Según dice, en este momento estamos ante una nueva contaminación invisible que no huele, no tiene color ni se puede sentir al tacto. Es la contaminación por ondas, entre las que se encuentran las eléctricas, las magnéticas y las electromagnéticas. Estas atraviesan el cuerpo y lo afectan de una u otra manera dependiendo de su naturaleza. Cabe anotar que estas radiaciones han existido siempre sobre la tierra y que los seres vivos han convivido con ellas, pero las que provienen de la naturaleza son de baja intensidad, en cambio las generadas por el hombre son mucho más altas.
Existen dos tipos básicos de ondas: las ionizantes y las no ionizantes. Las primeras son las que siempre se han considerado peligrosas, como la radiactividad y los rayos X, que generan partículas que modifican las moléculas del aire. Las no ionizantes, por el contrario, carecen de esta propiedad, y por lo tanto no han sido consideradas como peligrosas. Estas últimas son las que producen casi todos los aparatos que nos rodean.
Efectos y medidas preventivas
Según Velásquez, los efectos de estas ondas podrían incluir jaquecas, baja inmunológica o de las defensas, distorsión en la visión, cosquilleo y hormigueo, pérdida de la memoria y reflejos musculares involuntarios. En cuanto a la posibilidad de que produzcan cáncer, los estudios que se adelantan en el mundo aun no permiten llegar a conclusiones definitivas. Un estudio publicado en enero de este año por la revista Medical Journal, realizado por el Instituto de Investigaciones de Cáncer de Londres, no encontró evidencia de que el uso del celular causara esta enfermedad.
Las sospechas de las alteraciones sobre el funcionamiento del organismo que puede causar la contaminación por ondas se basan en el hecho de que el sistema nervioso funciona con base en impulsos eléctricos que se transmiten a través de las neuronas. Algunas señales, como las de los teléfonos celulares, poseen frecuencias similares a las de las ondas cerebrales alfa, por lo que el cerebro podría ser especialmente sensible a ellas. También se cree que las microondas podrían dilatar la membrana que recubre las neuronas, permitiendo la entrada a estas células de sustancias que no deberían hacerlo.
A pesar de los efectos perniciosos que podrían tener las ondas emitidas por todos los aparatos propios de la vida moderna, la solución no es volver a la era de las cavernas. Existen muchas formas de prevenir las posibles consecuencias de este nuevo tipo de contaminación, medidas simples de poner en práctica en la casa (ver recuadro), al tiempo que hay otras que abarcan zonas más amplias.
Uno de los planteamientos de Velásquez es que, por ejemplo, los planes de ordenamiento territorial deberían adoptar normas de retiro de construcciones con respecto a líneas de alta tensión. También sostiene que los ingenieros eléctricos y los arquitectos deberían empezar a diseñar las viviendas teniendo en cuenta los posibles problemas que pueden generar las redes eléctricas.
Legislación
Para el caso colombiano, en enero de 2005 se expidió el Decreto 195, en el que se establece la normatividad de exposición a radiofrecuencias. Allí se fijan, entre otros aspectos, los niveles permitidos de exposición del público en general y ocupacional a este tipo de ondas, que para el primer caso es de 4 vatios por metro cuadrado y para el segundo es de 22. En contraste, la legislación de los Países Bajos, la más estricta de la Unión Europea en ese sentido, establece niveles de 40 micro vatios por metro cuadrado.
Medidas preventivas
- Al hablar por celular, retírelo 1 centímetro de la oreja.
- Si tiene equipo de sonido en el dormitorio, aléjelo mínimo un metro y medio de la cama.
- Ubique el televisor a una distancia seis veces mayor que la diagonal de la pantalla. Es decir, si es de 20 pulgadas, entonces debe ubicarlo a 120 pulgadas, unos 3 metros. (1 pulgada equivale a 2.54 centímetros)
- La cama debe estar retirada 40 centímetros del tomacorriente