Leyendo a Piedad Bonnett

La escritora colombiana Piedad Bonnett fue reconocida con el XXXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2024. Sus pasos la han llevado por caminos de horizontes despejados y abismos profundos.

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Piedad Bonnett es poesía, novela, dramaturgia, ensayo. Ella se hace palabra con la fuerza de la verdad, su verdad. En su esencia habita una humanidad que trasciende y evidencia un mundo rico, lleno de contrastes, que envuelve a sus lectores. Un mundo de misterios, de ensoñaciones, de veladuras, que, sin embargo, es transparente.

Leerla es anidar en su mundo y en el nuestro. Ella, como tejedora de palabras, logra hilar su fuerza interior con sus lectores. Hilo tras hilo se expande y en cada poema nos convoca. Tal vez, por eso, son tantos sus seguidores, y no solo de su poesía, también de sus novelas, ensayos y columnas; sus conferencias y charlas llenan auditorios con devoción, con curiosidad. A quienes hemos seguido su trayectoria, nos sorprende su capacidad de renovación, incluso, en encuentros académicos o literarios que a veces podrían parecerse en sus temáticas; su discurso siempre es nuevo.

Este premio, el de mayor relevancia en la poesía escrita en español, lo recibió agradecida, como siempre lo ha hecho con sus otros -numerosos- reconocimientos. Agradecida, sorprendida, abrumada. El XXXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana es otorgado por la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional, de España, que se unen para destacar el conjunto de la obra poética de un autor vivo por su valor literario y aporte al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España. 

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El jurado enfatizó en el carácter luminoso de la poesía de Piedad Bonnett, incluso cuando aborda temas de gran complejidad como la pérdida, el duelo, el desamor o la guerra. Una obra sólida, orgánica, coherente. Es, se dijo al anunciar el galardón, “una voz actual de referencia en la poesía Iberoamericana con un trato elaborado del lenguaje que le permite acercarse a la experiencia vital con profundidad y belleza y a responder con humanidad a la tragedia de la vida”.

Patrimonio Nacional de España y la Universidad de Salamanca premiaron a la poeta colombiana con el galardón más prestigioso de la poesía en español y portugués. Foto: Óscar Monsalve.

En Piedad hay respeto por la palabra. Su voz tiene un tono íntimo, es ella en el poema y en el relato, y se hace universal. Observadora, rigurosa, aguda, lectora de poesía y ficción; audaz en sus reflexiones que emite sin miedo; custodia su soledad, ama la conversación y el viaje y los enigmas del arte y la historia. Ella busca sentidos. Rompe las olas y sabe navegar en aguas tranquilas. Su poesía surge sin obligarla; sus novelas y su dramaturgia no llevan impuesto el poema, aunque él aflora en su médula. 

Habla del tiempo, de la memoria y de los adioses; de los rituales, de los hábitos inútiles; habla de la libertad y de las contradicciones humanas; a veces, de un mundo sin redención, también de la esperanza. Habla de ella y del otro. Es en su manera de decir, nada allí se imposta. En su palabra hay dolor, hay seducción. Piedad se proyecta en su espejo y al hacerlo humaniza su obra dándole sentido. Símbolo, metáfora y plasticidad conviven con el silencio y la tensión.

Tanto misterio. Tanto ritmo y armonía. Tanta hondura. Hay en la obra de Piedad Bonnett un estremecimiento y un susurro. A veces, suena como un cristal roto, otras, como lluvia en un lago o como hojas mecidas por el viento. O como el ruido del tiempo que se arrastra. Como el pálpito de sus sienes o como su sangre que golpea o como los frutos cayendo con el sonido hueco de aquello que se pudre. Suena como la alegría del silencio o como la canción derramada sobre el fuego.

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En su obra está la vida. Ella lo dijo en uno de sus poemas, “… Repartida, en astillas, en pedazos. Inasible, rodante, fugitiva, oscura, impredecible, cotidiana…”. Allí resuena la vida.

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Un poema

De su libro Explicaciones no pedidas (ganador del XI Premio Casa de América de Poesía Americana, 2011) compartimos este poema, que permite, tal vez, comprender un motivo esencial.

Perlas

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Como el molusco

los poetas tenemos una belleza extraña,

que atrae y que repugna.

Nos gusta el fondo amargo de las aguas,

y en las profundidades vivimos, respiramos,

escondidos debajo de las conchas calcáreas

y a menudo aferrados a las piedras.

Cada tanto,

un elemento extraño nos invade,

se enquista en nuestra entraña

y comienza a crecer.

Una hermosa señal de que no estamos solos,

de que somos del mundo, para el mundo.

Amamos esa masa que crece en nuestros vientres,

que se hace dura y bella a expensas de lo blando.

La cerrazón asfixia, sin embargo.

Por eso nos abrimos y expulsamos

esas íntimas lágrimas,

casi siempre imperfectas.

Lo oscuro pare luz, y eso consuela.

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