Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), para 2050 una de cada diez personas tendrá pérdida auditiva. Esta condición, que afecta actualmente a más de 430 millones de personas, se agrava con factores como el envejecimiento y la exposición a ruidos intensos en entornos laborales y recreativos. Además, su prevalencia está creciendo rápidamente en jóvenes, señal de un problema que trasciende las edades.
Señales de alerta y necesidad de detección temprana
La pérdida auditiva puede ser leve, moderada o severa, y genera dificultades en la comunicación, aislamiento social y, a largo plazo, problemas cognitivos. Expertos recomiendan realizar tamizajes auditivos regulares en grupos de riesgo como niños en edad escolar, adultos mayores y personas expuestas a ruidos intensos. Algunos signos de alerta incluyen dificultades para seguir conversaciones en ambientes ruidosos, subir excesivamente el volumen de dispositivos o hablar en tonos más altos de lo normal.
Además de los problemas auditivos, la hipoacusia puede desencadenar deterioro cognitivo y emocional. Según la Organización Santa Lucía, los audífonos no solo mejoran la capacidad auditiva, sino que también previenen el declive cerebral, fomentan la interacción social y reducen el aislamiento emocional, beneficiando así la autoestima y la independencia.
Los audífonos medicados, ajustados según las necesidades individuales, son esenciales para mejorar la calidad de vida de los pacientes. Desde reducir el riesgo de caídas hasta mantener el cerebro activo, estos dispositivos son una inversión en salud integral. Aunque su costo varía según la tecnología, es posible encontrar opciones accesibles que garanticen una audición más natural y cómoda.
Los especialistas instan a la población a priorizar la salud auditiva y realizar exámenes periódicos, especialmente después de los 30 años. La detección temprana y el tratamiento oportuno son fundamentales para mitigar los efectos negativos de la pérdida auditiva.