Las huellas de la guerra
Uno de los aspectos que más se destacó en la reunión fue el florecimiento que tuvo el Parque Lleras después de la tragedia
El 17 de mayo de 2001, a las 10:02 pm, el Parque Lleras fue escenario de guerra, muerte y dolor, cuando un carro bomba explotó en su costado sur. Ocho personas, entre los 20 y los 40 años, murieron, y alrededor de cien resultaron heridas. Locales y edificaciones del Parque Lleras y de 300 metros a la redonda sufrieron daños de consideración.
Ahora, doce años y cinco días después, en el marco de Mayo por la Vida y dentro de la actividad denominada Rutas de la Memoria, allí mismo se hizo una exaltación de la vida, la reconciliación y la no violencia. En un acto realizado el miércoles 22 de mayo en el Parque Lleras se rindió no solo un homenaje a las víctimas sino un reconocimiento a este sitio como zona emblemática de la ciudad, por haber sido escenario de este hecho violento.
Cerca de 50 personas se reunieron para compartir experiencias. La mitad de ellas fue convocada por la Corporación Zona Rosa y la Gerencia de El Poblado: representantes de los comerciantes, los residentes, los artistas, los artesanos, la Policía, los cuidadores de carros del sector, organizaciones sociales como la JAL, la JAC de Poblado Centro y Corpoblado, el Concejo y medios de comunicación de la comuna 14. La otra mitad llegó en un bus proveniente del Museo Casa de la Memoria, convertido en galería artística por un grupo de víctimas, acompañado de técnicos sociales y artistas plásticos de la ciudad, coordinados por la Corporación Región.
Uno de los aspectos que más se destacó en la reunión fue el florecimiento que tuvo el Parque Lleras después de la tragedia. “Esto lo convierte en un ejemplo. La vida ha florecido donde ha habido dolor”, manifestó el presidente de la Corporación Zona Rosa, Constantino Longas.
Bien por el Parque Lleras, hoy emblema de Medellín. Con mayor razón es este el momento de poner el dedo en la herida y frenar de inmediato situaciones que se están presentando de tiempo atrás y que amenazan con quitarle valor como referente de ciudad y sitio turístico. Hoy, sus peores lunares son dos: de un lado, el ruido, no solo de algunos locales comerciales que compiten entre ellos con el volumen de la música y demeritan de paso el trabajo responsable de otros comerciantes, sino de los vallenateros callejeros y los carros valla publicitarios. Y el otro problema grave y creciente es el desorden en el manejo del espacio público. Como lo denunció a Vivir en El Poblado Luis Guillermo Orjuela, de la Corporación Zona Rosa, por demoras en la contratación de funcionarios de Espacio Público, la Alcaldía ha bajado la guardia en un 80 % en el control del consumo de licor en el espacio público del Parque Lleras, del que además se han apropiado cerca de 400 vendedores ambulantes sin carnetizar, que los fines de semana se encargan del microtráfico de drogas y de los robos constantes de celulares y otros objetos personales. Esto también es violencia, permitir que un espacio que es para el disfrute ciudadano se convierta en tierra de nadie o, lo que es peor, en tierra de malhechores y de irrespetuosos, sin una autoridad que imponga el control.