Marta Elena Bravo Betancur, una mujer que ha aportado en la construcción de las políticas culturales del país.
Por: Juan Pablo Tettay De Fex / [email protected]
“Que cada día vivido sea importante, que cada día uno logre entusiasmar a la gente”. Palabras que hoy repite Marta Elena Bravo Betancur cada vez que puede. Ella, que se ha dedicado su vida entera a pensar y entender la cultura de Medellín, Antioquia y Colombia, reflexiona hoy sobre el propósito de su existencia. “Lo aprendido en el hogar, de los amigos, de los estudiantes… todo eso me hace pensar que tengo una obligación con la vida de devolver todo ese conocimiento”.
Estudió Filosofía y Letras en la Bolivariana. Luego, viajó, amplió sus horizontes y, al regreso, trabajó como jefe de relaciones humanas en Fabricato. “Allí aterricé todo lo que había aprendido, fue pasar de lo etéreo a lo terrenal”. Aprendió a formular proyectos culturales y a impactar a la comunidad.
Luego, pasó a la academia, primero a la UPB y luego a la Nacional. “Y me pregunto, si no hubiera estado en la universidad pública, ¿qué hubiera hecho?”. Para ella, el ambiente académico fue alimento: “es un hecho de cultura dinámico en el que confluyen diversidad de disciplinas”.
Esa suma de experiencias la llevó a ser parte de la formulación del Plan Nacional de Cultura 2001-2010 y el Plan Estratégico de Cultura 2006-2020 para Antioquia. “Estar en esos equipos de trabajo me permitió entender la diversidad de nuestros territorios”. Y en una metáfora musical, compara ese trabajo con una polifonía en la que se escucharon infinidad de voces, manifestaciones e ideologías en diálogo que le permitió compartir con el otro.
Así, pudo estar de cerca de la creación cultural, de entender cómo los demás expresan el mundo; y de la memoria, “que es cuando esa creación cobra sentido”.
Dice que su camino ha sido afortunado, pues ha encontrado pistas que le han dado luces para entender el desarrollo cultural. Y acá es fundamental, además, entender su visión particular de la cultura: “es la huella que el hombre va dejando al crear y recrear; es la capacidad de mirar, pensar y sentir con los ojos del corazón”. Y dice, también, que no puede separar lo cultural de lo social y de lo educativo. Y allí se entiende lo importante de su legado, de una idea de contribuir, de emocionar, de transmitir… “si se tienen las herramientas, ¿por qué no compartirlas?”, concluye.