Las ciudades son las que más duro han tenido que lidiar el virus, y es en ellas donde puede estar la clave para enfrentar los retos globales postpandemia.
A estas alturas ya muchos habrán escuchado que, en gran parte, la culpa de lo que está pasando se le echa a la manera en la que estamos maltratando el planeta que habitamos. Muchos científicos coinciden en que la ampliación de la frontera productiva, es decir, la intrusión del mundo natural con el mundo artificial que hemos creado con la ganadería, la minería, la agricultura y la urbanización, es una de las principales causas de esta y otras crisis similares (o peores) por venir. La naturaleza se encarga de limpiar nuestra mugre, de darnos aire para respirar, comida para comer, agua para beber, paisajes para disfrutar, materiales para construir y sombra para descansar. Sin embargo, nos guste o no, decidamos ignorar la ciencia o no, la verdad es que tiene una capacidad limitada para hacerlo.
De esta pandemia se puede aprender mucho. Sobre todo, este episodio, duro y triste, será un punto en la historia de la humanidad. Superarla es cuestión de corto plazo, en términos relativos. Garantizar nuestra vida y la de las generaciones futuras por cientos de años por venir es, creo, más importante. Una caricatura que circula en internet muestra a un planeta ganando el primer round contra el virus. Cuando termine con él, exhausto y bastante maltratado, lo espera al otro lado de las cuerdas el siguiente contendor, el triple de fuerte: el cambio climático.
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En el Centro de Estudios Urbanos Ambientales (urbam) de la Universidad EAFIT intentamos contribuir a resolver preguntas acerca de cómo afrontar este reto del desarrollo sostenible. En PEAK Urban, un proyecto transdisciplinario internacional, buscamos entender cómo la reacción que han tenido algunas ciudades a la emergencia puede darnos una luz al respecto. ¿Por qué las ciudades? Creo que muchos estarán de acuerdo conmigo que son ellas quienes más duro han tenido que lidiar con las consecuencias del virus. Además, el 70% de los seres humanos viven en ellas. En un estudio que hicimos en conjunto con investigadores de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y Bengaluru (India), concluimos que hay por lo menos tres enseñanzas importantes:
Gobernanza multinivel: las crisis globales necesitarán responsabilidades bien definidas, que se refuercen los vínculos entre las administraciones locales, regionales y nacionales, y que se diseñen e implementen canales de comunicación claros entre ellos.
Interfaces ciencia-política pública: la sostenibilidad requiere que se refuercen estas relaciones y que se promuevan sistemas de gobernanza basados en la evidencia. Las respuestas locales a la pandemia demuestran que los gobiernos tienen la capacidad de implementar sistemas de recolección de datos y monitoreo en tiempo récord.
Involucramiento de los ciudadanos: la pandemia ha demostrado que diferentes actores de la sociedad pueden trabajar juntos. La importancia del manejo de la información y del apoyo a los profesionales de la salud y a los servidores públicos ha sido evidente mes tras mes.
En las ciudades puede estar la clave para enfrentar los grandes retos globales que nos siguen esperando cuando se acabe esta pelea. Ya hoy muchas de ellas están demostrando ser atrevidas y capaces de lidiar con las crisis de una mejor manera que sus gobiernos nacionales. Pero las ciudades están hechas por su gente, y su salud y capacidad de seguir luchando dependen de ella. Que nadie les diga lo contrario.
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