Del 29 de septiembre al 2 de octubre, Santa Fe de Antioquia vive el Candela Festival, un evento para probar lo mejor de la gastronomía de este municipio.
A tamarindo, candela y tamal agrio saben las calles de Santa Fe de Antioquia. Preparaciones que van más allá de la bandeja paisa, de la pizza y la hamburguesa que tanto gustan a los turistas. Las cocinas de este municipio colonial están llenas de ingredientes y preparaciones tradicionales que se pierden en el afán de los viajeros por una comida rápida y conocida.
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Con la idea de visibilizar estas delicias y a quienes la preparan nace el Candela Festival, un festival gastronómico que, del 29 de septiembre al 2 de octubre, busca, por un lado, mostrar a los visitantes y locales que Santa Fe de Antioquia tiene una amplia tradición gastronómica que vale la pena visibilizar; y por otro, mostrar la rica oferta de restaurantes que se encuentran no solo en el casco histórico, sino en otros barrios de la Ciudad Madre.
Conozca la historia de dos matronas, portadoras de tradición, que deleitarán con sus productos este fin de semana.
Tamales Doña Mira
María Isabel Villa salvaguarda una receta que es única en Antioquia. El tamal santafereño, también conocido como tamal agrio, tiene un secreto en su masa: “Se hace con naranja agria y con chicharrón molido”, explica María Isabel, tercera generación dedicada a la producción y comercialización de este típico plato. Ella carga con el legado que dejó su madre, Argemira Cano González, quien murió hace cinco años. Entendiendo la importancia de que la receta perdurara en el tiempo, María Isabel se volcó de lleno al negocio familiar, en el que antes trabajaba solamente los fines de semana.
Argemira, doña Mira, como la conocían, aprendió desde muy pequeña a cocinar. Cuenta su hija que ella, que nació en el campo, tuvo que migrar a la cabecera municipal de Santa Fe de Antioquia por culpa de la violencia. Allí fue criada por su abuela y una tía que tenían en el marco del parque principal un hotel y un restaurante. “Allá mi mamá aprendió todo lo que sabía de cocina”. Y una de las recetas que nunca olvidó, fue la de los tamales. Con el pasar del tiempo, Mira tuvo que empezar a trabajar y encontró en la cocina su mejor sustento. Se hizo conocida por los tamales, hechos con la receta tradicional de este pueblo ubicado en las riberas del río Cauca. Pero no era lo único que vendía: los fines de semana recorría el parque principal cargando pasteles y papas rellenas.
María Isabel creció viendo a su mamá cocinar. Y, casi sin pensarlo, se aprendió de memoria la receta que hoy sigue dándole su sustento. Mientras estudiaba, los fines de semana le ayudaba a doña Mira a cocinar. Luego, empezó a trabajar en el sector financiero, pero no dejó de cocinar junto a su mamá. Fue por ello que cuando Mira murió, pensó que ella era quien tenía que continuar el legado. Al principio, intercalaba el trabajo con la cocina, pero, poco a poco, la demanda de tamales fue tal que tuvo que renunciar y dedicarse a Tamales Doña Mira de tiempo completo. Hoy su papá es su mano derecha, y su hija, que es enfermera, le ayuda cuando no está trabajando.
Tamarindo Jeyfer
Mary Luz Correa fue siempre muy rebelde. La única forma que su madre tenía para controlarla era teniéndola a su lado. Así fue como aprendió a procesar, transformar y comercializar pulpa de tamarindo. “Heredé de mi madre el oficio de pulpera”, dice hoy con orgullo. Y a su vez, su mamá había aprendido de su abuela. Sin embargo, hubo un momento de su vida en el que Mary Luz no quería ser pulpera, no quería vender sus productos en los buses o en el pueblo. Por eso decidió estudiar, y después de trabajar como auxiliar administrativa entendió que su misión era preservar el legado de su madre y su abuela. Hoy es también guardiana de la semilla de tamarindo: “El árbol está en vía de extinción en la subregión -explica-. Cada vez que van a hacer una finca o una parcelación, lo primero que tumban son los tamarindos”. Esta fruta, que es originaria de África, encontró en los suelos de Santa Fe de Antioquia un ecosistema ideal. “Es bosque seco tropical, pero la cercanía a fuentes hídricas hace que el fruto sea más grande y carnoso”.
Mary Luz no solo produce pulpas, ha innovado con productos como salsas para carnes, para helados y concentrados para sodas saborizadas. Comparte su conocimiento sin egoísmo, pensando siempre en que mientras más personas transformen el tamarindo, más se conservará el cultivo. “En Santa Fe de Antioquia somos 200 familias las que trabajamos en esta industria”, explica. Y le preocupa que cada vez es más difícil encontrar frutas y, por ello, cada vez el bulto es más caro. “Hay un desinterés por la preservación del tamarindo y otros árboles frutales de la zona”. Mary Luz ha tocado las puertas de diferentes entes públicos y privados para que creen proyectos y programas que permitan, precisamente, la conservación de un fruto que es esencial para la economía y la gastronomía del municipio.
Hoy, los tamarindos de Mary Luz son reconocidos como unos de los mejores de Santa Fe de Antioquia. Ella lleva la tradición con mucho orgullo. “Trabajo por ser siempre la mejor y sobresalir con lo que hago”, dice. Y, desde ya, se asegura de que sus hijas continúen con su legado pues les ha enseñado todo lo que viene con el oficio.