Con la llegada de la feria taurina los aficionados a este espectáculo empiezan a preparar los atuendos que lucirán en la plaza, así como la acostumbrada bota. Los diferentes grupos ecológicos que hay en la ciudad también se preparan, pero para expresar sus puntos de vista sobre lo que no ven como una tradición sino como “una orgía de crueldad, sangre, agonía y muerte”, como lo manifiesta en un volante la Corporación Raya (Red de Ayuda a los Animales), una de las organizaciones que en la ciudad se opone a la llamada fiesta brava.
Tradicionalmente, la forma de protesta más común de estas agrupaciones eran las marchas antitaurinas que se realizaban en inmediaciones de la Plaza de Toros La Macarena en las tardes de corrida. Para este año, sin embargo, ninguna organización, al cierre de esta edición, ha pedido permiso para realizarlas, según confirmó el coronel Raúl Gómez, asesor de seguridad y encargado del enlace con las autoridades en la Secretaría de Gobierno.
Juliana Ríos, Presidenta de Raya, dice que este año no realizarán ninguna actividad cerca de la Plaza porque quieren evitar que se repitan los sucesos del año pasado, cuando la marcha organizada por ellos terminó en disturbios y algunos carros resultaron rayados. La versión de la corporación, aceptada por el coronel Gómez, es que en esa oportunidad hubo gente que sin ser antitaurina saboteó la actividad. Mauricio Gómez, Presidente de Defenzoores, otro grupo ecológico, afirma que desde hace tres años dejaron de participar en la manifestación a raíz de la presencia de los que llamó infiltrados y agitadores de oficio.
El hecho de que no se vayan a manifestar en las inmediaciones de la Plaza, sin embargo, no significa que se vayan a quedar en sus casas. Raya, por ejemplo, tiene planeada una estrategia que consiste en repartir volantes en algunos semáforos, cuando estos estén en luz roja, y desplegar pancartas en ese preciso momento. Otra de sus ideas es recolectar firmas para declarar a Medellín como ciudad antitaurina, algo que no significa que las corridas se suspendan sino que busca dar un golpe de opinión, que demuestre que la mayoría de los habitantes de la ciudad están en contra de la tauromaquia, como ellos afirman. Defenzoores acudirá también a los volantes y a un foro en el que participen opositores y defensores de las corridas, pero, según dice Gómez, no lo pueden garantizar pues los que apoyan la tauromaquia no han vuelto a acudir a estos debates. El objetivo que ambas organizaciones persiguen con esto es mostrarle a la gente lo que en verdad sucede en el ruedo.
¿Por qué se oponen?
Para Aníbal Vallejo, Presidente de la Sociedad Protectora de Animales, las corridas son un espectáculo degradante con los animales, en el que el toro muere ahogado en su propia sangre y es torturado. Sus argumentos son compartidos por Raya, Defenzoores y en general por las organizaciones ecológicas de todo el mundo.
Estas personas han estudiado las corridas de toros y saben lo que sucede en cada una de sus partes o tercios, solo que su mirada dista mucho del combate épico entre la fuerza y la razón que los aficionados creen ver en el ruedo. En el primer tercio, después de que el matador ha toreado un poco con el capote, un toque de clarín marca la entrada de los picadores, hombres a caballo que puyan al toro con puntas de 10 centímetros. Después, en el segundo tercio, un nuevo clarín anuncia la entrada de los banderilleros, tres hombres que le clavan cada uno un par de estos artefactos, adornados con papeles de colores y que rematan en una punta de 6 centímetros, a los que Raya describe en su volante como “arpones afilados que destrozan la piel del toro y lo desgarran en inmenso dolor en cada uno de sus movimientos”. Con el último toque de clarín el torero cambia el capote por la muleta, enrollada en una espada de 90 centímetros que entierra en la caja torácica del animal para que este muera ahogado en su propia sangre. Esa es la visión de las corridas que tienen quienes se oponen a este espectáculo.
A finales de 2001 el senador Camilo Sánchez Ortega presentó un proyecto de Ley para acabar con la crueldad en las corridas, pero hasta ahora no ha tenido mucho éxito (ver recuadro).
Argumentos y refutaciones
Los taurófilos suelen decir que las corridas son una tradición y que por lo tanto hay que preservarla, pero las organizaciones ecológicas no lo creen así. Vallejo, por ejemplo, considera que el ser humano ha evolucionado y que hay costumbres que hay que erradicar, y cita como ejemplos la lapidación o las ejecuciones en plaza pública. Igual opina Gómez, quien dice que tradicionalmente los hombres han orinado en los postes del alumbrado público, pero que no por eso se puede legitimar esta conducta.
Vallejo tampoco está de acuerdo con el argumento de que el dinero que produce de la Feria es para el Hospital San Vicente de Paúl y que eso se use como excusa para continuar con las corridas, y afirma, incluso, que buena parte de las ganancias van a parar a las ganaderías, que lo que le queda al Hospital es bien poco. María Elena Duque, gerente de Corpaúl, la entidad que administra los recursos del San Vicente, dice que las utilidades que por concepto de la Feria Taurina transfieren anualmente al Hospital son de 300 millones de pesos en promedio, valor inferior a los gastos de mantenimiento de la planta física en 2004, que fueron de 457 millones 100 mil pesos. “Esa cantidad, ante la magnitud de ingresos del Hospital, es algo que no significa mucho, pero que a nadie le cae mal”, dice Duque acerca de los ingresos que deja la Feria Taurina.