El buffet (o el bufé ya castellanizado) es una forma de presentar las comidas desde lo sencillo hasta lo sofisticado, todo depende de su presupuesto y de sus talentos culinarios. Une, en sus elementos, al coctel y a la comida. Puede ser buffet frío o buffet caliente empezando por pescados y mariscos, seguido de jamones, aves y carnes. Luego ensaladas, salsas y panes. Y, aparte, conservando una cierta distancia, se sugiere ubicar los postres, quesos y frutas. Las fuentes, los platos, los cubiertos, la cristalería y las servilletas se disponen de forma tal que compongan un conjunto armonioso.
Un buffet es una excelente alternativa para no tener que entrar a la cocina y salir de ella constantemente, disfrutando al máximo de los invitados.
Se pueden elegir pasantes (los famosos entremeses o hors-d’ouvre) fáciles como pasabolas del tamaño de un bocado, poniendo platos y tenedores medianos para servirse cada cual. Una opción interesante es ofrecer tres platos, paella, lasaña, arroz chino o un buen pernil etc; una variada ensalada, panes y vino blanco o tinto, según la comida o el gusto y, para cerrar, un apetitoso postre. Obviamente en platos grandes. Si nuestra intención es sentarlos a la mesa, la tendremos arreglada y lista con anticipación, así cada comensal pasará al buffet donde será atendido por meseros, la empleada o por la misma anfitriona (nadie podría disponerlo mejor que ella). Tengamos en cuenta a las personas mayores o con dificultades físicas, sirvámosles primero y hagámoslos pasar minutos antes que a los demás.
Un menú ideal debe combinar texturas sólidas, jugosas, crujientes. Colorido, la comida entra por los ojos, armonicemos su tonalidad. Compatibilidad en sabores y temperaturas, ¡ojo con ellas! Mantenerlas durante todo el tiempo, resulta clave. Programación: deje las recetas nuevas o complicadas para ocasiones exclusivas, piense en el estilo de los asistentes y calcule el tiempo de preparación de los alimentos.
Compartamos entre amigos con la agilidad y el gran recurso que nos proporciona el buffet.