Leer

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Septiembre es el mes de la Fiesta del Libro y la Cultura en Medellín. A propósito de este evento, aquí un escrito sobre lo que significa el inagotable oficio de ser lectores. 

He vivido tantas vidas que las he olvidado casi todas. Alguna vez fui un hombre obsesionado con el silencio. Fui una viuda y también una madre que llora la muerte de su hijo. He sido ratón, ballena, paloma. He sido una niña en busca de un árbol rojo, un estudiante enamorado de las matemáticas, la hija de una mujer nublada por el Alzheimer. Fui un suicida, un asesino, un hombre muerto. Una huérfana, un barquero, un fugitivo. 

He visto la guerra y el amor. El hambre y la abundancia, el vacío, el ruido y el hastío. He llegado al fin del mundo y he esperado, temerosa, en una esquina oscura de mi propia ciudad. Porque así son los libros que he leído: ventanas a la vida, esa que puede ser belleza y muchas veces, también, dolor. 

De un tiempo para acá buena parte de mi vida son las letras, los libros, aunque haya dejado algunos abandonados a mitad de camino, aunque tenga a otros esperando su turno en la biblioteca. Sapoteo varios libros a la vez, subrayo, anoto, pienso “cómo me hubiera gustado escribir esto”. Deshilacho frases, descompongo su esqueleto, las repito en mi cabeza intentando hacerlas mías. Salto páginas, me devuelvo, me adelanto hasta el final para después averiguar cómo el autor me llevará hasta ese punto de la historia. Lloro y río con los personajes, me olvido de mí, me convierto en ellos. 

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Es común oír decir que leer es volar, soñar, imaginar. Y puede ser verdad: con la lectura es posible viajar al país del nunca jamás. Pero pienso también que leer es una forma de asomarse al mundo, este en el que estamos, el de la realidad. Leer es combatir aquello que la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie llama “el peligro de la historia única”. Es habitar el mundo, cuestionarlo, comprender que existen innumerables formas de vivir. Buscar respuestas y llenarse, sobre todo, de preguntas. 

Celebro que existan los libros y las personas que los crean. Celebro la existencia de quienes los escriben, los editan, los diseñan, los ilustran, los imprimen, los custodian. Gracias a ellos tenemos ventanas infinitas y se hace inagotable el oficio de ser lectores. Es por eso que me emociona tanto que Medellín tenga una fiesta para celebrar las palabras. Son días hermosos para ponernos de gala, para encontrarnos con los amigos, para emprender el viaje hacia las nuevas vidas que nos esperan.

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