Transcurridos poco más de cinco meses desde que entró en vigor la ley 1696 de 2013, que endurece las sanciones a los conductores en estado de embriaguez, es hora de hacer un pare o alto en el camino y revisar qué ha sucedido con esta.
Por los lados de la Secretaría de Movilidad la Medellín las noticias son positivas, pues pasado el tiempo han visto cómo la ley ha logrado variar significativamente las cifras. Luis Guillermo Mejía, líder del programa logístico operativo de la Subsecretaría de Seguridad Vial, de la Secretaría de Movilidad, comenta: “Observamos que a partir de la entrada en vigencia de la ley, los conductores se están absteniendo aún más de conducir en estado de embriaguez. En comparación con el mismo período del año anterior (diciembre-mayo) tenemos una disminución de cuarenta y uno por ciento en accidentes con embriaguez”.
Vino y empleo: siguen afectados
Mientras en la Secretaría de Movilidad restan en su balance infracciones a conductores ebrios y accidentes con embriaguez, los dueños de bares, restaurantes, discotecas y demás lugares del entretenimiento restan pero del dinero que por la venta del licor entra a sus cajas registradoras. Si bien consideran esta norma como necesaria, también la califican como exagerada. Para Dislicores, una de las mayores distribuidoras de vinos y licores de la ciudad, los cinco meses de vigencia de la ley ya comenzaron a sentirse en forma.
Según su director de eventos especiales, Luis Fernando Valencia, la ley ha afectado las ventas de la distribuidora: “En nuestras tiendas Dislicores Store hemos identificado un decrecimiento en nuestras ventas del treinta y cinco por ciento, especialmente en la zona de El Poblado. Es muy sencillo, anteriormente en un restaurante se podían vender diariamente doce o catorce botellas de vino, hoy, se venden, si acaso, dos, y hay días en que ninguna”.
Otros, como Luis Guillermo Orjuela, director ejecutivo de la Corporación Zona Rosa, quien hace algunos meses destacaba las bondades de la ley, ya se atreven a decir: “La 1696 se ha convertido en una ley talibán; necesita urgente una revisión, que haya unos límites donde las personas se puedan tomar una o dos copas sin ser penalizadas, creo que con la ley se fueron al extremo”.
Por su parte, Diego Restrepo, miembro de la junta directiva de la Corporación Zona Rosa y del Tour Gastronómico, comenta que si bien “el sector aplaude la Ley y no está en contra de ella porque es benéfica, oportuna y Colombia se sintonizó con el mundo en el tema de la prevención de los accidentes de tránsito, hay que reconocer que es extrema, fue sancionada sin ningún rigor, sin estudios técnicos y sin hacer mediciones, por ejemplo de las implicaciones en el empleo”. Sustenta su afirmación con el argumento de que “las ventas de los establecimientos han rebajado en un cuarenta por ciento, por ende, cuando las ventas se ven afectadas, este impacto se traslada directamente hacia el empleo y los puestos de trabajo, estos han disminuído entre un quince y un veinte por ciento”.
En la FLA: efecto menos drástico
Mucho más optimista es el gerente de la Fábrica de Licores de Antioquia, Fernando Restrepo, quien considera que el impacto de la ley 1696 para la licorera no fue tan abrumador: “En destilados, las ventas nuestras pesan más o menos un sesenta por ciento en lo que se llama el canal tradicional, es decir, la tienda, el mercado de barrio, la cantina, etcétera; más o menos un diez por ciento está representando en la venta a grandes cadenas de supermercados, otro diez por ciento en licoreras y el veinte por ciento restante se refiere a lo que es on premise, es decir, el licor que se vende en bares, restaurantes, discotecas. En esa porción de on premise sí identificamos una caída en ventas del veinte por ciento, en los otros canales la caída fluctúa entre el tres y el cinco por ciento” y añade: “Eso significa que no fue tan duro el impacto, y que el efecto de la ley le ha pegado y afectado más a los licores que se toman acompañando comidas, es decir, el vino, la cerveza y los cocteles”.
Mientras unos se muestran molestos y preocupados y otros no tanto, es preciso entender que toda norma trae consecuencias y, en el caso de la ley 1696 de 2013, estas apenas empiezan a medirse por parte de los directamente involucrados por la venta o el consumo de licor. En manos del Gobierno Nacional y el Congreso estaría una posible modificación.