¡Las palabras no se pueden convertir en balas!

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Colombia ha vivido momentos oscuros a lo largo de su historia. Décadas de conflicto, dolor y muerte nos han dejado cicatrices profundas en la memoria colectiva. Y, sin embargo, pese a lo aprendido, pareciera que como sociedad seguimos tentados a repetir los mismos errores. El atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, más allá de su gravedad política y humana, nos obliga a hacer una pausa, una reflexión honesta: la violencia no puede seguir siendo la respuesta cuando hay desacuerdos; las diferencias ideológicas no se deben saldar con sangre.

Cada vez que veo televisión o reviso las redes sociales me enfrento a titulares sobre nuevos atentados, amenazas, asesinatos, insultos, o comentarios desatinados que me reuso a creer que un ser humano en sus cabales pueda escribir hacia otra persona. La indignación parece haberse normalizado y nos estamos acostumbrando a vivir con miedo, con rabia, con angustia. Pero lo más alarmante es que en muchos casos las palabras, cargadas de odio y agresividad, se están convirtiendo en balas simbólicas que tarde o temprano se transforman en balas reales.

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Las palabras construyen realidades, y cuando se usan con desprecio o violencia, deshumanizan al otro, lo convierten en enemigo, en objetivo. En redes sociales, medios de comunicación, discursos políticos y conversaciones cotidianas, el nivel de agresividad ha escalado peligrosamente. Ya no se debate, se ataca, ya no se argumenta, se cancela, no se escucha, se grita. Y en ese ambiente polarizado y hostil, la violencia encuentra terreno fértil.

Colombia no puede seguir repitiendo los errores del pasado. Este no es el país que nos merecemos, ni el que deseamos dejarle a las futuras generaciones. Es momento de rectificar el camino, porque la historia nos ha mostrado, una y otra vez, que el odio solo engendra más odio, y que los conflictos no se resuelven con más violencia, sino con diálogo, con respeto, con educación.

La educación, precisamente, es la base para un país más justo y pacífico. Educar no solo en conocimientos técnicos, sino en valores, en empatía, en habilidades socio-emocionales, en la capacidad de comprender al otro desde su diferencia. No se trata de pensar igual, sino de aprender a convivir con la distinto, de respetar al otro incluso cuando no compartimos su visión; porque nada, absolutamente nada, justifica arriesgar o perder vidas por estar en orillas distintas del pensamiento.

El llamado es a todos: al gobierno, a los medios de comunicación, a los influenciadores, a los líderes políticos y gremiales, a los ciudadanos del común, todos tenemos una responsabilidad en la construcción del país que queremos. No se puede seguir alimentando la hostilidad desde los micrófonos, desde los trinos, desde las tarimas, desde las reuniones; hay que desescalar el lenguaje y desactivar la violencia verbal que nos consume desde dentro. Colombia es más que esto que estamos viviendo, es un país de gente trabajadora, soñadora, solidaria, pujante; un país con potencial, con esperanza.

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Como dijo Martin Luther King Jr.: “La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: solo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio: solo el amor puede hacerlo”. Hoy más que nunca, esas palabras cobran sentido, porque no podemos combatir la violencia con más violencia, ni responder al odio con más odio; tenemos que elegir otro camino, uno que nos lleve a la reconciliación, al entendimiento, a la paz. Las palabras deben sanar, construir, unir. No podemos permitir que se conviertan en armas, que se usen para destruir al otro; es hora de recuperar el valor del diálogo, de hablar con respeto, de escuchar con empatía. Colombia necesita más puentes y menos muros, más acuerdos y menos imposiciones, más humanidad y menos rencor, más educación y menos adoctrinamiento.

Que este momento difícil sea también una oportunidad para repensarnos como nación, para decidir, de una vez por todas, que no queremos seguir siendo un país donde se hiere por pensar diferente; que queremos ser una Colombia donde todos podamos vivir, disentir y construir juntos, porque la vida, el respeto y la paz deben ser siempre más fuertes que cualquier ideología.

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