Spotify, que para algunos ha sido lo mejor en el mercado de la música, pues estás a un click de escuchar tu canción favorita, ciertamente es un monopolio más, como en su momento lo fueron las disqueras, que atentaban contra los artistas emergentes, los de nicho y los independientes.
Para muchísimos músicos, productores y creadores estar en esta red social es lo mismo que regalar el trabajo, es como cantar para que te vean, porque finalmente no van a obtener nada de montar las canciones para que estén al alcance de todos. Y es que las cifras son paupérrimas. Cada que suena una canción en Spotify, ésta red paga más o menos 12.93 pesos colombianos, es decir 0.003 dólares. O sea que si su canción suena 1.000 veces habrá hecho $ 12.930, menos de lo que se hace un cantante en un bus, y si suena 10.000 veces habrá obtenido $129.300. A ello se suma que Spotify dijo hace meses que dejaría de pagar regalías a los artistas que no llegaban a algunos umbrales de reproducción.
Y eso que estos valores ni siquiera van netos para el artista, pues la empresa encargada de subir las canciones también se lleva un pedazo de la torta. Total, este es un negocio para los artistas consolidados, para quienes tienen detrás una fuerza comercial y económica que los respalda, para quienes tienen una estrategia de mercadeo digital sólida, cosas que nada tienen que ver con la música y el arte. Por eso algunos artistas como Taylor Swift han decidido bajarse de ese bus.
Además en este momento, como buen negocio en tiempos de starups, buscan transformarse y saltar constantemente de aquí para allá. Ahora Spotify agrega videos para competir con Youtube y con Tik Tok, algo que nadie les había pedido.
Antes el cuento era lograr grabar un disco, cuando los estudios de grabación eran monopolizados por las disqueras. Ahora que cualquiera puede hacer su estudio, el tema no solo es grabar, el reto es cómo llegar a la audiencia en tiempos en que las nuevas generaciones no oyen radio.
Ser viral es como “coronar”, pero esos chepazos no les pasan a todos. Mientras tanto, Spotify reina hoy en el mercado de la música a costa de todos los creadores y artistas de la música y beneficiando a un grupo que ya ni necesita esa visibilidad en sus carreras consolidadas.
Otro aspecto negativo del servicio streaming musical es que se perdió el concepto de álbum musical. Hoy en día se tiran y se tiran sencillos y son pocos los artistas que se aventuran a presentar un trabajo completo, con un concepto, un hilo conductor y la música se ha vuelto cada vez más desechable. En esa misma dinámica de hacer música de temporada, cada canción si mucho tiene 2 meses de vida, se bota, se agota y chao. ¿O quién se ha quedado escuchando las canciones antiguas de Karol G o de los inicios de J Balvin? Estamos en la vorágine de lo nuevo y no en la idea de hacer música para durar, como paso con la salsa, con clásicos de 50 y 40 años o con las baladas y tantos otros géneros del ayer.
Como oyentes, prácticamente, ya no consumimos sino que devoramos música y en este mar de Spotify, los grandes tiburones del mercado están arrasando las mejores porciones mientras que los peces pequeños ni con las sobras se quedan. Así es la música de hoy, es el negocio, $ocio.