Algunas personas LGBT han escapado a las “terapias de conversión” o a las igualmente tenaces “terapias caseras”. Pero han lidiado con opresivos demonios interiores, como en el caso presente.
“… yo estaba en una reunión con mi hermano y mi novio; llegamos a la casa como a las dos de la mañana, y fui derecho a la cama de mi mamá, y le dije ‘madre, venga que tengo que hablar con usted’. Y me contestó: ‘Si quiere contarme que es gay mañana me cuenta que estoy tan cansada’”.
Le puede interesar: Comunidad LGTBIQ una tarea pendiente del sistema educativo
La historia es de Michael Restrepo Santamaría, y sucedió hace unos veinte años; hoy tiene cuarenta y uno. A los doce lo llevaron a consulta con sicóloga para establecer si era gay. Él lo sabía desde los cuatro o cinco años, porque sentía mayor afinidad con los niños. Nunca trascendió el concepto emitido por la profesional a la señora Santamaría, pues el tema murió ahí. A simple vista, Michael la tuvo fácil.
En la actualidad integra el primer consejo consultivo LGBT establecido en Envigado, como una instancia de participación ciudadana. Hace dos años fueron recibidos en la sesión plenaria del Concejo Municipal del 28 junio, día del orgullo gay, y por primera vez ondeó su bandera en la emblemática Casa Consistorial. En 2021 se repitió la historia; igual será este año.
Michael reconoce que en la institucionalidad local han ganado respeto, y hasta acceso a los centros educativos para dictar charlas de sensibilización. “Necesitamos que nos vean; nos han abierto espacios para compartir con la gente, enseñarles qué somos, mostrarnos, solo en esa forma se dan cuenta de que somos seres humanos”, afirma. Suman esfuerzos con las instituciones locales para proteger a personas vulneradas, maltratadas o insultadas por vestirse como sienten y quieren, y no como dice la heteronorma, precisa.
El joven Restrepo Santamaría se dispone a participar en el desfile conmemorativo del 28 de junio. No piensa usar un vestuario especial. “Yo no he sido de disfraces o de alguna indumentaria muy rara. De hecho, esto de pintarme las uñas lo hago desde hace un año. Siempre fui heteronormado, me comportaba muy macho, me vestía como macho. Y desde hace un año, por el ejercicio del activismo vengo explorando diferentes formas de vestir, de expresarme, pero por pedagogía, no de lleno ni por sentirme bien, ni que tenga necesidad de hacerlo”. Se gana la vida como cerrajero, al igual que tres de sus hermanos. Explica: “Por mi oficio visito varias casas al día, y en la semana un mínimo de diez personas me pregunta por qué tengo las uñas pintadas. Siempre les respondo: ‘Por tener las uñas pintadas, si luego me las despinto, ¿dejo de ser yo?’ Y a los señores: ‘¿Si usted se las pinta, deja de ser usted?’ Entonces los pongo a pensar. He buscado que mi incidencia, mi activismo sean desde ahí, enfrentando la sociedad con pedagogía”.
Otres, elles, todes
Explica que, en el intento por utilizar un lenguaje inclusivo, muchos se extravían. “Para mí es fácil: en esta charla yo he hablado en lenguaje inclusivo y no utilizo esas palabras”. Señala que ser incluyente no implica cambiar las letras, sino reconocer que hay personas con identidades diferentes: “Cuando hablo en forma incluyente me refiero a las personas. No digo elles. Tengo las herramientas verbales para poder usar este lenguaje, porque he leído mucho desde niño. No se trata de empezar a reemplazar todo”, advierte.
A propósito de las terapias de conversión, dice que en Colombia solo dos organizaciones, de las muchas que las promueven, han sido intervenidas; las demás permanecen invisibles. Pero no es fácil encontrar testimonios, debido a la condición de clandestinidad que manejan sus actores. Solo se atreven a hablar de ello quienes han avanzado hacia el activismo.
Relata que maneja un grupo dedicado a debatir temas LGBT, integrado por unas cuatro mil personas. “Me llega (virtualmente) gente al borde del suicidio, muchas veces por estas terapias de conversión. Me he convertido en una especie de sicólogo, con el apoyo de las organizaciones que trabajan para prevenir el suicidio (…); así he podido ayudarles”. En cinco años de vigencia del grupo, ha evitado que unas quince personas mueran por mano propia.
También dramático es el caso que podría llamarse de “terapia casera”, cuando son los padres de familia los que se empeñan en agotar prácticas con la pretensión de salvar a sus hijos “del abismo” de la diversidad sexual. No fue el caso de Michael, pues su familia fue receptiva y respetuosa. “Digamos que yo he pasado por las dos fases: crecí con dos hermanos casi de mi edad. Los amigos eran compartidos. Yo no tuve un grupo de gente gay con el cual compartir. Por la presión social, por encajar, llegué a tener numerosas novias”.
Una joven le hizo llegar al redactor un audio para contar que una amiga lesbiana fue obligada a asistir a una eucaristía organizada por la familia. La sorpresa llegó cuando el sacerdote agradeció a quienes ordenaron la ceremonia, y mencionó el nombre de la amiga, diciendo que oraban para que “se cure de la enfermedad”. Ante el reclamo a la madre, ésta contestó: “Sí, es para que te cures porque eres lesbiana”. En la actualidad la joven vive alejada de su madre, porque insistió con las golpizas, argumentando: “Si la Iglesia no te cura yo sí lo lograré, a los golpes”.
Una angustia muy, muy grande
La sicóloga Natalia Pérez Marín, especialista en asuntos de diversidad de género, explica que esta situación es el resultado de las prácticas históricas de nuestra cultura patriarcal. “Si un hijo o hija presenta comportamientos que se salen de la heteronorma, es un hijo desviado, que hay que reencausar”. Entonces refuerzan las conductas que creen más adecuadas para su sexo (que los niños se dediquen al fútbol, por ejemplo, y las niñas a actividades más artísticas o femeninas, pretendiendo así que cambien su elección de género).
“lo que encuentro (en los padres) es una angustia muy, muy marcada frente a la experiencia con sus hijos” Natalia Pérez Marín
Agrega que estos comportamientos obedecen a falta de información y de educación en asuntos de género. “Yo trabajo con comunidad LGTBIQ+ y en gran parte lo que encuentro (en los padres) es una angustia muy, muy marcada frente a la experiencia con sus hijos, cuando tienen elección de género que dista de su sexo, por desconocimiento, porque se patologiza mucho todavía, en la sociedad y en muchas familias, dicha opción”. Ahora bien, advierte que los efectos sicológicos son muy significativos, porque es desconocer la elección -como sujeto- del niño o de la niña. “Eso es como borrarlos, y ahí es donde llegan a mi consulta en estados de angustia, de depresión, con intentos suicidas, con cutting (cortes en piel), porque no logran construir su lugar en el mundo; se instaura en ellos una vivencia de rechazo, un conflicto muy significativo frente a lo que significa su identidad”.
Finaliza con un llamado: “Yo creo que aquí lo que se necesita es seguir educando en asuntos de género”.
En otro tópico, valga señalar que en Envigado se han registrado cinco homicidios seriales en los últimos ocho años, con iguales características: hombres mayores de sesenta años, que viven solos y aparecen en su cama, desnudos, torturados, con las manos atadas. Michael Restrepo señala que estos casos han sido invisibilizados. En cuanto a crímenes similares, en Medellín, los califica como literal homofobia. “Inclusive hay endofobia (rechazo a características del grupo al que uno pertenece), porque quienes odian y persiguen a las personas LGBT por lo general tiene algún deseo o sensación que les hace sentirse atraídos, pero no son capaces de aceptarlo, y su reacción es atacar”. Agrega que él también sufrió endofobia: “Por muchos años yo rechacé muchas relaciones de amistad, porque tenían plumas, entonces yo me alejaba, no era capaz. Desde hace ocho o diez años empecé a tomar conciencia de todo esto; es el tiempo que llevo participando, incidiendo en procesos de activismo político y social desde las redes sociales”.
Ojalá en nuestro medio muchos michaeles encontraran a la mamá tan cansada, como para hablar después con sus hijos de cosas que ya saben y aceptan sin dramatismo.
Reciente publicación de El Espectador señala que, “Según una investigación de la agencia Reuters en Colombia en 2020, una de cada cinco personas LGBTIQ+ (lesbianas, gais, transgéneros, transexuales, bisexuales, intersexuales, queer) han experimentado ‘terapias de conversión’; la cifra llega a una de cada tres si se habla únicamente de personas trans. Estos alarmantes datos, junto con decenas de testimonios, alertan sobre la importancia de una legislación que elimine de tajo estos procedimientos”.