Las siete palabras
Siete párrocos de El Poblado reflexionan sobre las siete palabras para una de las ceremonias más concurridas de la Semana Mayor
¡Qué difícil es perdonar! A pesar de los golpes, el maltrato, la injusticia y el peso de los pecados de los hombres, Jesús exclama las palabras que hoy nos urgen a perdonar. Somos hijos de una fe de perdón y con el perdón se sana y se vuelve a empezar, pero todo el desbordamiento de la misericordia de Dios no puede penetrar en nuestros corazones mientras no hayamos perdonado. Debemos rogarle para que nos enseñe a perdonar, a ser misericordiosos, a amar. Imposible tratar de imitar fuera del modelo divino, y es que el que perdona imita a Dios”.
“Si bien Jesús le entrega su madre a Juan para que cuide de ella en medio de una sociedad machista en la que las mujeres viudas y sin hijos quedaban desprotegidas, podemos reflexionar en esta palabra desde un paralelismo entre Adan y Eva y Cristo y María. Adán, con sus pecados, fue renovado y reparado por Cristo, y Eva también lo fue con el modelo de obediencia desde la fe de la Virgen María. Así es que María se convierte en la madre de la Iglesia y Juan representa a los creyentes y seguidores de Cristo que pueden contar con ella para la compañía en el sufrimiento y el camino a la salvación. María es nuestra madre y nosotros somos sus hijos”.
“Estas palabras nos hacen pensar en el sufrimiento del hombre y cómo en ocasiones puede sentir que Dios no se interesa por él, pero Jesús como hombre verdadero también experimenta el sufrimiento como si Dios lo hubiera abandonado. Jesús siempre quiso hacer la voluntad de Dios y no por ello se le ahorró algo de sufrimiento o tristeza. Así es como comparte desde la cruz su grito mortal con quienes claman hoy a Dios, para que ellos descubran en el Cristo agonizante al Dios compasivo que sufre y los entiende. En Él encontramos la fuerza para permanecer firmes en el dolor sin derrumbarnos. El señor nos anima y acoge en el dolor y nos lanza a la solidaridad con los que sufren”.
“Aunque ha sido flagelado, ha pasado la noche en vela, ha pasado por tribunales y ha cargado con la cruz sin comer y sin beber, la sed de Jesús no es física. Él quiere traer a todos hacia sí, y por medio de él, hacia su Padre, para darles la salvación. El hombre de hoy también tiene sed, deseos, ansias, ganas, lo que cada uno anhela. La sed es ese llamado a ser plenamente feliz desde la fe, todos queremos un cielo. Ojalá, encarnando los valores de Cristo, aprendamos a quitar las ansias del hombre”.
“Esta palabra pone de manifiesto cómo Jesús se entrega plenamente al Padre de los cielos. Jesús tenía la confianza de que Dios, por su fidelidad, lo iba a liberar de la realidad de la muerte. ¿Cómo? Con su resurrección. Las siete palabras apuntan todas a esta realidad, la resurrección de Jesús el Cristo. La procesión del Santo Sepulcro es un caminar hacia la resurrección, hacia la celebración de la Pascua: la resurrección y la vida nueva que Dios nos da a todos. El Señor Jesús ha resucitado por la manera como ha muerto. Así como asumió la cruz, como un gesto de amor a Dios y al prójimo, Dios lo resucitó. Nosotros, en la medida en que nos entreguemos del todo al Padre de los cielos, con plena confianza en Él y con fidelidad a su Hijo Jesucristo, resucitaremos gloriosos a la vida nueva y plena en Dios, quien es nuestro único futuro”.