McCartney, un concierto hecho historia
Un relato de primera mano del periodista de Vivir en El Poblado, Sebastián Mora.
Liverpool, Inglaterra, jueves 9 de febrero de 1961. Unos jóvenes Beatles hambrientos de fama se presentan por primera vez en el Cavern Club, el húmedo sótano donde meses más tarde su futuro manager Brian Epstein decidirá representarlos, y a la postre, conseguirles un contrato de grabación con EMI.
Sobre el escenario, uno de ellos acapara la atención, mientras interpreta con inusitada energía desenfrenadas versiones de “Long Tall Sally” o “Lucille”, éxitos de la estrella de rock estadounidense Little Richard.
Ese mismo hombre, ahora con cinco décadas más sobre sus espaldas y un arsenal inagotable de composiciones propias, está punto de subir a la tarima de El Campín, el estadio de fútbol de la capital de un país, del que admite poco conoce, pero que con su innegable don de showman se dispone a conquistar. Él es consciente de su relevancia. De esa presencia invisible que ha tenido con su música en la existencia de los más de 30 mil afortunados que esperábamos ansiosamente por su salida triunfal.
La entrada al estadio no fue sencilla. Desórdenes en las colas y una señalización deficiente, sumado a una leve llovizna, hicieron del ingreso a El Campín un verdadero calvario. Sin embargo, el placer de poder escuchar a lo lejos la prueba de sonido de McCartney y su banda (tocando temas que no hicieron parte del set list del concierto como la nostálgica “Penny Lane”, la ochentera “Coming Up” o la moderna “Only Mama Knows”) hizo la espera mucho más soportable.
Alrededor de las siete y media de la noche la lluvia desapareció por completo, mientras que al fin los asistentes iban ocupando sus lugares. Como política, y con la intención de evitar fallos potenciales en el sonido durante sus presentaciones por causas ajenas, McCartney no tiene teloneros. Su concierto en Bogotá no fue la excepción. Para ayudar a controlar la ansiedad de los fanáticos, se eligió un DJ para hacer remezclas y rotar la música de “Macca” y Los Beatles, incluyendo algunas versiones tropicales realizadas por otros artistas, que generaron algunas rechiflas por parte de los más puristas.
Finalmente, cerca de las ocho y media de la noche, en las gigantescas pantallas, ubicadas a los costados del inmenso escenario, comenzaron a aparecer imágenes de Paul, su vida, sus amigos, sus novias, su fallecida esposa Linda, sus álbumes, además de personajes representativos de las distintas décadas en las que el bajista y cantautor de Liverpool se ha mantenido vigente con su música.
De repente, las 436 luces multicolores por fin se apagaron y sutiles olas de vapor invadieron el escenario. Al prenderse, allí estaba en carne y hueso. El creador del concepto del revolucionario álbum Sgt Pepper, el beatle más beatle, el wing, el compositor de toneladas de canciones inmortales que, según de Guinness Records, lo han convertido en el más exitoso de todos los tiempos.
El ensordecedor rugido inicial del público se hizo aún más fuerte cuando sonaron los primeros acordes del tema de apertura, la psicodélica y electrizante “Magical Mystery Tour”, canción que Paul compuso para la controvertida película homónima de los Beatles, de finales de 1967. Tras la rockera “Junior´s Farm” de su época como comandante de Wings y previamente a la inconfundible “All My Loving”, McCartney se dirigió al público con su acostumbrado buen humor y las primeras frases en español que pronunciaría, de manera constante, durante la noche:“Hola, Bogotá; hola, Colombia; ¡buenas noches, parceros!”.
Una seguidilla de vibrantes números rockeros calentó a la audiencia: la supersónica “Jet”, su velada oda beatle a la marihuana “Got to Get You Into My Life, “Sing The Changes”- de Electric Arguments, disco grabado en 2008 con el productor inglés Youth, bajo el seudónimo de The Fireman-, “The Night Before”, “Let Me Roll It” (con un fragmento de “Foxy Lady”, a modo de homenaje a uno de sus tantos amigos, el fallecido guitarrista Jimmy Hendrix) y otra tonada del cuarteto fabuloso, “Paperback Writer”, que tocó con la misma guitarra utilizada en la grabación original.
De allí al piano. “The Long And Winding Road”, “1985” y “My Valentine”, dedicada a su esposa actual, Nancy. Para su alma gemela del ayer, Linda, “Maybe I’m Amazed”. Luego dio inicio un set acústico, en el que interpretó canciones suaves como “And I Love Her”, “Blackbird” o “Hope of Deliverance”, tema que Paul desempolvó para Colombia por sugerencia del músico bogotano Chucho Merchán, quien le contó que había sido un éxito en nuestro país en el 93. La reacción del público probó que Chucho no se equivocó.
Una tanda cargada de emociones, se vivió cuando McCartney cantó “Here Today”, el tributo que escribió para Lennon, a modo conversación, tras su asesinato en 1980; y “Something”, un estándar de George Harrison, para el que Paul se acompañó de un ukelele, el instrumento favorito de su difunto amigo.
“Band On The Run” devolvió a McCartney y su banda a la senda eléctrica y rockera, que tuvo una breve interrupción con el jovial reggae “Obladi-Oblada”. Las explosivas “Back In The USSR y “I’ve Got A Feeling”, demostraron las infravaloradas y no siempre reconocidas credenciales de Paul como un auténtico hard rocker.
Llegó el turno de los himnos épicos. Primero fue “A Day In The Life”, aquella colaboración igualitaria entre él y Lennon que muchos catalogan como la cima de su sociedad compositora. Le siguió “Live And Let Die”, el tema más famoso de las películas de James Bond y del que no pocos piensan que es original de Guns N’ Roses. Durante la interpretación de este éxito de Wings, se pudo apreciar un impresionante show de pirotecnia que les recordó a los asistentes el nivel del espectáculo que tenían delante de sus narices.
De la manga, McCartney sacó dos de sus composiciones infaltables: “Let It Be” y “Hey Jude”. La segunda de ellas, durante la extensa coda final en la cual el exbeatle hace participe al público, se escuchó como éste ordenaba que cantasen “solo los hombres (…) solo las mujeres (…) otra vez mamacitas…”, haciendo gala nuevamente de una pronunciación del español bastante adecuada.
Tras abandonar el escenario durante un par de minutos, regresó con una bandera de Colombia mientras que el tecladista Wix Wickens portaba una del Reino Unido. “Lady Madonna”, “Day Tripper” y “Get Back”, tres rocks de marca beatle prendieron la fiesta, interpretados en un momento de la noche, en que la capacidad de McCartney como multinstrumentista (su simbólico bajo Höfner lo reemplazó continuamente por guitarras eléctricas, acústicas, piano, órgano, ukelele y hasta una mandolina) y su resistencia en tarima se habían vuelto temas de conversación entre los asistentes.
Es innegable que su voz ha sentido el paso del tiempo, las notas altas no las alcanza con la misma facilidad de otras épocas, pero aún conserva su esencia y una calidad notable para un hombre próximo a los setenta años.
Venia va, venia viene, y para quienes no están familiarizados con sus shows, pareció que McCartney está vez sí se va del todo, y sin tocar su “Yesterday”. Pero él retornó con su guitarra acústica y revivió el clásico de clásicos para delirio de los presentes. El Höfner regresó a sus manos, McCartney puso en marcha el que es para incontables críticos y músicos, entre ellos, el ex líder de Oasis, Noel Gallagher, el primer tema punk de la historia, la corrosiva y salvaje “Helter Skelter”, obra maestra de Paul perteneciente al Album Blanco, publicado en 1968.
Aunque parezca mentira el show aún no terminaba ahí. El incansable músico comenzó al piano el mosaico de temas que creó para el álbum Abbey Road: “Golden Slumbers/ Carry That Weight/The End”. Cuando se aproximaba el momento de “The End”, abandonó los teclados y retomó la guitarra líder, para batirse en una lucha de solos con sus compañeros de banda Rusty Anderson y Brian Ray, como lo hizo en el estudio con John Lennon y George Harrison.
Todo pareció detenerse y una luz “solar” proveniente de la pantalla central encandiló el escenario, mientras McCartney cantó una de sus líneas más elogiadas, incluso por Lennon, quien la describió como cósmica: “And in the end, the love you take is equal to the love you make” (Y al final el amor que tomas es igual al que haces). Un cierre imborrable, para al denominado, con gran acierto, “Concierto de la Historia”.