En el ejercicio de liderar equipos de trabajo, permanentemente me veo avocada a mirarme en el espejo y a enfrentarme con mis sesgos, mis miedos y mis defectos. Esto me ha llevado a una búsqueda constante de herramientas e inspiración para abordar los desafíos y las oportunidades del liderazgo, y en el camino, del cual todavía me queda un gran tramo por recorrer, me ha parecido inevitable preguntarme sobre qué tipo de líderes deberíamos tener en gobiernos, empresas, academia o instituciones educativas y culturales, para hacer frente a las complejidades sociales, ambientales y económicas de un mundo en “ebullición global”.
Por eso, e inspirándome con mucho atrevimiento y poco rigor en el ejercicio hecho por Zoe Leonard en su poema I want a president, de 1992, hoy me lanzo a compartirles algunas de mis reflexiones sobre las características que me gustaría que tuvieran nuestros líderes, especialmente a la luz de la naturaleza sistémica y compleja de nuestra sociedad y nuestro planeta:
- Creo que es fundamental que quienes lideran comprendan y apliquen el significado de la palabra interdependencia, pues todo está conectado: el hambre con la violencia, la educación con la competitividad, la cultura con la diversidad e inclusión, la biodiversidad con la resiliencia. Quienes ejercen/ejerzan roles de liderazgo deben ser capaces de comprender e identificar conexiones, pues solo así podrán tomar decisiones lo más integrales posibles.
- Además de una mirada sistémica, me gustaría que los líderes tuvieran una visión a largo plazo, más allá de su ego y del reconocimiento: lograr transformaciones profundas, como las que necesitamos, requiere tiempo, procesos y trabajo colaborativo entre distintos actores. Esto implica tener claridad sobre los objetivos, humildad y disposición para construir con otros.
- Sin duda, necesitamos líderes valientes, que sean capaces de tomar decisiones difíciles, pero, sobre todo, que sean capaces de cuestionarse a sí mismos, de revisarse constantemente y de ser vulnerables. Me encantaría tener más líderes que reconozcan que liderar da miedo, que también se equivocan y que, además, no se las saben todas.
- Hilando con la anterior, quisiera que quienes lideran se rodeen de gente más “tesa” que ellos y que la dejen brillar, que la escuchen. Más mentes piensan mejor que una, y más perspectivas construyen mejores soluciones. Además, me parece esencial que los líderes sean buenos gerentes: para que una buena idea funcione, hay que saber cómo hacerla realidad.
- Finalmente, me encantaría que nuestros líderes nos inviten y ayuden a construir una narrativa basada en la esperanza, la posibilidad y la creatividad. El lenguaje moldea nuestra experiencia del mundo y, además, crea la realidad.
P.D: Estoy en continuo aprendizaje y no soy portadora de la verdad; sin embargo, deseo que esta columna pueda servir para inspirar o abrir conversaciones en torno a la necesidad urgente de (más) liderazgos que transformen nuestra sociedad. ¡Salud!