Las dos escalas

Catalina Patiño es arquitecta y joyera. De sus manos han salido museos, jardines infantiles, centros culturales y joyas que recrean animales, corales, cerros y plantas. Un texto escrito por María Isabel Abad.

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Catalina estudió arquitectura en la UPB e hizo parte de aquella generación que participó en muchos concursos de obras públicas, cuando estos eran una oportunidad para cambiar las dinámicas de la ciudad y para catapultar a muchos arquitectos jóvenes. Mientras estudiaba, hacía en paralelo cursos de joyería con Helena Aguilar, gran formadora de este oficio.

Luego viajó a Alicante, España, para hacer una especialización en arquitectura con maestros como Chinchilla y Herreros y, por un año, trabajó en Madrid en la oficina de Andrés Perea, donde participó en varios concursos de obras públicas, como el de un centro cultural en Galicia. Tras ganar formación y experiencia, regresó a Medellín para fundar la oficina Control G, en la cual agrupó amigos arquitectos que, como ella, se repatriaban.

La tienda-taller de Capa Joyería está en el Mall Indiana, donde vende las nuevas colecciones y las piezas clásicas de las anteriores. 

Desde esta oficina diseñó el Jardín Infantil de Carpinelo, el de Pajarito La Aurora, el de San Antonio de Prado, los Parques Educativos de Caramanta y la Pintada, y algunas casas privadas. En asocio con su antiguo jefe español, participó también en el concurso de Parques del Río y estuvo a cargo, nada menos, que de la ampliación del Museo de Arte Moderno (MAMM) de la mano de la oficina peruana 51-1, un proyecto que tardó seis años en materializarse para aparecer finalmente como un regalo para la ciudad. 

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Durante esta época también fue docente de arquitectura en la UPB y de Ingeniería de Diseño de Producto, en EAFIT, y creó la marca de joyería Uno de Uno, bajo la premisa de que todas las piezas fueran únicas. Pero en un momento todo este impulso frenético al que tanto le debe la ciudad, frenó de pronto: “Ya hice algo”, dijo, y decidió parar. ¿Los motivos? Había quedado en embarazo de su primer hijo; los compañeros que originalmente habían hecho parte de la oficina se fueron, y la socia que quedaba, Viviana Peña, se fue a vivir a España. Lo pequeño entonces comenzó a hacerse más grande: la joyería fue ocupando un lugar central, y lo que hasta entonces había sido un pasatiempo se convirtió, para ella, en una nueva forma de vida. 

Fue entonces, después de un tiempo, que decidió crear la empresa Capa, cuyas letras reúnen sus iniciales y sus pasiones: Capa Joyería y Capa Arquitectura, esta última, de la mano de su esposo, Juan Pablo Ramos, también arquitecto. La tienda-taller de Capa Joyería está en el Mall Indiana, donde vende las nuevas colecciones y las piezas clásicas de las anteriores. Capa Joyería tiene una línea significativa de anillos de compromiso hechos bajo pedido.

Joyas variadas, anillos de compromiso y objetos como cucharas reflejan el lado artístico de Catalina Patiño. Y su sensibilidad frente a los animales y la naturaleza.

Ahora se mueve tranquilamente entre ambos oficios, jugando entre las dos escalas. Las dos, dice, comparten la tridimensionalidad y las ideas que las inspiran: tanto un jardín como una joya, pueden nacer del mismo patrón geométrico. En ambas huye de las modas; en la arquitectura de los cubos, y en la joyería, de las piezas estandarizadas.

De la arquitectura disfruta la espacialidad y la relación con los entornos; de la joyería, el proceso manual y único. La arquitectura la acerca más al arte que a la moda a la que se suele asociar la joyería, y por eso ha empezado a desarrollar, en las dos colecciones que saca al año, joyas para el hogar y objetos decorativos.

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Y la joyera que lleva adentro le afina la mirada a la arquitecta, al momento de plantear los detalles constructivos en las casas que diseña. Así se van retroalimentando dentro de ella ambos oficios. Ahora, contrario a lo que un día dijo cuando la vida la puso en una pausa vital y laboral: sigue, bajo tantas capas -la de mamá, la de arquitecta y la de joyera-, haciendo y haciendo mucho.

*[email protected]

CON SELLO PROPIO

Catalina ha desarrollado en joyería un proceso propio que incorpora la técnica precolombina de la cera perdida para quitarle la rigidez al bronce. Luego lo pinta y lo decora con microesferas de vidrio.
Cada año saca dos colecciones nuevas que parten de sus intereses e investigaciones y que vende bajo pedido a tiendas de museos y de barrio, en una feria en Nueva York.

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