La Nueva Cátedra de Educación Emocional en Colombia: aciertos y desafíos de una transformación educativa necesaria

Colombia ha dado un paso trascendental hacia la formación integral de sus niñas, niños y adolescentes con la reciente aprobación de la ley que establece la Cátedra de Educación Emocional como materia obligatoria en los niveles preescolar, básica y media. Esta nueva legislación representa varios aciertos significativos para el sistema educativo colombiano; la cátedra se enfocará en “enseñar habilidades prácticas que permitan a los estudiantes mejorar su autoestima, manejar situaciones de estrés y construir un entorno social positivo”, incluyendo “el fortalecimiento del vínculo afectivo, reconocimiento y regulación emocional, desarrollo de la autonomía, sexualidad, moral, autoestima y empatía”.

Esta medida es importante para Colombia porque la pone en sintonía con países como Finlandia y Singapur que ya han integrado estos enfoques en sus sistemas educativos con resultados positivos (OECD, 2021), puesto que reconocen la importancia de las competencias socioemocionales en el desarrollo humano.  Con esta cátedra “se potencializarán habilidades para la vida y se van a prevenir conductas de riesgo”, lo cual es especialmente relevante en un contexto donde Colombia enfrenta altos índices de violencia escolar, suicidio adolescente y problemas de salud mental en la población juvenil.

Sin embargo, la promulgación de la ley es apenas el primer paso de un proceso complejo que enfrenta varios desafíos estructurales. El principal reto radica en la formación docente, porque no basta con crear nuevas asignaturas si los docentes no poseen las competencias y conocimiento necesario para enfrentar este nuevo reto educativo, al no contar con la formación suficiente para implementarla en sus espacios de interacción con los estudiantes. No se puede esperar que de la noche a la mañana se comience su ejecución, sin haber estructurado un plan de acción que llegue a todos los rincones del territorio.

Otro desafío significativo es la adaptación curricular y la disponibilidad de recursos didácticos apropiados para cada nivel educativo en todo el país. La educación emocional no puede ser un contenido más que se “dicte” de manera tradicional; por el contrario, requiere metodologías activas, experienciales, participativas y contextualizadas que respeten las particularidades del desarrollo evolutivo de cada grupo etario, para que realmente se den los frutos que esta iniciativa está buscando.

Así mismo y a pesar de los méritos de la cátedra, existe una limitación fundamental que puede comprometer su efectividad: la ausencia de políticas públicas complementarias dirigidas al fortalecimiento de las competencias emocionales de las familias, al ser estas, el núcleo primario en la formación de los niños. Un ambiente familiar nutritivo, acogedor y cálido, generalmente da cuenta de unas relaciones saludables entre padres e hijos, lo que promueve un desarrollo socioemocional saludable; por el contrario, un contexto familiar caracterizado por violencia, estrés, negligencia o rechazo pondría a los niños en un escenario complejo para formar ese aspecto socioemocional estructurado y fuerte. La educación emocional es un tejido que comienza a construirse y fortalecerse en el seno de la familia, por esto es tan importante tener ese primer vínculo con los acondicionamientos necesarios para tener adultos emocionalmente saludables. La familia es el primer y principal contexto de desarrollo socioemocional, así mismo, el ambiente que allí se genera, determina el bienestar emocional infantil porque los padres actúan como modelos de regulación afectiva.

Para que la educación emocional genere un verdadero impacto transformador en la sociedad colombiana, es imperativo desarrollar políticas públicas complementarias que incluyan programas y espacios de formación para padres y cuidadores en habilidades de crianza respetuosa, comunicación asertiva y regulación emocional familiar. Así mismo redes de apoyo comunitario, donde se fortalezcan las organizaciones locales que promuevan la salud mental familiar y comunitaria y se puedan abrir al público un mayor número de servicios de atención psicosocial, que permita una cobertura más amplia a servicios de salud mental para familias en situación de vulnerabilidad.

Como señala Bar-On (2006), la inteligencia emocional se desarrolla a través de la experiencia y puede mejorarse con el entrenamiento adecuado, pero esto requiere coherencia entre todos los contextos de socialización del menor.

La nueva Cátedra de Educación Emocional representa un avance significativo en el reconocimiento de la importancia de las competencias socioemocionales en la formación integral. Colombia demuestra así su compromiso con una educación más humana y pertinente para los desafíos del siglo XXI. Sin embargo, para que esta iniciativa trascienda el simbolismo y genere transformaciones reales, debe articularse con políticas públicas que fortalezcan el ecosistema educativo completo. La educación emocional no puede ser responsabilidad exclusiva de la escuela; requiere un compromiso social integral que reconozca a la familia como el núcleo fundamental de la formación emocional.

Solo así Colombia podrá formar ciudadanos emocionalmente inteligentes, capaces de construir una sociedad más pacífica, empática y próspera. Unos buenos seres humanos que impacten positivamente sus contextos.

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