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“El tiempo es perfecto y me ha ido llevando y enseñando”, cuenta Flora Martínez, la reconocida actriz de cine y televisión, quien regresa “con todas las pilas puestas” al escenario de un teatro con su obra “En el corazón de Flora, una oda a la vida”, el martes 12 de agosto en el Teatro Metropolitano a las 8 pm. También se presentará en Bucaramanga, Barranquilla, Bogotá y Cali.
Sobre la obra asegura que “es una mezcla”. Cuenta también que es “algo novedoso, lindo, sencillo, pero con mucho fondo, que creo que es lo importante. A veces se hacen unos despliegues muy grandes, pero en el contenido no hay nada. Entonces esto es ir a lo inverso, que haya todo el contenido”.
El presente de Flora
Un vertiginoso ascenso a la fama en su adolescencia consagró a Flora Martínez como una de las actrices más importantes del país. Sin embargo, ella cuenta que, a raíz de su edad, nunca pudo asimilar completamente la situación. “Como arranqué tan chiquita y se me fueron presentando tan rápido la fama y el éxito, me lo bebí todo así a borbotones, hasta que fui a Nueva York (en el 2000) con veinte años y me di cuenta de que estaba pasmada de tanta vida”.
Sin embargo, ahora sabe cómo lidiar con el reconocimiento público y ha construido una vida más allá de los muros que, a veces, le imponía su carrera. “Creo que estoy mejor que nunca”, asegura. “Me pude dar el tiempo de estudiar, después fue el nacimiento de mi hija dentro del matrimonio tan lindo que tengo, que ya tenemos nueve años juntos, y ahora es el momento en el que ya se ha recorrido tanto y se sabe que lo importante no es ni la fama ni tantas cosas externas, sino lo que uno vino a decir y hacer en este planeta”.
“Era un paso que necesitaba dar”
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“En el corazón de Flora, una oda a la vida”, además de ser su reencuentro con las tablas, es una obra que se caracteriza por la autonomía y el empoderamiento de Martínez con su arte, quien trasciende la actuación e incorpora sus escritos y el canto a una experiencia sensorial, que está lejos de ser un monólogo, un musical o una mera dramatización. Y que, más bien, es una intromisión respetuosa y controlada por la cabeza de la actriz.
“Este es el momento en el que tomo control y digo ya no más, hay que hacer algo”, manifiesta. “Y empieza la obra y comienzo a sacar esa voz a través del canto, de la actuación misma, la escritura. Es lo que quiero hacer de aquí hasta el día en que nos vayamos”, complementa.
“Era un paso que yo necesitaba dar para salirme de esos personajes en los que sentía que no estaba diciendo nada”, dice. “Por eso la obra está en primera persona y me di la oportunidad de hablarle de frente al público”. Además, usar el canto, que según Flora Martínez, “es directo, no hay artificio. Toca abrir el corazón y la garganta y dejar que salgan el alma y el sentimiento”.
“La música te va llevando”
“En el corazón de Flora, una oda a la vida” cuenta con otro actor fundamental. José Reinoso, esposo de Flora Martínez desde hace 9 años, es un reconocido músico de jazz de Uruguay, y acompaña a la actriz con su piano a medida que avanza la obra.
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“Él es el otro personaje que hay en penumbra y va dibujando toda la banda sonora. La música en la vida es lo que te va llevando y te contiene. Y eso es lo que él está haciendo. Él contiene toda la obra con una banda sonora que va cambiando en cada cuadro”, cuenta Martínez, quien además asegura que “lo más bello de él es su versatilidad. En el piano va del blues, al jazz, al bolero. Para mí es un privilegio que un músico como él me acompañe, después de estar con las figuras que ha acompañado”.
No obstante, recuerda que el proceso “fue muy difícil, pero menos mal lo hicimos, porque ahora es una delicia. Ya superamos todas las posibles complicidades que pueda tener una pareja y aprendimos a compartir el escenario juntos. Y él lo ha hecho con mucho amor”. Reinoso ha tocado con Andrés Calamaro, José Luis Perales, Luz Casal, Victoria Abril, entre otros.
“Dejarse hipnotizar por mi”
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La obra está construida a partir de textos escritos por Flora Martínez, que son reflexiones sobre diferentes temas, en los cuales ella despliega su complejidad artística y personal. “En la obra se ven muchas facetas, porque uno es mucho de todo. A uno le enseñan que uno solo es esa persona, pero somos ilimitados. Es un obra de exposición en pequeños momentos, como si fueran pequeños fragmentos de conciencia”.
Martínez insiste en que la obra debe abordarse desde una perspectiva sensorial e irracional. “Una de las cosas que pienso que más se parecen al arte son los sueños”, comenta. “Y los sueños no tienen ninguna lógica ni estructura. Son sensaciones. Llevarlos por un viaje de sensaciones y percepciones. Es como dejarse hipnotizar por mí, y que yo los lleve a mis sueños”.
Por otro lado, quienes asistan a la obra, se encontrarán con una creación carente de estructura. “Uno de los daños de la educación que hemos recibido, es que muchas veces nos censura y nos hace limitarnos sin darnos cuenta. Yo he sido una persona muy desestructurada, a mí no me dejaron terminar el colegio. Y digamos que todas esas limitaciones que a uno le pueden poner en lo que uno debe hacer, pues no las tuve. Y obviamente, a la hora de hacer un espectáculo, la estructura del “inicio – fin” no está. Pero creo que eso también está muy lindo”, explica Martínez.
“Es desestructurarnos un poquito y volver al corazón. A vibrar un ratico. Olvidarnos de la cabeza y sentir. Esa es la invitación”, concluye.