A Lina Parra le gusta el cuento porque es corto, porque la reta a escribir condensado, porque es como una fotografía: capaz de capturar un momento.
Por: Daniel Palacio Tamayo / [email protected]
Los libros siempre han estado al alcance de Lina Parra. Por eso dice que nunca hubo un ingreso al mundo de las letras. Siempre ha estado ahí, leyendo. Recuerda el incentivo promovido por su padre: por cada página leída, él le daba dinero. Después el trato se hizo insostenible, no había plata para tanto, pero el amor por la lectura se quedó.
Luego las libretas se convirtieron en su obsesión. En sus confidentes. En sus compinches. En su método. En su historia. En las primeras libretas escribió algunos cuentos de “hermanitas y otras bobadas”; ahora colecciona palabras, frases, escenas y otras ocurrencias. Esas palabras son su primer insumo antes de sentarse al computador. Y ha nacido de todo: cuentos muy malos, regulares y publicables.
“Yo era una niña un poco mentirosa”, confiesa, pero cree que ahí también hubo una génesis de lo que es hoy. “Que todo el mundo le crea a uno implica una historia bien contada”.
A los 14 años entró al taller de escritura en Yuruparí donde conoció a Claudia Ivonne Giraldo, quien sería como su madre literaria. En esa tertulia, de compañeros ya jubilados, Lina era la niña.
En su colegio tuvo profesores que desconfiaban de sus habilidades, al punto que una la hizo escribir en su presencia, como forma de verificación. Lina Parra no encontró allá “ni fomento ni buenas lecturas”, por eso dice “yo leo, pese a mi colegio”. Y cierra su protesta: “si la gente en la casa no tiene libros y en el colegio le ponen a leer cosas supermalucas, pues…”.
Tras ganarse la beca de Creación de la Alcaldía de Medellín en 2017 pudo publicar su primer libro de cuentos con la editorial de Eafit que dirige Claudia Ivonne. Ella le enseñó que la escritura no es un antojo, ni inspiración, sino un oficio que demanda escribir mucho.
Sus historias están llenas de personajes cotidianos, en su mayoría mujeres, sin rótulos de buenos, malos, héroes ni villanos. Un día, en una historia mató a su mamá y decidió donar sus órganos. “Entiérrenme completica” dijo ella después de leer el cuento.
También creó Atarraya editores, donde trabajan, dice, sin pretensiones empresariales. Y donde también se ha chocado con una realidad: “hay más personas que quieren escribir, que las que quieren comprar un libro”.