Las caderas de Palacio

Así como a golpes de cadera Shakira está facturando y exprimiendo un desamor que nos tiene hasta las orejas, a golpes de cadera, también, Verónica del Socorro está sacándole jugo al erario público y manejando funcionarios en un gobierno que no es el suyo. Porque si no estoy mal al que eligieron fue a Gustavo Francisco, su marido, por más ciertas que resulten las habladurías palaciegas respecto de quién lleva las riendas en la pareja presidencial. Asunto de ellos que no nos compete, siempre y cuando no interfiera en decisiones de país.

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Valiente poder tan espurio el que se desprende de ser “la esposa de”, “la hermana de”, “la hija de”… O en masculino (Juan Fernando, Nicolás, ¿les suena?), el tema aquí no es de género; es de apropiación indebida. El poder que no es ganado con esfuerzo y en franca lid, sino impuesto por contagio, es deleznable y muy peligroso por la corrupción y las arbitrariedades en las que, fijo, deriva. La historia tiene la palabra:
Evita, mujer de Juan Domingo Perón -dictador argentino en los años setenta del siglo pasado-, tachonada de joyas y lujos varios, dizque en honor al pueblo que la financiaba; Imelda, pareja de Ferdinand Marcos -dictador de Filipinas entre 1965 y 1986- que, solo por serlo, fue gobernadora, ministra, diputada y adicta a los excesos: tres mil pares de zapatos encontraron en sus aposentos las turbas desatadas; Winnie, esposa de Nelson Mandela -primer presidente negro elegido por sufragio universal en Sudáfrica, 1994-, ostentosa y cruel: en nombre de la lucha contra el apartheid, mandaba a quemar vivos a jóvenes que acusaba de traición a la causa; Rosario Murillo, compañera de Daniel Ortega -amo y señor de Nicaragua hace quince años-, la señora de los anillos, verdadero terror de la tiranía. Y así, ejemplos más o menos recientes es lo que hay.

La veía asomada al balcón aquella tarde, a la señora Alcocer, haciendo cara de puño mientras su esposo se desgañitaba arengando y polarizando a la multitud, cual José Acevedo y Gómez: “Si perdéis estos momentos de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y febril” … La veía, y me pasaba por la mente el rumor que, desde el 8 de agosto de 2022, sobrevuela los corrillos capitalinos: está en campaña. ¿Cuáles son las credenciales que la respaldan fuera de ser la mujer del nuevo tribuno del pueblo y mover el caderamen, no con el frenesí de Shakira, pero sí con la frivolidad necesaria para convertirse en trending topic, para empujar amigos a sus puestos -recuerden a la Baracaldo, tumbar a no tan amigos de los suyos -recuerden lo dicho por la ministra Ariza-, animar fiestas y carnavales, oficiar de “embajadora en misión especial”, buscar protagonismo? A lo mejor las tiene; no las conozco, confieso mi ignorancia.

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Pasa que con las familias poderosas hay que ser muy cautelosos. Casi nunca lo que se ve es lo que hay o lo que se dice es lo que es. (¿Qué tal los movimientos telúricos que empiezan a sacudir el entorno del volcán de los Petro?) Por eso hay que vivir en alerta naranja.

ETCÉTERA: Me gusta la gente/ que cuando te habla/ te mira a los ojos/ te dice a la cara/ aquello que siente…, cantan los de A Dos Velas. Esa misma es la que a mí me gusta. Aunque no tenga una licuadora en las caderas.

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