Dos amigos y llegar por un tatuaje

Para Miguel Zelaes y Jerson Jara, un tatuaje no es solo una marca en la piel, sino una razón para viajar. Desde Virginia (EE. UU.) hasta Medellín, han hecho del arte corporal una excusa para reconectar con una ciudad que los inspira por su paisaje, su gente y el talento de sus tatuadores.

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Para algunos es un capricho, una consigna para no olvidar, un sueño cumplido, una marca innecesaria, un deseo tal vez fugaz. Para otros, es un lugar al que no hay que llegar, una decisión irreversible o un punto de esa lista que hay que marcar. Para Miguel Zelaes y Jerson Jara, un tatuaje es un giro en el camino, es un viaje en muchos sentidos, una oportunidad. 

Ambos nacieron en Perú y por temas que a veces trae la vida llegaron a Virginia, Estados Unidos. Allí trabajan y tienen armados los días: hay amigos, familia, un automóvil, un paisaje con río, trabajo, edificios con oficinas, parques tranquilos para descansar. 

Ambos estaban ahí cuando descubrieron la cuenta de Instagram de un tatuador que vive en Medellín y quisieron venir. La primera vez fue pura curiosidad. Ahora cuentan los días para volver, entre viaje y viaje. Y aquí están. “Me gusta venir a visitar amigos que hice aquí. Me encanta el paisaje, la bandeja paisa, ir a Guatapé, recorrer El Poblado y el arte que se ve en las calles. También me gusta el clima, aunque no tanto la lluvia”, dice Miguel Zelaes. 

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Y cuenta que llega, esta vez, para un tatuaje que tomará casi 3 días, es decir, casi todo el fin de semana. 

A su lado está Jerson Jara, amigo y quien descubrió a Medellín después de él: “Me gusta la amabilidad de la gente, el paisaje que se ve en esta zona cercana al aeropuerto (Oriente)”. Y explica un poco lo que significa para él tener y ver un buen tatuaje: “Me gusta el arte e identificarse con una figura que queda en el cuerpo”. Y cree que un tatuador bueno hace la diferencia: “Los tatuajes traen significados y me gusta cuando el tatuador tiene en cuenta los detalles, se enfoca en ellos, logra tatuarlos bien y entiende que es otra forma de arte”. 

Al preguntarles si ven aspectos especiales en los tatuadores que hay en Medellín, responden con claridad: “Aunque no los conocemos a todos, obviamente, hemos visto profesionalismo, cuidado y talento en varios de ellos”, dice Miguel Zelaes. Y a esto, agrega Jerson Jara: “Hemos conocido personas buenas que garantizan una experiencia segura, buena y entretenida”. 

Al preguntarles sobre temas o situaciones incómodas que ven en este lugar del mundo, se miran y sonríen, con cierta vergüenza: “Aunque nos gusta casi todo y nos alegra estar aquí, creo que este aeropuerto podría ser un poco más cómodo”, responde Miguel. Y es que por estos días en que conversamos con ellos, varios aviones llegaron al mismo tiempo y la fila de inmigración era extensa y lenta. Afuera, son escasas las sillas para esperar. 

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