< Antonio Vargas, gerente Parques del Río Medellín
Decía el escritor antioqueño Tomás Carrasquilla en 1919, refiriéndose al otrora río Aburrá, hoy Medellín: “El Aburrá es un humilde, un ignorado, un agua sin nombre. Como los buenos y sencillos trabaja en silencio y en la oscuridad, y trabaja ¡Dios lo sabe! Él riega y fertiliza los campos de esta villa que quiso darle un nombre”. Del Aburrá no solo ha cambiado el nombre sino el entorno. Tal vez lo único que sigue intacto sea su nacimiento como riachuelo afable en el Alto de San Miguel, en el municipio de Caldas.
¿Medellín sin su río? Sería como pensar en lo impensable. Sin embargo, la ciudad ha sido ingrata; así haya crecido alrededor de él y gracias a él, le ha dado la espalda: el río es botadero de desechos, vertedero de agentes químicos y escombros. Sólo en época navideña pretendemos cambiarle la cara; lo adornamos con miles de luces de colores y figuras gigantescas y nos volcamos sobre él, pero al empezar el nuevo año y apagarse las luces, diciembre con su alegría pasa al olvido y con él, el río. Vuelve entonces a ser lo que en realidad es: una cloaca.
Juan David Hoyos y Sebastián Monsalve
Afortunadamente hay quienes lo piensan y sueñan diferente. Es el caso de Latitud Taller de Arquitectura y Ciudad, grupo ganador del concurso público internacional que pretende devolverle al río Medellín todo lo que se le ha quitado. En cabeza de los arquitectos Juan David Hoyos y Sebastián Monsalve, Latitud Taller visualizó al río como una gran aula ambiental, un lugar de encuentro y disfrute ciudadano, por eso en sus orígenes el proyecto se denominó Parque Botánico.
Dice Sebastián que este nombre inicial cautivó al exigente jurado compuesto por siete personas: tres colombianos (Martha Fajardo, fundadora de la Sociedad Colombiana de Arquitectura y Paisajismo; Jorge Pérez, director de Planeación de Medellín, y Luis Fernando Arbeláez, exdirector de ese despacho) y cuatro extranjeros (el español Ginés Garrido, ganador del concurso del proyecto Madrid Río; Peter Rowe, graduado en la Universidad de Melbourne y exdecano de la Graduate School of Design de Harvard; la austro-argentina Laura Spinadel, profesora invitada en Harvard, y el venezolano Manuel Delgado, ganador del diseño del Parque Verde Metropolitano de Caracas). “Al jurado le llamó la atención el manejo ambiental y la claridad, pues no es lo mismo cuando llamás un proyecto Parque de las Esculturas o Parque Vial que cuando lo llamás Parque Botánico, porque con ese nombre encontrás una relación ecológica ambiental contundente”, dice Sebastián, y agrega que el jurado también se interesó “en la sencillez y la tranquilidad con que el proyecto abordó la ciudad”.
Al hablar con Sebastián y Juan David se intuye que el proyecto ahora llamado Parques del Río Medellín, se gestó como se observa el nacimiento del río, de forma apacible y sin pretensiones mayores a las de devolverle a la ciudad parte de su vida, que es el río mismo y todo lo que pasa a lo largo y ancho de él cuando la atraviesa de sur a norte.
Dejan claro que su idea no surgió a partir de la convocatoria. Era pasión de vieja data. “Cuando uno habla de un proceso hay que ser coherente con algo, y es que todo viene de pasiones, obsesiones o cosas que a uno le interesan demasiado”, dice Sebastián. “No es que en el concurso haya nacido la idea ganadora, sino que nosotros desde hacía cuatro años veníamos en un recorrido y una aproximación a temas contundentes de ciudad. Eso lo hemos hecho caminándola, entonces cuando uno llega a abordar un proyecto así, se pregunta qué es lo que la ciudad necesita. Y la respuesta es: lugares de estancia, lugares de esparcimiento. Por ejemplo, nos gusta mucho ir a Ciudad del Río y tirarnos en la manga, otro lugar como ese no existe en la ciudad. También me gusta mucho el Jardín Botánico”.
Habrá que esperar a que la voluntad política de esta y futuras alcaldías se mantengan con esta propuesta de ciudad que ya comienza a tomar forma. Más de 200 personas trabajan todos los días en duras jornadas que exceden las ocho horas tradicionales, para que en el 2015 la ciudad pueda ver el primer tramo del megaproyecto construido, algo más de dos kilómetros de intervención entre las calles San Juan (44) y 33. Mientras se avanza en el diseño, en el terreno se adelantan tareas como una serie de apiques, que son perforaciones en suelo, además del conteo de árboles, de afluentes que llegan al río y de vehículos que circulan por las vías circundantes.
Una vez finalizada la construcción de este tramo, la ciudad va a poder ver una gran plaza de eventos y en el costado occidental del río un parque verde. Para sus creadores, “este va a ser el primer detonante del proyecto y a partir de ahí comenzarán a pasar muchas cosas en la ciudad”.
Integrantes del grupo Latitud Taller de Arquitectura y Ciudad
Estos jóvenes, que no sobrepasan los 30 años, tienen a cuestas no solo el diseño arquitectónico de Parques del Río, sino lo que a futuro implicará para la ciudad. Su sueño es precisamente concretar su sueño de que la ciudad sea una gran aula ambiental, un lugar para educar de manera didáctica a las futuras generaciones. Saben que la ciudad le ha hecho mucho daño al río, y creen que para saldar la deuda hay que volverlo a sus orígenes, convertirlo de nuevo en un río limpio, rodeado de la fauna y la flora que se devastó para darle cabida a otro sueño de ciudad que ahora se convirtió en una pesadilla.
Sobre el otrora Río Aburrá también dijo Carrasquilla hace más de un siglo: “… Por arriba o abajo del ´puente de Colombia´ te invadía los domingos la estudiantina bárbara. Era la horda anfibia que trasegaba todo el día de tus riberas a tus corrientes, de tus arenales a tus bosques; un juego de aguas y un zambullir perpetuo entre las hartadas de naranjas y los atracones de guayabas…”.
Ojalá las futuras generaciones, puedan hacer lo mismo.