En su blog titulado “Detrás de Interbolsa”, Alberto Donadío, abogado, periodista, columnista y autor de cuatro libros sobre crisis financieras, –entre ellos Cartel de Interbolsa, recientemente presentado en Eafit–, describe las compras por miles de dólares en artículos lujosos en el sur de la Florida, efectuadas por un hijo de Víctor Maldonado, quien es considerado uno de los mayores protagonistas en la especulación de repos de Fabricato que desató el escándalo y descalabro de Interbolsa.
Aunque no es comparable el monto de los gastos del hijo de Maldonado con la responsabilidad de su padre ante el fondo Premium (más de 20 millones de dólares), como bien lo expresa Donadío es inevitable pensar en aquellos inversionistas comunes y corrientes que hoy llevan ocho meses sin recibir capital ni intereses o que, en el mejor de los casos, han recibido fracciones de lo que tenían.
Por eso, el jefe del Partido Liberal y representante a la Cámara, Simón Gaviria, hizo en días pasados un llamado al Gobierno Nacional y a la Superintendencia de Sociedades para que persiga los bienes de los accionistas del Fondo Premium y de Interbolsa, Rodrigo Jaramillo, Juan Carlos Ortiz y Víctor Maldonado, con la misma vehemencia con la que realizó la extinción de dominio a bienes de David Murcia Guzmán para reparar a las miles de víctimas afectadas en el desfalco.
Las víctimas, que en esta ocasión pertenecen a los estratos más altos, tal vez por vergüenza (como lo admitió una de ellas en la presentación del libro de Donadío) han mantenido sus protestas y casos privados. Vivir en El Poblado habló con tres de ellas. Son pérdidas distintas, en contextos familiares y situaciones económicas diferentes, tanto antes como después de la intervención a Interbolsa, pero con un elemento en común: mujeres por encima de los 50 años que ya habían cumplido con una buena parte de sus obligaciones en la vida.*
*Nombres cambiados por solicitud de las tres fuentes
Confiar en exceso
Ana María Rincón lleva muchos años divorciada. Ha vivido de un sueldo modesto y se ha ocupado de sus dos hijos, ambos discapacitados. Eso ha sido el motor en la vida de Ana María; asegurarles un futuro si no pueden valerse por sí mismos y asegurarse de que en su ausencia no tengan que depender de nadie. Para fortuna suya, en 2007 recibió de un pariente una herencia y por consejo de un familiar, conocedor del tema financiero, llevó la plata a Interbolsa para que la renta le permitiera vivir un poco más tranquila y holgada. Su asesora en Interbolsa, cuenta Ana María, se ganó el corazón de ella y de la familia. En 2011 le recomendó pasar la plata de acciones a fondos, lo cual hicieron gradualmente. Los dividendos se incrementaron, también gradualmente, de 800 mil pesos a 4 millones de pesos. “Por fin podía vivir tranquila, yo no soy de derroches pero tampoco tengo deudas, entonces era muy suficiente, tenía todas las necesidades básicas cubiertas”, dice.
Ana María nunca había tenido inversiones y no tenía ni el conocimiento bursátil ni financiero para determinar si algo podía estar mal. Ahora ha oído comentarios de otras personas que, palabras más palabras menos, le dicen “de eso tan bueno no dan tanto”, pero en su momento, incluso al recomendar el fondo en el que ella tenía su plata a otras personas, nadie dijo nada.
La misma semana en la que estalló el escándalo, Ana María le había pedido plata a su asesora para cambiar de carro pero ella le dijo que no era el momento adecuado. Dos días antes de conocerse la noticia volvieron a hablar, esta vez por iniciativa de la asesora, quien llamó a Ana María para decirle que los rumores que circulaban sobre la iliquidez de la firma eran falsos y que no debía preocuparse si llegaba a oír algo. 48 horas más tarde, Ana María, que no había oído ningún rumor, supo por las noticias lo que sucedía.
Lo que continuó fue el enterarse de movimientos de su dinero en acciones colombianas en Panamá, en Tes del fondo de Luxemburgo y en repos de Fabricato, y, sobre todo, el descubrimiento de su profundo desconocimiento del tema, que la obligó a confiar en exceso en su asesora. “Pasamos de tener una plata sana a ser casi lavadores porque ellos no nos dijeron que teníamos que llenar formularios para declarar plata en Panamá, y ahora estamos declarando sobre plata de la que no recibimos dividendos”.
El tema se ha vuelto desgastante: hay que regresar a trabajar después de, como lo expresa ella, habérsele apagado ese chip y estar desconectada del mundo laboral, tratar de entender la compleja maraña de lo que sucedió en Interbolsa, reunirse con otras víctimas, abogados, aceptar que los asesores, quienes recibían 30 % de comisión por captar fondos, están de primeros en la lista de acreedores por salarios, y pensar qué hacer con la plata cuando la recupere después de haber perdido toda fe en el sistema financiero. “Muchos comisionistas nos buscan a las víctimas para ofrecernos inversiones AAA reguladas por la Superintendencia Financiera y de Sociedades. ¿Superintendencia? ¿Eso para qué?”.
Ni con cautela
Gloria Londoño y sus hermanos heredaron la casa de sus padres en Bogotá. La propiedad fue avaluada en un poco más de 400 millones de pesos. Decidieron vender la casa y poner la plata a rentar para que con esos ingresos la madre de la familia pudiera vivir en un hogar adecuado para la edad y los cuidados que necesitaba. Gloria, la mayor de la casa, investigó varias alternativas para invertir la plata. “Hice la tarea. Averigüé qué opciones teníamos, qué recomendaba la gente que sabía del tema y realmente la mejor opción era Interbolsa”. Así fue como decidieron llevar los 400 millones a esta firma en abril de 2011. Como no quería perder el capital decidieron invertirlo en un fondo que se vencía en marzo de 2013 y poner los dividendos en un segundo fondo a 90 días, que generaba dividendos para llevar a un tercer fondo que estaba a la vista (disponible en cualquier momento). Con los ingresos de ese tercer fondo sufragarían los gastos de la madre y de la hermana que vivía con ella.
Cuenta Gloria que en algún momento su asesora en Interbolsa le ofreció enviarle la plata a un fondo en Bahamas donde le rentaría más plata. Gloria prefirió consultarlo con sus hermanos y llegaron a la conclusión de que dinero que no estuviera en Colombia podría generarles problemas cuando quisieran retirarlo. Además no había quedado claro cómo declararían impuestos sobre ese dinero, así que optaron por rechazar la oferta y quedarse con una inversión que rentara menos plata pero que fuera más segura. Como es obvio ya, eso no los protegió mucho en la quiebra de la firma comisionista.
Cuando se anunció la liquidación de Interbolsa a finales de 2012, Gloria pensó que, dado que su inversión grande se vencía en marzo de 2013, para esa fecha ya le habrían devuelto todo. Los primeros dos pagos que recibió fueron de 90 millones cada uno. Esos 180 millones en la fiducia de Bancolombia no le rentan los suficiente para cubrir los gastos mínimos que cubrían anteriormente. El tercer pago fue de tres millones y el cuarto de 45 mil pesos. Así, a más de siete meses de la noticia, Interbolsa no le ha pagado ni la mitad del capital. “Yo sé que los intereses de esa plata desde el año pasado no existen pero espero que el capital no se pierda. He oído de personas y organizaciones que perdieron casi cinco mil millones de pesos y eso no se compara con nuestra inversión, pero era todo lo que teníamos para sostener a mi mamá y a mi hermana”.
Los extremos de pérdidas
Ocho meses después del desplome público de Interbolsa, medios nacionales revelaron que el salario mensual del presidente de Interbolsa, Rodrigo Jaramillo, sumado a bonificaciones, pasó de 59 millones de pesos en el año 2009 a 169 millones de pesos en 2012.
La desproporción es aún más abismal cuando se compara con el ahorro de toda la vida de Marta, una empleada doméstica que trabajó 50 años en una casa de El Poblado. Unos años después de jubilarse, su empleador le dejó en herencia unos cuantos millones de pesos, que junto a los ahorros de su trabajo sumaban 35 millones de pesos. Por recomendación de familiares del empleador fallecido, Marta llevó la plata a Interbolsa para recibir dividendos en lugar de gastarse el capital. “Ella casi se muere cuando supo lo que había pasado”, dice Carmenza Arango, pariente del empleador de Marta y, a su vez, víctima de Interbolsa.
“Me salvé por un pelo”, dice Carmenza, “pero esa plata en Panamá con Interbolsa, que parece que nunca estuvo en Panamá, creo que está más perdida que el hijo de Lindberg”
Carmenza siempre ha manejado con sus tres hermanas (todas entre los 50 y 60 años) la plata que heredaron de su madre. Una de ellas se encarga de los detalles y las decisiones menores, pero siempre han tomado juntas el mismo camino, para bien o para mal. La plata se la entregaron a Interbolsa y a un corredor de bolsa independiente, cercano a la familia. Con el segundo, los dividendos fueron muy altos durante varios años. Hace un poco más de dos años la plata se esfumó y el corredor se suicidó.
En Interbolsa la plata estaba en acciones, créditos, CDTs y en una inversión que la asesora de la firma les explicó que sería en Panamá. Esta última figura de inversión se mantuvo durante tres años. Anterior a eso, una parte de la plata personal de Carmenza había estado en Proyectar Valores. A finales de 2011 su asesora en Proyectar renunció y se fue a otra comisionista. Desde su nuevo trabajo llamó a Carmenza y le dijo que sacara la plata de Proyectar y que la llevara donde quisiera pero que lo hiciera pronto. Carmenzá decidió hacerle caso y tres días más tarde se anunció la liquidación de Proyectar. “Me salvé por un pelo”, dice Carmenza, “pero esa plata en Panamá con Interbolsa, que parece que nunca estuvo en Panamá, creo que está más perdida que el hijo de Lindberg”. De la intervención a Interbolsa, Carmenza se enteró por las noticias. Llamó a sus hermanas y a la asesora, quien manifestó estar tan sorprendida como cualquier otro con la noticia. Ahí empezaron las reuniones, asambleas, papeleo y llenar toda la documentación para hacer traslados de fondos recuperados lentamente a otras firmas. “No podré olvidar la recomendación de la asesora que en ese momento nos dijo que tuviéramos cuidado con el lugar donde llevábamos nuestra plata, porque si esto le había pasado a Interbolsa, cualquiera seguía”.
Ahora los dividendos son mínimos. Las acciones y los cdts no rentan mayor cosa. “Poquito pero seguro”, dice Carmenza, quien agradece estar pensionada junto a su marido y no depender de los intereses de la plata “congelada” en Interbolsa para llevar una vida tranquila.
Cada una de estas tres mujeres conoce al menos a otras tres personas o familias afectadas, en diferentes grados, por la especulación desmedida de unos pocos. Cuando a esto se agrega lo que tanto se ha dicho de lavado de activos y evasión de impuestos, solo queda por recalcar la necesidad urgente de una mayor transparencia en el sistema financiero, no solo en su comunicación adecuada con entes reguladores sino con el público y clientes inversionistas. Después de esto, ¿con qué confianza llevar dinero a una nueva entidad financiera?