La jugada de la vida
Simón Sánchez ha combinado el ajedrez con la vida académica. A sus 20 años ha sido campeón y hoy comparte con sus amigos el amor por el deporte ciencia
En el fondo, de lo que se trata el juego del ajedrez es de poder saber lo que piensa el oponente, el rival de turno. Cuentan que Bobby Fisher, uno de los grandes ajedrecistas de la historia, podía anticipar las siguientes seis jugadas de su contrincante, cuando el resto de jugadores solo podía prever dos o tres movimientos.
Simón Sánchez, un joven ajedrecista antioqueño de 20 años y quien vive cerca del Parque Lleras, sin atreverse a comparar con este genio del ajedrez -cuyo coeficiente intelectual era más alto que el de Einstein-, comenta que cuando se concentra en las 64 casillas del tablero puede visualizar los cuatro o cinco movimientos que hará su rival. “Eso es una habilidad que el ajedrez nos da. Podemos saber, de acuerdo con las posibilidades y la posición de juego, cuál será el movimiento del contrario. Pero eso depende de muchas circunstancias. La idea es poder visualizar todas las posibles jugadas que tenga el rival para ganarle la partida”, dice Simón mientras mueve el alfil blanco, poniendo en jaque al rey negro.
Desde niño, cuando su padre le enseñó los primeros movimientos de las fichas, demostró más habilidad que los niños de su misma edad. Entre los compañeros de escuela y de barrio se destacaba en la velocidad mental y la estrategia para derrotar los ejércitos de madera adversarios. En pocas jugadas, un jaque mate los dejaba sin oportunidad. Tal vez por eso creyó que algún día podría convertirse en ajedrecista profesional y dedicarse a ello.
“Yo comencé por gusto y no pensaba que podía llegar a competir. Pero al ver que tenia potencial empecé a entrenar y a participar en torneos locales y departamentales en el Valle de Cauca, donde vivía cuando era niño. Ya luego vine a Medellín”, recuerda Simón, quien con apenas 10 años viajó a Mendoza – Argentina- a participar en el Panamericano de la Juventud, un evento organizado por la Federación Internacional de Ajedrez –FIDE–.
Esta experiencia lo encaminó a otros triunfos. El más importante de ellos fue en el Departamental de Mayores en 2008, donde después de siete partidas (cinco ganadas y dos en tablas) derrotó a sus propios profesores y a David Arenas, un compañero de la universidad que se había convertido en el maestro internacional más joven de Colombia a los 13 años. “Aunque la medalla más importante, por ser de carácter continental fue el campeonato en los Juegos Escolares Centroamericanos y del Caribe, en Puerto Rico, el Departamental de mayores es el más valioso para mí porque me tocó enfrentar ajedrecistas mayores y muy talentosos”, recuerda.
La preparación de un ajedrecista necesita mucha disciplina y horas de entrenamiento. Es necesario estudiar los movimientos de los grandes maestros soviéticos y americanos, y pasar horas repasando las grandes partidas de la historia, como parte de la rutina. Simón, como muchos de los ajedrecistas, admira a mentes admirables como Gary Kasparov, un hombre que fue capaz de medirse a la computadora Deep Blue para demostrar hasta dónde podía llegar la mente humana.
Sin embargo, a quien más admira es a Mikhail Tahl, ajedrecista de Letonia, campeón del mundo en 1960, caracterizado por su agresividad a la hora de enfrentar una partida de ajedrez. “El que más me gusta es él, porque me identifico mucho con su juego”, dice Simón.
Jugada de sacrificio
Gambito se llama la jugada del ajedrez que consiste en sacrificar una pieza para lograr una mejor posición en el juego. Al contrario de Bobby Fisher, quien dejó los estudios escolares para dedicarse por completo al deporte, Simón decidió continuar su formación académica. Esta fue su jugada de sacrificio.
“Al momento de salir del colegio tuve que tomar una decisión. Si seguir con el ajedrez o hacer la carrera universitaria. La segunda opción fue la que tomé porque esta era la que me ofrecía mejores posibilidades para el futuro”, cuenta este joven, uno de los tantos deportistas que, a pesar de tener todas las cualidades para ser un gran ajedrecista, decidió tomar el camino de las aulas. Hoy cursa el cuarto semestre de Ingeniera de Producción en la Universidad Eafit. “El amor por el ajedrez es muy grande, por eso no lo dejo a un lado. A pesar de que hoy dedico gran parte del tiempo al estudio, sigo entrenando y practicando”. De hecho, en 2011 participó en los Juegos Departamentales Universitarios y con David Arenas ganaron el Campeonato Nacional por Equipos.