La quebrada La Volcana, una de las muchas que cruzan silenciosamente las laderas de Medellín, ya no está sola. Desde hace tres años, es protagonista de un proyecto ambiental, académico y ciudadano: el Laboratorio Vivo, de Urbam, una apuesta de la Universidad EAFIT que convierte su campus y su entorno en un ecosistema de aprendizaje, regeneración ecológica y activación comunitaria frente a la crisis climática.
El proyecto nace de una convicción profunda: la ciudad necesita más naturaleza e integrarla a su vida cotidiana. La cuenca de La Volcana, como tantas otras en Medellín, ha sufrido los impactos del urbanismo acelerado: deforestación, movimientos de tierra, canalización y riesgo por erosión. Sin embargo, esta vez la historia podría escribirse distinto.
Uno de los primeros logros fue simbólico y poderoso: eliminar los parqueaderos del área directiva para dar paso a jardines funcionales, capaces de absorber el agua, florecer todo el año, atraer polinizadores y producir alimento. El primero de ellos, ubicado donde antes parqueaba la rectora, hoy florece como un jardín esponja, dulce, comestible, reciclado y biodiverso.

“Estos jardines, diseñados con plantas que absorben grandes cantidades de agua, ayudan a mitigar inundaciones, promueven la polinización y reconectan a estudiantes, empleados y visitantes con el ciclo vital de la cuenca. Son también espacios para la contemplación, el trabajo colaborativo y el aprendizaje”,
explica Juan Sebastián Bustamante, coordinador de proyectos de Urbam EAFIT.
El Laboratorio Vivo de la quebrada La Volcana involucra a estudiantes, colegios, vecinos e instituciones públicas y privadas. La idea es tejer una red interinstitucional donde todos participen activamente en la regeneración.
Por ejemplo, en el Colegio San José de Las Vegas la quebrada La Volcana ha dejado de ser un sitio ignorado para convertirse en un espacio admirado y lleno de vida:
“Lo que antes eran lugares sucios y malolientes, ahora son habitables, donde los chicos hacen picnic, tienen clases o simplemente descansan”,
destaca Adrián Marín Chavarría, líder de alianzas del colegio.
Por su parte, el Colegio La Enseñanza se articuló a través de un jardín de polinizadores.
“Hoy ya tenemos población de mariposas monarca en el jardín. Eso demuestra que cuando hay polinizadores, hay posibilidad de vida”,
cuenta Paula Hoyos, líder de innovación y conocimiento del colegio.

Una oportunidad que fluye bajo nuestros pies
Para Juan Sebastián Bustamante, este piloto puede ser un modelo que inspire a toda la ciudad. “Este proyecto lo hemos concebido no solamente para regenerar nuestra cuenca, sino como una oportunidad para recuperar las otras 4.216 quebradas que tiene Medellín”, asegura.
Y es que, si ponemos a las quebradas como prioridad y las empezamos a trabajar con soluciones basadas en la naturaleza y articuladas al desarrollo urbano, podemos tener una ciudad que se adapta, mitiga y se anticipa a la crisis climática.