Una de las charlas que mayor interés concentró en el Hay Festival de Medellín, el pasado enero, fue la de la investigadora Jennifer Ackerman, autora, entre otros, de La sabiduría de los búhos. Una historia natural de las aves más enigmáticas del mundo, libro del que habló en este evento y, aunque asistió de manera virtual, esto no impidió que contagiara a los asistentes con el ímpetu que le da la pasión por estas aves fascinantes.
¿Qué tienen los búhos para que nos cautiven tanto?, ¿Por qué ejercen tanta influencia en la imaginación humana? ¿Son inteligentes? ¿Actúan solo por instinto o son curiosos e ingeniosos? Son preguntas que dan inicio a este volumen publicado por Planeta en su sello Ariel, y que convoca al lector con la riqueza de su información y con su escritura clara, contundente, que hace lupa en estos seres únicos cuyos ancestros vienen del tiempo de los dinosaurios.
Jennifer Acker- man aseguró que escribir este libro fue para ella una experiencia mara- villosa, pero nada fácil. Ella ha sido una observadora de las aves, tanto así que también es autora de El ingenio de los pájaros (Ariel) y La conducta de los pájaros (Ariel), volúmenes que la dieron a conocer y que marcaron su carrera. Ahora, regresa con un nuevo título y lo hace con la pasión y el rigor de la investigadora, sin ocultar la seducción que ejercen sobre ella.
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Los búhos, dice, tienen ojos inmensos comparados con su cuerpo, son de tonalidades amarillas, muy brillantes y penetrantes. Su mirada es hipnótica. Son capaces de percibir la más mínima luz, por sus retinas ricas en células. Su cabeza redonda es giratoria. Todo lo que capturan en el cerebro es visual, lo trasladan a imágenes, explica la escritora estadounidense.
Señala que su velocidad impresiona cuando detectan una presa. Algunos, como los búhos de largas orejas, cazan por oído, con una sensibilidad mayor para escuchar el más mínimo sonido, por su enorme capacidad para capturar las ondas.
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Tienen una gran facilidad para adaptarse a nuevos entornos, lo que no ha evitado que se les considere seres en riesgo, por eso, hay grupos de investigadores en diferentes institutos que cuidan de ellos y los estudian con dedicación. Para escribir este libro, ella se unió a algunos de estos grupos, a los que pertenecen científicos voluntarios que indagan sobre su evolución, sus migraciones, su comportamiento, la manera como se aparean y cazan. “Me gusta ir detrás de los científicos en el campo… Me vuelvo como un ave”, afirma Jennifer al recordar esos momentos previos a la escritura de este libro.
Del libro La sabiduría de los búhos
Esto dice la escritora e investigadora Jennifer Ackerman: “En muchas culturas, los búhos son considerados mitad pájaros, mitad espíritus, un cruce entre lo real y lo etéreo…”. “Los griegos creían que un búho volando por encima del campo de batalla auguraba la victoria”. “El mito navajo de Nayenezgani, el Creador, recuerda a la gente que tiene que escuchar la voz del búho profeta si quiere conocer su futuro”. “Los aztecas consideraban a los búhos como símbolo del inframundo, y para los mayas eran los mensajeros del Xibalbá (el lugar del espanto)”.
Hoy existen unas 260 especies de búhos. Habitan el planeta desde hace miles de años, sobreviviendo con su inteligencia y su fuerza interior. Seres depredadores, rapaces habitados por la furia y la dulzura; son tiernos y feroces; brutales y divertidos, tal vez esto hace parte de la fascinación que han ejercido a lo largo de la historia. Su sensibilidad, afirma Ackerman, no tiene paralelo con el mundo animal; su anatomía es un prodigio de la naturaleza.
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Durante la charla en el Museo de Arte Moderno de Medellín, ella no solo mostró imágenes en primer plano de estos seres alados, sino que permitió a los espectadores escuchar algunos chillidos y ululatos, delicados o muy fuertes; algunos son llamados de se- ducción para el apareamiento, otros, como una batalla verbal. Tienen un repertorio amplísimo en su canto y con propósitos muy específicos. Sus sonidos son tan individuales como una huella digital, afirma la autora.
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Sus plumas son aterciopeladas, su vuelo irrumpe con delicadeza cortan- do el aire. Los ven como los reyes del cielo y de la noche. Estas aves noctur- nas son esquivas, se mueven sin ser vistas. Son silenciosas, no hacen ruido con sus grandes alas y siempre están como a la espera. Logran mimetizarse entre árboles y arbustos y entre el ramaje de los bosques.
No todos los búhos viven en nidos, algunos, incluso, hacen cuevas como si fueran topos. Sus nidos pueden ofrecer singularidades casi artísticas, pues usan distintos objetos para de- corarlos. Son padres las 24 horas del día, cuidan a sus crías con extrema dedicación, y aún pasados cinco o seis meses de nacidas están atentos a ellas. Incluso, pueden adoptar huérfanos de otros búhos.
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Han ejercido una gran fascinación en distintas culturas; son vistos como un asombro de la naturaleza, como parte de algo más grande que nos maravilla, dice. Los antiguos griegos los vieron como un símbolo de sabiduría; los egipcios, como seres protectores, re- lacionados, también, con la intuición y el conocimiento. Habitan bellos di- bujos japoneses; están en las pinturas de hace treinta mil años de la cueva de Chauvet, en Francia. Los vemos en Los Caprichos, de Goya, y en algunos grabados de Pablo Picasso. Como seres de la noche, representan el misterio, lo insondable; en algunos lugares, se les teme como un mal presagio.
¿Qué nos revelan sobre nuestra historia? En el poder que emanan y evocan nos vemos, señala Jennifer Ackerman, convencida de que los bú- hos emiten un mensaje que nos invita a estar despiertos a las maravillas del mundo. Ellos nos hablan de cosas más grandes que nosotros. Son silencio, sigilo, escucha. Estos amos de la no- che tienen mucho que enseñarnos. En su vuelo aterciopelado, en su mirada de grandes ojos, hay sabiduría que in- funde respeto. En ellos percibimos un indicio de existencia completamente distinta, el lado oscuro de la que nosotros poblamos, afirma la investi- gadora y divulgadora científica.