¿Qué tendrá que suceder para que tomemos en serio la violencia y el abuso que han vivido las mujeres y la naturaleza por igual en nuestra historia?
¿Es acaso la mujer vista en algunos aspectos como vemos a la naturaleza, como un ser que se puede explotar, abusar, aprovecharse de hasta su último aliento para nuestro beneficio?
¿Será que en alguna parte de nuestra inconsciencia colectiva a la mujer se le ve como un recurso, como un ser que da todo lo que tiene, pero espera poco, y que, además, cuenta con pocos derechos?
¿Será que existe alguna similitud entre la percepción que se tiene de las mujeres y de la naturaleza en nuestra sociedad moderna, capitalista, acelerada y consumista?
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Hoy, en el día de la mujer, que recibo felicitaciones solo por ser mujer, pienso mucho en esto. Y es que esta conexión que se visualiza entre la mujer y la naturaleza tiene su historia en el ecofeminismo, que se inició como una corriente teórica en la década del 70. Une al ecologismo con el feminismo y se preocupa por visibilizar el trato similar que se le brinda a las mujeres y a la naturaleza.
Considera que el origen de la diferencia de los géneros se encuentra en las tareas que se asigna socialmente a cada uno: al femenino los cuidados y la reproducción social, conectándolas con su entorno y los recursos naturales de una manera mucho más directa y cotidiana; al masculino con la producción en masa, la fuerza y la economía, alejándolos un poco del núcleo familiar y cotidiano.
A partir de las críticas al ecofeminismo, Bina Agarwal propone una corriente alternativa conocida como ambientalismo feminista, en el cual hablar de la categoría de “mujeres” es un error, pues al interior de ella se perciben grandes diferencias a partir de la condición social, raza, distribución del ingreso y otras características que no pueden dejarse a un lado.
Esta última corriente tiene dos objetivos claros que se traducen en frentes de su lucha: por un lado, busca que se luche por desafiar las concepciones del género, la división del trabajo, las diferenciales salariales, la violencia enraizada contra las mujeres, entre otros problemas que versan en nuestra sociedad actual; por su lado ambientalista, busca transformar la relación entre el ser humano y la naturaleza y los métodos de apropiación que ejercen solo unos cuantos y que resultan ser nefastos.
Por lado y lado, veo en estas corrientes, una posición crítica frente a la manera en la que se trata a las mujeres y a la naturaleza. Y es que el día de la mujer no es un día para regalar flores o chocolates; es, por el contrario, un día para reconocer la afectación que se le ha hecho al género femenino por tantos años, así como a la naturaleza.
¿Hasta cuándo vamos a continuar repitiendo y reproduciendo las mismas prácticas?
También es un día para que en general, hombres y mujeres, identifiquemos esas acciones que repercuten en que el machismo y el antropocentrismo continúen siendo creencias predominantes en nuestra sociedad.
¿será que en nuestra mente cabe la idea que después de explotar la naturaleza, dañarla, someterla a nuestros más viles deseos podremos salir ilesos? ¿Será que esa mente que no piensa antes de actuar, que no intenta ponerse en los zapatos del otro, que no se cuestiona, es la misma que, de manera colectiva, nos tiene como estamos?