Mauricio Jaramillo es un ingeniero forestal que estudia los árboles locales, uno a uno, y que nos acompaña, en “Vivir En El Poblado” con reseñas y conocimiento sobre ellos.
Puede suceder un domingo. O cualquier día de la semana. Mauricio Jaramillo, ingeniero forestal, hace una pausa entre las tareas del día y va a visitar a uno de los árboles mayores que están en Medellín o en algunos de sus municipios cercanos. Como árboles mayores se conoce a aquellos que ya llevan varias décadas en este mundo y cuyo valor es alto debido a varias razones: en ellos viven comunidades de insectos o animales, son creadores y protagonistas del ecosistema, absorben una cantidad mayor de dióxido de carbono o tienen un valor histórico para la comunidad.
Lea: Palmera de Senegal: una sobreviviente
Su deseo de aprender más sobre la naturaleza lo ha tenido durante toda la vida: creció con un papá jardinero con el que paseaba y del que aprendió el amor por las plantas y los árboles. Desde entonces, su interés por ellos sigue intacto.
Entre el consumismo y los ritmos de la naturaleza
Cuando se le pregunta a Mauricio Jaramillo por los incendios forestales o por los cortes de árboles mayores, en algunos puntos de la ciudad, explica que cada caso es específico. En general, cuenta que los árboles viven en un momento delicado del mundo en el que las personas están interesadas en adquirir más objetos. Muchos de ellos para crear apariencias o tener la máxima comodidad.
Cuenta (sin ánimo de juzgar, dice) que esto tiene un problema: todo lo que compramos viene de la naturaleza. Y a la velocidad que muchas personas en el mundo están consumiendo y comprando objetos, ella no alcanza a satisfacer todas esas necesidades. Por esta razón, hay desiertos latinoamericanos que se están llenando de ropa que nadie compra y que no se vendió en la temporada. O hay ciudades donde los árboles mayores son escasos porque los talaron para construir edificios.
Dice que en algunos sectores de la ciudad, la comodidad, como valor principal, hace que muchos cambien de carro con frecuencia o que una familia tenga varios automóviles que se usan de forma permanente. Esto tiene implicaciones para la naturaleza: se necesitan muchos litros de agua, minerales y combustión, para satisfacer todas estas necesidades.
Le puede interesar: El algarrobo de Vizcaya
Además del aumento en las temperaturas globales que esto produce, el desequilibrio entre lo que la naturaleza puede producir y la necesidad de consumir que guía a muchos lugares del mundo, esta situación también tiene incidencia en los árboles, en los bosques y en los ecosistemas. En la naturaleza, todo está conectado.
¿Cortes justificados?
Como parte de su trabajo, Mauricio Jaramillo recorre la ciudad y revisa los árboles que tienen muchos años de edad o aquellos que por su aporte o historia son considerados patrimoniales. Sin desconocer el peligro que puede representar uno de ellos y sin caer en fanatismos, cuenta que en muchos de los casos, el corte de un árbol puede evitarse gracias a un tratamiento por parte de las autoridades y con ayuda de la comunidad.
Hace poco, los vecinos del Parque Santa María de los Ángeles, en El Poblado, se opusieron al corte de un árbol llamado falso caucho (“ficus elástica Roxb”) y que es uno de los elementos sobresalientes de ese parque. Hace unos días fue analizarlo y descubrió “evidencias de episodios lamentables de roturas de ramas asociados a malas o nulas prácticas de manejo”.
En este caso, considera que es posible “encontrar una solución para cada una de estas ramas que conlleve a minimizar o reducir cada uno de estos riesgos”. Está convencido de la posibilidad de diseñar y ejecutar los correctivos que sean necesarios para permitir que este “hermoso y poderoso árbol pueda continuar participando activamente de la vida del barrio”. Podas y amarres para evitar caídas de las ramas y observación por parte de los expertos y encargados son algunas de las acciones que propone este ingeniero forestal que cree en el poder de las personas. Para cuidar los árboles, conocerlos y detener la tala por parte de aquellos que no tienen paciencia para tratarlos o que buscan talarlos para construir el próximo edificio.