Juan José se va para el cafetal donde hay 20 mil “palos” de café. Cinco mil son suyos. Saúl se los regaló.

“¡Ya están grandes!”, dice. “Les cojo cosecha, recibo plata de ahí y le voy ayudando a mi mamá a salir adelante”. Al medio día, va a la casa por el almuerzo que Diana prepara para los trabajadores y se los lleva. Luego siguen cogiendo café y a eso de las 4 pm lo despulpan. Según la época, dedica sus horas al cafetal, a veces para desherbar, fumigar, trillar o abonar en el verano. La cosecha puede dar entre 35 y 50 sacos de café, de 125 kg cada uno, y durante el año tienen “graneos” de un promedio de 12 kg cada 20 días, los cuales forman “la traviesa” o cosecha pequeña.

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Pero el trabajo en el cafetal lo hace los fines de semana porque todos los días, a las 6:20 am, sale a estudiar. “A mí no me gusta dejar la escuela”, afirma. “Yo siento que el estudio es una base muy importante. Sí quiero tener algo de café, pero no me quiero quedar siempre ahí porque mi sueño es ser futbolista”, agrega. “A él le gusta mucho estudiar”, reafirma Diana, y recuerda cuando ella le enseñaba a escribir los números en un cuaderno.

Por eso le dice: “Estudie porque yo ya no tengo los recursos”. Entonces él, con viveza, le responde: “Lo que lo hace a uno hacer las cosas son las ganas, echarle ganas y ya. Y añade: “Porque yo no tengo muchos recursos, pero yo trabajo. Por ejemplo, yo siembro yuca y me saco hasta doscientos mil pesos”. Imagina que cuando ya no pueda ser futbolista debido a la edad, regresará al campo porque piensa que allí están las oportunidades. “Es que yo nací, me críe y me levanté en el café”, dice mientras se ve produciendo un lote grande y con su propia empresa.

Nueva Generación Cafetera

Juan José fue uno de los asistentes al segundo campamento de la Nueva Generación Cafetera que realizó recientemente la Gobernación de Antioquia en el municipio de San Jerónimo, como parte de su programa Antioquia Origen de Cafés Especiales en el que participaron 1000 jóvenes de 75 municipios cafeteros del departamento. “Queremos que las nuevas generaciones entiendan el mundo del café de una manera diferente, conozcan las posibilidades de este negocio y se sientan motivadas a continuar su producción”, expresa Yenny Velásquez, gerente del programa.

 

Juan José García, cafetero
Juan José García, cafetero

Aprendizajes de campamento

En el Parque Los Tamarindos los jóvenes hicieron un recorrido por diferentes estaciones: cultivo, industria y comercio, catación, barismo, tostión, emprendimiento y Tic. En ellas les enseñaron nuevas prácticas con la intención de que las repliquen en sus fincas. Entonces aprendieron sobre variedades de semillas, cómo hacer un germinador, cómo sembrar una chapola (plántula del café) en un almácigo y cuándo pasarla al terreno definitivo. “Yo no sabía que a un germinador que se hace con guadua no se le podía poner plátano porque se daña”, expresa Juan José. “Yo lo hago como Saúl me enseñó: corto cuatro vástagos de plátano, tiro eso en piedra y luego le echo arena. Nosotros no le metemos tanta curia y eso echa café parejo”. Es por eso que dice que aprendió nuevas cosas y complementó lo que por experiencia sabe.

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También aprendieron cómo preservar los atributos, que de una única materia prima pueden tener cafés ácidos, dulces o amargos, y que la tostión media (que se logra entre los ocho y los doce minutos y mediante la cual se distinguen hasta 1200 compuestos aromáticos) y la tostión media alta, son las recomendadas, teniendo en cuenta que la tostión alta es la que se usa para el café del mercado pero no es la más recomendable.

En las casas antioqueñas se aprendió a hacer el café o “tinto” con aguapanela, a endulzarlo con azúcar y a pensar que si la tinta es más negra es mejor, pues rinde más. Estas y otras costumbres, según los diferentes expertos que guiaron a los chicos en el campamento, hablan de nuestro desconocimiento de la cultura del café y su consumo. “La idea es que sean ellos quienes se tomen el mejor café del mundo”, expresa el catador John Vélez.

La catación, que consiste en la evaluación sensorial de las características del café

(fragancia, aroma, sabor, sabor residual, cuerpo, balance, dulzura, limpieza, uniformidad), fue otro de los espacios para que además de aprender a diferenciar un buen café de un mal café, evalúen el propio. “Un café es especial cuando conserva las características en sus tres momentos de prueba”, afirma el catador Alejandro Gallón.

Proyectos cafeteros

Con este campamento, ya son 2000 los jóvenes que hacen parte de la Nueva Generación Cafetera. Por desempeño se elegirán 500 de ellos para participar en dos campamentos más, donde profundizarán en las áreas de su preferencia. Allí formularán un proyecto de emprendimiento para presentarlo a entidades cofinanciadoras. También se creará una red de conocimiento digital donde podrán interactuar y compartir lo que hacen en sus fincas.

Además del campamento, los jóvenes y caficultores pueden hacer parte de la Escuela Café de Antioquia que se realiza con las alcaldías y cooperativas y que se espera llevar a los parques creativos.

Hasta el 1 de febrero de 2015 la Gobernación de Antioquia tendrá abierta la convocatoria a la tercera versión del concurso La mejor taza de café de Antioquia, al que se podrán inscribir las 85.200 mil familias cafeteras.

Antioquia Origen de Cafés Especiales

Estación TIC en el campamento en San Jerónimo
Estación TIC en el campamento en San Jerónimo

El programa Antioquia Origen de Cafés Especiales surgió al identificar que el café de Antioquia ha sido reconocido por su volumen comercial y no por su calidad. “Lo que hacemos es trabajar toda la cadena de valor desde el caficultor en su tierra hasta crear una innovadora taza de café”, explica su gerente Yenny Velásquez.

Con el propósito de mejorar las condiciones de vida de las familias cafeteras y posicionar el café de origen de Antioquia, se está realizando una investigación con la Universidad de Nacional (sede Medellín) para identificar las zonas en donde se encuentran las mejores calidades y acompañar el proceso de producción. Actualmente, 29 extensionistas han dado asistencia técnica a más de 5000 familias y capacitación en buenas prácticas agrícolas a más de 12000. Luego de tener el perfil del café de cada finca, este se ofrece al mercado.

Aunque las cooperativas son las intermediadiarias de los pequeños caficultores, se busca promover la relación directa del productor con el comprador y que el café no dependa del precio del mercado internacional, afirma Velásquez. “En febrero de 2014, en una subasta logramos que una familia de Caicedo negociara la libra de café en 15,50 dólares en un momento en que estaba a 1,50 dólares”, agrega.

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