En 24 años al frente de Antioquia Presente, se encargó de canalizar la solidaridad para atender cada tragedia. Las acciones eran puntadas que trascienden la reconstrucción de una vivienda.
Por Daniel Palacio Tamayo / [email protected]
A Margarita le gusta tejer. De hecho es una de las actividades a las que se dedicará tras su salida de Antioquia Presente. Pero al fin de cuentas no es nada distinto a lo que prestó su ser y su saber en los últimos 24 años. Las primeras puntadas en cada tragedia eran “reconstruir la vida”, “devolver la esperanza”, “garantizar la dignidad”, hasta que se recuperaba el tejido social de esas comunidades que lo perdieron todo tras un sismo, una inundación, un deslizamiento o el accionar de las armas.
A su salida, Margarita Inés Restrepo siente que deja un trabajo al que se entregó por completo. En el último día de empalme, algunas personas se resistieron a despedirla para no romper en llanto.
Tal fue su entrega que, confiesa, desayunaba de pie para poder atender varios frentes. Ahora, con más reposo, se quiere dedicar a descansar, para lo que ya compró una hamaca donde espera leer poesía; a dictar clases y a hacer recorridos de ciudad para enseñar a leer el entorno de una comunidad.
Las tragedias no se anuncian, por eso hasta en las vacaciones tenía que estar atenta a cualquier calamidad. En diciembre de 2010, recuerda cómo, mientras recogían recursos para los damnificados del invierno, los organismos de socorro salieron de urgencia a atender el deslizamiento de La Gabriela, en Bello.
“Es más difícil ese otro tejido, una casa se construye”, dice. En algunas tragedias, como en Salgar, reconoce que hubo desconfianza con el trabajo de Antioquia Presente. Pero recuerda que al finalizar la intervención les dijeron que “la reconstrucción de los seres humanos fue más importante que la reconstrucción física”.
También sucedió en Haití, donde en Villa Colombia se le permitió a esa comunidad elegir, por ejemplo, el color de las fachadas de sus casas y dejar una capacidad instalada por medio de una comunidad religiosa para aprender de panadería.
No concibe cuando alguien quiere limitar el valor de la solidaridad. “Nadie tiene el derecho de decir ‘no hay solidaridad’, antes necesitamos que se estimule”, dice esta mujer que se resiste a dejar de tejer comunidad.