Las personas, y muy especialmente las mamás, tenemos un vicio que confunde y crea situaciones difíciles con los más cercanos y los lejanos también. Preguntamos bajo el supuesto de que nos van a decir que sí, sin pensar que no tiene por qué ser siempre esa la respuesta. El interlocutor tiene todo el derecho y la libertad de elegir, y la decisión no puede estar condicionada por nuestra urgencia o necesidad.
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Con toda la seguridad y la confianza preguntamos: “¿Puedes acompañarme al supermercado?”. Y la respuesta nos cae como baldado de agua fría: no puedo, no quiero salir, estoy ocupado.
Nuestra reacción inmediata es de molestia, de rabia, de indignación. Si realmente queremos entrenarnos en convivencia no deberíamos generar confusión al hacer una pregunta, si es que no estamos preparados para cualquier respuesta libre y natural. Si lo que queremos es dar una orden o una instrucción exacta, no podemos disfrazarla de pregunta, porque eso es ambiguo y genera molestia en ambas partes.
Una de las claves simples de noviolencia en la vida cotidiana es el entendimiento pleno de que un no es también una respuesta válida y legítima. Cuando damos por obvio y supuesto que la respuesta siempre será sí, estamos vulnerando el derecho de los demás a decidir con plena autonomía y sin presiones. Entenderlo equivale a ponerse inteligentemente en los zapatos del otro y aceptar su postura diferente a nuestro entendimiento o prioridad del momento. Interpretar como agresión una respuesta no esperada equivale a confundir nuestros deseos, expectativas y necesidades con las de otras personas que se relacionan con nosotros y tienen además otras urgencias.
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Si aprendemos a no sentirnos como mesita de centro, y nos ubicamos en un punto donde todo el mundo puede opinar, es incluido en la decisión y es visibilizado, giramos hacia un entendimiento más completo y respetuoso de la realidad como suma de miradas, como luz que viene de distintas partes.
Por lo tanto, desarrollar habilidades de escucha, de silencio atento, dando preferencia a quienes se apartan de nuestras opiniones, nos hará más sabios y luminosos para la resolución de los pequeños y grandes conflictos que hacen parte de la normalidad de las relaciones.
Cuando nos preparamos para que un no también sea una respuesta válida y legítima, estamos manteniendo bajo control al ego que todo lo sabe, estamos madurando el carácter y también estamos creciendo en resistencia a la adversidad.
Cada una de estas sencillas llamadas de atención pretende ser una puntada para ir armando un tejido grande de relaciones que dé forma al sueño de vivir juntos, acompañándonos sin invadirnos, con esos otros que también nos constituyen y mejoran. Sentir que no estamos solos trae alegría, confianza y bondad a nuestras vidas.